jorge basadreDesde el Tacora

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Hace treinta y cinco años un día como hoy, 29 de junio, murió el más ilustre hijo de Tacna. Con evidente orgullo, sus coterráneos no han vacilado en cubrir con su nombre los espacios sociales más emblemáticos de la ciudad del Caplina: calles, avenidas, universidades, estadios, centros culturales, escuelas, etc., en fin en casi todos los niveles societales su nombre está presente.

 

Es más, sus restos los trajimos de Lima en imponente ceremonia, su querida biblioteca, que dio tantas luces al Perú, también vino a parar a su tierra natal. Pero sobre todo su casa, el primer entorno donde cobró conciencia de sí, de su familia, de su ciudad y donde aprendió a hurtadillas que esas paredes, techos y ventanas eran el último bastión de la patria ausente. Y que allí, en medio de esos patios en esa escuela clandestina de la vida cotidiana, se forjó el más bello de todos sus conceptos, el de la “patria invisible.”

Qué bueno que la huella material de Basadre repose en la tierra que amo tanto. Pero, ¿y su espíritu? ¿Qué hemos hecho con el fruto de tantos desvelos?. ¿Què con su pensamiento inmenso destinado a darnos nuevas luces sobre el futuro del Perú y también, como no, el de Tacna y su articulación con el resto del país y con el mundo.?

Basadre siempre recordó que tres fueron las grandes fuentes que nutrieron su personalidad: Tacna, La Universidad Mayor de San Marcos y la Biblioteca Nacional. De las tres la más cercana a su corazón fue la primera. Su infancia en Tacna engendró su raíz con el Perú, un compromiso permanente e imborrable que presidió de una forma u otra los actos más significativos de su vida en relación a la “patria invisible”.

El tacneño actual debe saber que vive en una ciudad que está destinada a convertirse en la atalaya del Pacifico sur. No puede ensimismarse. Para devenir en el gran observatorio que le corresponde ser, nos hace falta extraer el pensamiento basadriano del sepulcro en el que lo hemos confinado. Es decir no contentarnos con lo habitual: que los eruditos en las festividades nos recuerden las palabras del maestro sin ligarlas a lo que hemos dejado de hacer.

En suma nos urge un observatorio, que, de acuerdo con Basadre, “dé cuenta de lo que ocurre y necesita la zona del Pacifico Sur, que atraiga estudiosos de Chile, Bolivia y Perú cuando menos, bajo los auspicios de la Junta de Cartagena, la Organización de los Estados Americanos y de las Naciones Unidas”

¿Dónde ubicarlo? ¿Qué mejor lugar que el que Basadre quería? .Su heredad familiar. ¡Esta casona, ubicada en el corazón de la ciudad, la Plaza de Armas, constituye con la catedral y la Prefectura, una unidad. ”Ajeno estoy a la necedad de pensar que fuese un modelo de inmueble edificado para mi abuelo por Aniceto Ibarra...” –recordaba con emoción el Basadre maduro- “Lo único que trato de expresar es que detrás de la fachada de piedra de cantería netamente tacneña, experimenté en cada momento, la sensación de vivir en una mansión sugeridora de la idea de espacio amplio y no excesivo, lleno de lugares ocultos...Era como si al construir aquella casa, mis abuelos hubiesen metido sus manos en la tierra sembrando allí lo que esperaban les sobreviviera,”

Abandonada, maltrecha, la casa de Basadre durante décadas se moría de abandono.. Refaccionada parcialmente más tarde, no cumplió con devenir en el faro de luz del pensamiento basadriano. Treinta y cinco años después de su partida, Basadre sigue esperando que la promesa pro futuro del sur peruande Tacna sea cumplida. Sabemos que no es fácil, no solo porque hay que evitar la tentación de favorecer a los amigos de turno, sino porque Tacna y sus nuevas generaciones merecen los mejores talentos del país y del continente.