Raúl Wiener
Durante la huelga cajamarquina, Humala llegó con la idea de dejar sin liquidez a los municipios y a la región, en un arranque que no parecía provenir del MEF, como podría suponerse, sino del ministerio del Interior. Para muchos ministros era una medida ilegal que exponía a posteriores denuncias. Pero por ahí surgió la fórmula salvadora: pedirle al contralor que proponga algún mecanismo para intervenir estas entidades y secarlas de dinero. Ollanta Humala estaba convencido que sin fondos, la rebelión se apagaría.
Y, justamente, el señor Khoury tenía la salida: Resolver que había indicios de desviación de recursos con motivo del conflicto y recomendar desde Contraloría al MEF, suspender la ejecución del presupuesto, hasta culminadas las investigaciones.
La Contraloría mandó un batallón de auditores, supervisores y revisores sobre los organismos públicos que respaldaban el reclamo de las comunidades y de diversos sectores del pueblo cajamarquino, en contra del inicio del nuevo proyecto minero. Una de las derivaciones de esta intervención fueron las acusaciones contra el presidente regional y su posterior encarcelamiento. La Contraloría había cumplido con el gobierno, y su celo cajamarquino barajó su absoluta ceguera en otras regiones como Ancash y el Callao.
Ahora con el conflicto de Tía María en Arequipa, el presidente ha vuelto a la idea genial de secar las cuentas de las municipalidades. Después de enviar oleadas de contingentes policiales especializados en disturbios, que según se dice ya sobrepasan lo 4 mil en la provincia de Islay, y los primeros mil soldados premunidos de fusiles de combate, la siguiente idea es ahogarlos económicamente y para esto es que existe el contralor, que ha dicho que desde su escritorio en Jesús María y sus interminables viajes al exterior, ha estado sospechando que el dinero de los pequeños concejos municipales de la zona han sido la fuente para las ollas comunes y el sostenimiento de la protesta.
Y como lo que se le ocurre al señor Khoury es un indicio, se ha ofrecido para repetir el plato de Conga (que no hizo triunfar a Yanacocha), para el incontenible jaleo por Tía María. Un contralor que no persigue la corrupción y al que nadie toca y le arma una historia como le han hecho al ex fiscal de la Nación. La clave es que el tipo le sirve de lo mejor al poder, que no le pregunta jamás porque no está cumpliendo con sus obligaciones, y es desde columnista hasta cliente de la gran concentración mediática (imprimió un libro de lujo sobre la historia de las contralorías y lo hizo en las imprentas de El Comercio, aunque muy pocos conozcan este producto difícil de explicar).
En fin, estamos otra vez ante un claro abuso de autoridad, que en definitiva significa que la Contraloría interviene los órganos que el gobierno central quiere asfixiar por razones políticas, sin que medien pruebas o hechos de corrupción que son aquellos en que debe intervenir.
15.05.15
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