Ollanta Humala 110Raul Wiener

¿Puede ocurrir que Ollanta Humala sea obligado a dejar el poder antes de concluir su mandato? Por primera vez, en cuatro años, contesto que sí, que existe una posibilidad basada en los siguientes hechos: (a) no haber podido desactivar el estado de movilización del sur como efecto de la lucha de Tía María, que tiene ecos además en otras partes del país, incluida Lima; (b) una aprobación de 16% con tendencia a seguir bajando, que indica que carece de fuerza social para enfrentar la crisis; (c) una sensación de corrupción, más bien difusa: financiación del 2006, frivolidades de Nadine Heredia, gestiones de Martín Belaúnde en las regiones, a diferencia de García involucrado en decenas de corrupciones concretas.



De estos males han padecido los dos gobiernos anteriores y por ello mismo pasaron una temporada en el cuerda floja, pero a Toledo lo salvaron los partidos APRA-PPC, que se veían ganadores en las siguientes elecciones, y García pudo llegar al 2011 porque la marea social se canalizó hacia las elecciones cuando se creía tener un candidato de los sectores populares.

Humala llega en cambio a su último año más peleado que nunca con la derecha política, que empujó su propia derechización para abandonarlo a su suerte poco después. Tampoco hay nada que entusiasme en la siguiente elección y que lleve a esperarla como salida política. El actual presidente con su traición postelectoral ha creado un vacío de esperanzas delante suyo que puede tener graves consecuencias.

Ollanta Humala además ha cometido dos pecados capitales: (a) ha convertido a la gran empresa, la Confiep, las mineras, la banca, en los jueces del poder, que así como ahora pueden darle el visto bueno al estado de emergencia, mañana pueden bajarle el dedo a un gobierno que fracasa en reprimir o cualquier otro motivo que los enerve; (b) ha hecho reingresar a los militares a la política directa, primero en Islay y luego en siete regiones, los que deben pensar que están poniendo su prestigio en juego en contener conflictos sociales y no actos de guerra para los que son preparados.

Si se recuerda de dónde viene el golpe de Fujimori de 1992, se verá que nació de una alianza del poder con la gran empresa para ajustar la economía y de la necesidad de los uniformes de no cargar con las derrotas de los gobiernos civiles en la guerra contra Sendero Luminoso. Hoy, a diferencia de hace 23 años, aún con presidente de origen militar, las posibilidades que el alto mando se compre una batalla que consideran a nivel de la policía, sólo por salvar a Humala parecen bastante discutibles.

Si cabe la hipótesis de que Ollanta pueda dejar de ser presidente antes de tiempo en cualquier variante: reemplazado por la vicepresidente o por el presidente del Congreso, o por alguna forma fuera de la Constitución hasta las siguientes elecciones; es porque la pareja se ha buscado este desenlace. Creyeron que eran muy poderosos y ahora hacen equilibrios con muy mal pronóstico.

03.06.15
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