Herbert Mujica Rojas
Instantes hay en la vida que reconocen en un matiz o una canción, un jalón de su transcurrir indetenible.
Para mi generación de los años 70, cuando recién pisábamos los peldaños de la secundaria, el valenciano Nino Bravo fue no sólo una voz potente y sentida, también un himno a la integración continental que perennizó en América. Sí es cierto, Cartas Amarillas, Libre, Noelia, Un beso y una flor y muchísimas otras son de inolvidable referencia, no obstante la emoción de América y sus danzas de guerra y paz, retumban en mi conciencia, por su jaculatoria y llamamiento.
Trascendía Nino Bravo los puros confines de la juventud de esa época. Y sé lo que digo.
Para el político peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, la integración continental, que él llamaba unión política y económica de Indoamérica, era no sólo imprescindible sino tarea revolucionaria que predicó durante su largo periplo.
Los domingos se juntaban decenas de muchachos e iban a visitar en su casa de Vitarte al veterano líder ya en los ochenta y más años. Y la cita tenía un sólo propósito: fraternizar, alegrar la vida, entonar canciones, contar anécdotas, hacer de la relación humana dulce dínamo para y por el bien del conjunto.
Es posible que aún hoy puédase recordar entre los lectores de cómo los asistentes en coro democrático, con Haya a la cabeza, cantaban. Y la reminiscencia no estaría completa si no narrara que había un momento especial cuando Humberto Olivera, de fina voz atenorada, arremetía con América como solista. No pocas fueron las lágrimas que Víctor Raúl dejó escapar las veces que estuve presente en la ocasión. En un país en que todo es lamento y pesimismo, el español Nino Bravo y América, tenían un lugar especial para Haya de la Torre.
Pueblos que cantan, pueblos que se salvan.
Esta nota y la anécdota revolotean en mi modesto pensamiento desde hace días, cuando -para variar, lector sempiterno en microbús- escuché en la radio del vehículo, a Nino Bravo y me deleité tarareando con él, América. ¡Hoy encontré un lugar para los dos en esta nueva tierra..... Todo un inmenso jardín eso es América, cuando Dios hizo el Edén, pensó en América.......................... danzas de guerra y paz de un pueblo que aún no ha roto sus cadenas!
Atacado por irrefrenable nostalgia comenté por email el suceso a ZsaZsa. Pero tan atenazada por Hipócrates me ignoró en toda la línea. No era sino parte de esa locura, estado mental permanente en que nos inscribimos al nacer, y nada más. Lo cierto es que los locos también merecen crédito. O una sonrisa que, viniendo de quien provienen, es paz y esperanza.
Ha poco en Ciudad de México, asistí a una cita política con líderes de todo el continente. No encontré a ninguno capaz de enfrentar el reto de unión económica y política de que tanto hablaba Haya y que hasta le costó que motejaran a su agrupación como "partido de organización internacional" y le excluyeran de las elecciones de 1936 que ganó Luis Antonio Eguiguren y que anuló Oscar R. Benavides, para quedarse tres años más en Palacio. La herejía de ayer, era el credo de hoy en el convite mexicano y así lo recordamos en una de las plenarias Augusto Valqui Malpica y quien esto escribe.
Los jóvenes tienen derecho a conocer que algunas veces en Perú hemos tenido políticos, hombres y mujeres consagrados a la lucha por los derechos de sus mayorías, capaces de orar y cantar, llorar y reclamar, en la tribuna del discurso y también al compás de la música excelsa de versos inmortales de simbología potente.
Uno de esos hitos ¡qué duda cabe! fue América en la inigualable, hasta hoy, voz de Nino Bravo.
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8-7-2015