new world orderPor Alejandro Sánchez-Aizcorbe

En la novela que escribo, titulada en un alarde de inclusión No/Para idiotas, se fabula una institución semiclandestina llamada la Taraduría. Sus miembros más relevantes manejan, o dicen que manejan, el Bank for International Settlements, y algunos de ellos concurren a las reuniones de Bilderberg como la de esta semana. No pocos son fabricantes de armas y lavadores de dinero. Los operadores de la Taraduría nos amenazan con guerras nucleares, que de algún modo ya han sucedido allí donde se han usado las bombas de uranio empobrecido (www.publichealth.va.gov/exposures/depleted_uranium/). Los seres humanos expuestos al nanopolvillo radioactivo de dichas bombas sufren las consecuencias actuales en sus propios cuerpos y en los de sus hijos.

 

En la Taraduría y anexos tautológicamente habitan los tarados, fornican si tienen tiempo que no tienen, trabajan, se drogan y matan a razón de millones. Sólo en Vietnam, evitando la guerra, se pudo salvar a tres millones de vietnamitas, masacrados con el uso de los cruelísimos Napalm y Agent Orange (Monsanto Corporation), configurando un genocidio que debe reconocerse como se reconoció el de los judíos, cuanto antes mejor. Tres millones de vietnamitas que en lugar de morir en la defensa de su suelo debieron dedicarse a producir para su bienestar y el nuestro.

Los procesos de colonización, descolonización y neocolonización del tercer mundo han sido gerenciados por el capitalismo mediante genocidios innegables en las Américas, África y Asia. Sin embargo, se han producido virtuosos avances en la medicina y en muchas ramas de la ciencia, y la comunicación no había recibido un impulso tan grande desde Gutenberg. Cierto. Pero a costa de una degradación ambiental que pone en duda nuestra existencia como especie, y en base a la superstición del crecimiento infinito del consumo: agujero negro.  

Medicina, ciencia y comunicación estarían mucho más avanzadas si el presupuesto de la guerra se hubiera dedicado a ellas y a la educación gratuita, como lo fue en algunas de las mejores universidades estadounidenses en el momento de mayor bienestar de este país, y como debe volver a ser.

« C'est de l'enfer des pauvres qu'est fait le paradis des riches » (Es del infierno de los pobres que está hecho el paraíso de los ricos), pensó Victor Hugo en su imbatible novela  L'Homme qui rit (El hombre que ríe).

El capitalismo parece no dar más con sus propias ineficiencias. La guerra y las crisis periódicas son ineficiencias para las inmensas mayorías que sufren sus efectos mortales, nefastos.

Pero las primeras planas de la prensa tradicional y emergente del Perú han estado plagadas de titulares sobre la compra tipo aristócrata rusa de trapos y carteras achacable a Nadine Heredia, primera dama del Perú, primer o segundo exportador de cocaína en el mundo, con una capital bañada por las aguas del inigualable Pacífico, contaminado con heces humanas, animales y sustancias químicas provenientes del desaguadero de la playa la Chira, la que sigue a la Herradura hacia el sur. Además, Lima es una ciudad cuya agua potable proviene esencialmente de un río que a su vez proviene en grave medida de unos glaciares que se están derritiendo. Pero nosotros debemos pensar en carteras.

¿Es que la pareja presidencial peruana no aprendió nada de José Mujica, ex presidente de Uruguay? Lo que importa no son las carteras. Lo que nos atañe es el patrimonio económico de la pareja presidencial peruana antes y después del mandato presidencial de Ollanta Humala, y, mucho más que eso, nos preocupa la situación del Perú. Sus conflictivos gobernantes deben saber que el desarrollo sostenible se alcanza en paz y no con la militarización de las comunidades que se opongan a las medidas de gobiernos.

¿Acaso la presencia de más de 3,000 soldados estadounidenses en la zona cocalera del Perú va a reducir drásticamente el consumo —como se redujo el precio del petróleo— de la cocaína rompecerebros en Estados Unidos, Europa y Canadá?

De pronto, la corrupción en la Fifa, de la cual sabemos desde hace décadas, es más importante que la vergonzosa reducción del nivel de vida de la clase media y obrera de España, Alemania, Francia, Grecia, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, etcétera. Un asunto de bolas hace que usted desatienda la hipotética tercermundialización de Occidente.

La Fifa y las carteras de Nadine Heredia son factoides de distracción elaborados por la Taraduría que sólo distraen a los distraídos por naturaleza.

En No/Para idiotas, los CEOs, ejecutivos y sicarios de la Taraduría pretenden seguir descalabrando el mundo. Por calles y plazas de un planeta felizmente globalizado —se pauperiza la clase media (predijo Marx), se tercermundializa Occidente, el capital financiero se apropia del globo terráqueo (Lenin dixit), desaparecen los sindicatos, se privatiza la semilla (Monsanto Corporation) y se pretendió vender lluvia a los paisanos bolivianos. Se privatizan su libertad y privacidad de usted, es decir, se las expropian para someterlo al control de la Taraduría. Pero de paso caen las fronteras y los proletariados externos de Toynbee comienzan a tener acceso a los gobiernos y al control de enormes espacios económicos y culturales en las principales ciudades del mundo. Tiembla la Taraduría.

China administra el Canal de Panamá, construye el canal interoceánico de Nicaragua, y se propone financiar una vía férrea que una el Perú con el Atlántico para mejor importar los productos de Brasil y Perú. Las vías férreas longitudinales a este y oeste generarían una amplitud de transporte de escala mundial porque ya estaríamos hablando de regiones vecinas conectadas por tren, con salida a la cuenca del Pacífico, que aloja a una buena porción de la humanidad.

El costo ambiental del Canal de Nicaragua y eventualmente del ferrocarril transoceánico está por verse. Lo que no se puede aceptar es que, según testimonios de peruanos y nicaragüenses, se militaricen las comunidades que se oponen al canal porque implica la expropiación o venta de sus tierras y su desplazamiento como poblaciones, y que se militaricen las comunidades que se oponen al proyecto cuprífero Tía María en el Perú.

Siguiendo las enseñanzas de maestros y pioneros, en un prólogo a Tromba de agosto de Jorge Pimentel, nos atrevimos a afirmar que asistimos a un cambio de era. Algunos han bautizado a la nueva era con el temible nombre de antropoceno. Son parcialmente ciertas las palabras del papa Francisco en el sentido de que las noticias le dan la impresión de que estamos en una tercera guerra mundial. Eurasia y el Medio Oriente serían sus escenarios. Dios, en el que no creo como Raúl Castro, nos libre.

Muchos neoconservadores o neoliberales han estudiado a Marx, la mayoría no lo ha entendido, y algunos de ellos provienen de la militancia comunista y trotskista. Recuerden otra constante presagiada por Marx: la conversión de fuerzas productivas en fuerzas de destrucción masiva no respeta clases sociales.

Los callejones de blancos —definición de Racso para los edificios de apartamentos situados en sectores de altos ingresos— prolongarán su existencia un poco más que los sectores de ingresos medios y bajos. Pero les aseguro que no tendrán ni siquiera la mala la calidad de vida que tienen ahora —si la medimos tan sólo en pureza de aire, limpieza de aguas marinas y continentales, y seguridad— ni en la Luna o en el Marte prometidos, si no derriban a sus propios ídolos, a su propio Stalin, a su propio Pol Pot y atavismos multiplicados. La dictadura de las corporaciones y sus iluminados no es mejor que la de Pol Pot si contamos los muertos desde la caída de la Unión Soviética: una tragedia cuyos responsables deberían ser enjuiciados, porque lo que se imponía era la revolución política, no la reducción de la expectativa de vida de los rusos a 56 años, cuando gozaban de una como la de los Estados Unidos.

Los ghettos de blancos de todas las razas piensan ya en viajar al trabajo en helicóptero —hay varias universidades alemanas participando en el proyecto— para evitar lo que se considera colapsable, inmovilizable: el tráfico de automóviles, a lo que añado el transporte público.

Es falso el paraíso que se nos promete como a los asesinos del viejo tirano encaramado en Alamut si no se controla la energía tanática elevada a la potencia final por los líderes de la humanidad —que nos prometen el paraíso a cambio del asesinato— y su propia historia. Actuemos en acorde con la evidencia de que los intereses de los accionistas y los CEOs y los trillonarios no coinciden en demasiados casos con los intereses de la humanidad. Un buen ejercicio de previsión histórica sería cumplir los principios consagrados en las constituciones nacionales y el derecho internacional, cuyo respeto reclaman gente de tan diversas tiendas como Noam Chomsky y Ron Paul y su hijo Rand Paul —para hacer una mención mínima de nombres, pues son una multitud creciente, más allá de ideologías y religiones.

Guerras perennes, dictadura del capital financiero y de las corporaciones, excepcionalismos, hedonismo, narcisismo, adicción y corrupción son ingredientes de una receta altamente peligrosa para la salud mundial.

A mediados del siglo XIX, al imperio otomano se le llamó “el hombre enfermo de Europa”. Dejo al lector la tarea indeseable de averiguar quiénes son los hombres y mujeres enfermos de la actualidad. Adelanto que a la mayoría de ellos y ellas se les puede entrevistar en la Taraduría y filiales, según la novela de marras.