Plinio Esquinarila

En los años en que cualquier hijo de vecino acusaba y encarcelaba hubo uno que se hizo famoso con el caso llamado Leonor la Rosa: ese fue Heriberto Benítez Rivas. Con qué saña difamaron a varios oficiales del Ejército de haber torturado y violado a la entonces agente del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), Leonor La Rosa Bustamante, en los "sótanos" del Cuartel General del Ejército, en Chacarilla de Estanque.

Leonor La Rosa Toledo

 

El caso estalló en mayo de 1997 y terminaron varios años presos el coronel Carlos Sánchez Noriega, el teniente José Salinas Zuzunaga y los mayores Percy Salcedo Sandoval y Ricardo Anderson Kohatsu.

Benítez Rivas presentó la denuncia ante la CIDH en representación de la ONG Aprodeh, y en el gobierno de la dupla Alejandro Toledo-Fernando Olivera indemnizaron a La Rosa Bustamante con 120,000 dólares en febrero de 2002. Hay una foto besucona que recorrió el mundo, como para una parodia de ‘50 sombras de grey’.

Las ONG y su prensa adicta en el Perú orquestaron una campaña presentando este caso como emblemático de "tortura" y "violación de derechos humanos" a nivel mundial, siendo Benítez el beneficiario político, aparte de la dupla Toledo-Olivera y varios periodistas, sobre todo una, que creo está en ATV, que desde entonces no sabe ni opina sobre el tema.

Leonor La Rosa fue pillada vendiendo documentación del SIE, incluso falsa, a la prensa y por eso tenía que comparecer ante un proceso administrativo en esta entidad.

Cuando la retuvieron en las instalaciones del Pentagonito, le vino -y no por tortura ni por vejación- un sangrado uterino por estrés y ella tuvo que ser intervenida con una operación de legrado en el Hospital Militar, a donde fue trasladada. En esa intervención hubo una falla del anestesista que le produjo a Leonor La Rosa un paro cardiorrespiratorio.

En ese tipo de casos, a veces se aplica electroshock medido y con eso se salvó de la muerte la agente del SIE, pero tuvo las conocidas secuelas de tipo neuronal.

Hasta ese momento ningún parte médico dio cuenta de que la señora había sido golpeada ni torturada. Tampoco tenía lesión cervical para que use collarín, como lo probó Ricardo Uceda. Todo fue fruto de una vieja enfermedad de tipo siquiátrico que ella sufría hace años: una sicosis histérico conversiva que se agravó con el problema neuronal y la tensión creciente.
En este tipo de cuadros médicos el paciente puede estar físicamente bien, pero en estados de mayor estrés reacciona con eso que se llama "sintomatología somática", que Leonor La Rosa manipuló a su conveniencia, por ejemplo, denunciando después que había sido violada, lo cual también resultó falso.

Un equipo de periodistas siguió el caso bajo el mando del finado Guillermo Thorndike. Y llegó a las conclusiones básicas arriba expuestas. Luego vino el libro Muerte en el Pentagonito (2004) del citado Ricardo Uceda donde concluye que lo de la tortura fue una farsa, al igual que ‘Chema’ Salcedo, en El libro de las sospechas (2005). Finalmente llegó un tercer material del entonces congresista Alfredo González, valioso por la documentación completa de la historia clínica y el expediente Leonor La Rosa el año 2006 (La historia de una mentira).

La Rosa ha sido “indemnizada” y vive en Suecia y a los oficiales, obvio que les arruinaron sus carreras y sus vidas y nadie se acuerda de ellos. Ni su alma mater. Así es el Perú, amigos, con el agregado que el coronel Sánchez y los oficiales Salinas, Anderson y Salcedo afrontan un proceso ante la Sala Penal Nacional por este crimen imaginario.  

Pero con la farsa Leonor La Rosa el señor Heriberto Benítez hizo carrera política, llegó al Congreso, y se mantuvo allí como uno de los prototipos del partido de los antis:

“antifujimorista” y “antiaprista” cerril, pero aupado a la mafia de Ancash, hasta que la noche del miércoles 13 de mayo de 2015 le dieron de su propia medicina: lo suspendieron por 120 días en el Congreso.

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 15-5-2015