Como salir del narcoterrorismo

Por Beatriz Mejía Mori

Hace unos días un foro político discutía las maneras de salir del conflicto que representa la existencia de grupos terroristas que con la metodología de la lucha armada de Sendero Luminoso se han constituido en fuerzas paramilitares de los traficantes de drogas. Ninguno de los que plantearon sus opiniones entendía lo que significa que los narcotraficantes no sólo cuenten con esas fuerzas sino con el apoyo de la institucionalidad oficial del país. Ese es el más grande problema, por cuanto no hay manera de vencer a esas fuerzas, en tanto son protegidas por las autoridades llamadas a luchar contra ellas.

helicoptero vrae

Los narcotraficantes operan libremente; si hubiera mecanismos de control real no habría narcotráfico en el Perú, por una razón muy sencilla: la droga sale por carreteras, por medios fluviales o por aire; y controlar las embarcaciones, vehículos o transportadores aéreos es una tarea fácil, que si no se realiza con eficacia es porque las autoridades encargadas no sólo no vigilan su cumplimiento sino que de alguna manera permiten que el tráfico se realice.

Esto ha sucedido desde que el narcotráfico se estableció en el Perú como forma de producción aceptada por las autoridades, las cuales han llevado un doble discurso, el que expresan para la opinión pública presentándose como luchadores contra el narcotráfico; y el otro, que sólo lo conocen sus allegados, por el cual argumentan que no es posible eliminar el narcotráfico porque sustenta la economía del país, al permitir establecer negocios lícitos; es decir, el fin justifica los medios.

Los grupos terroristas han reconocido haber recibido dinero del narcotráfico, lo cual demuestra la conexión; sin embargo, ahora es mucho más notorio que la actividad subversiva no es ideológica sino funcional al narcotráfico, y tienen por misión dar la impresión de que existe una lucha ideológica para mantener la imagen de que existe a su vez una lucha contra el terrorismo y contra el narcotráfico.

La lucha contra el narcotráfico es una ficción; si hubiera un plan de lucha real no existiría el problema del Vraem, el cual es sólo el territorio liberado del narcotráfico en el Perú, donde los narcotraficantes dominan ante una presencia militar que en lugar de enfrentarlos cumplen la misión de hacer parecer que se está luchando contra ellos.

Si hubiera lucha real contra el narcotráfico, ésta se habría tejido con inteligencia y no con el enfrentamiento de soldados y policías contra terroristas a sueldo; se habría capturado a las cabezas de los grupos dedicados al narcotráfico, y la captura del resto se habría hecho sencilla.

Si hubiera lucha real contra el narcotráfico, las Fuerzas Armadas estarían vigilando todos los medios posibles de transporte de drogas, para impedir que se saque la droga del Perú.

Si hubiera lucha real contra el narcotráfico, habría una férrea vigilancia del ingreso de extranjeros dedicados a esta actividad ilícita, los cuales vienen a coordinar sus “negocios” con las mafias locales.

Si hubiera lucha real contra el narcotráfico, no llegarían a los lugares de producción de las drogas los insumos que se requieren para producirlas.

Si hubiera lucha real contra el narcotráfico local, no habría lugares conocidos en las ciudades donde se comercializa las drogas.

En otras palabras, que exista el Vraem como territorio liberado de los narcotraficantes, que la producción de drogas siga viento en popa, que las drogas salgan de territorio peruano con gran tranquilidad, que se comercialicen localmente a la vista de las autoridades, sólo demuestra que la lucha contra el narcotráfico es una ficción.

Hay un principio de demostración de la verdad por los hechos que relacionados uno con el otro, dan como resultado la evidencia de una determinada situación, cuya realidad es probada por los hechos mismos. Ese es el ejercicio de análisis de la realidad social que acabamos de hacer, con la finalidad de demostrar la tesis de que la lucha contra el narcotráfico en el Perú es una farsa.

Todos los gobiernos que han antecedido a éste han declarado la lucha frontal contra el narcotráfico, pero no vemos que hayan realizado ningún esfuerzo real por luchar contra él; por el contrario, la existencia del Vraem sólo demuestra que cada vez más el narcotráfico ha ido tomando posición de dominio frente al Estado, al cual pueden sujetar por sus medios de corrupción.

El actual gobierno sigue la misma línea, pues no vemos ningún acto realmente encaminado a luchar contra el narcotráfico.

Si tan sólo se hicieran en verdad las acciones de control de la distribución de insumos y de transporte de las drogas, no habría narcotráfico en el Perú; entonces llegamos a la conclusión de que existe una enorme corrupción en las instituciones llamadas a controlarlos, con lo cual la lucha contra el narcoterrorismo tiene como cuestión previa la lucha contra la corrupción, la cual no sería tan compleja si hubiera una decisión política firme y la fuerza moral para lograrlo.

La lucha contra la corrupción de Estado ha quedado en frases sin sentido; la crisis moral de la nación y de su reflejo en el Estado es el punto prioritario de una agenda pública que piense en serio en acabar con los flagelos del narcotráfico, del terrorismo y la delincuencia común, pues con un Estado corrupto no hay manera de luchar contra ellos.

La agenda pública debería comenzar por la tarea de erradicar toda forma de corrupción en el aparato del Estado, incluidas las Fuerzas Armadas y del orden, por medio de acciones de control en que participe la ciudadanía como fiscalizadora, promoviendo la formación de asociaciones de ciudadanos comprometidos con el saneamiento moral de las instituciones, que se encarguen de detectar actos de corrupción y activar los mecanismos de denuncia y sanción. La sola observancia ciudadana hará que los funcionarios públicos se sientan vigilados y con la responsabilidad de dar cuenta de sus actos al Perú.

Requiere esto mucha firmeza moral por parte de los gobernantes, de los fiscales y jueces, una sociedad decidida a terminar con la corrupción.

Parece una tarea difícil, pero la decisión de hacerla es el comienzo de una verdadera transformación, la que será capaz de librarnos de los flagelos delincuenciales y construir una cultura de bien y de compromiso social con la honestidad.

Entonces no pensaremos en mandar a nuestros jóvenes al sacrificio vano sino en edificar sus vidas para convertir al Perú en una gran nación.

La Primera, Lima 14-04-2013


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