carcel hacinadosCarlos Miguélez Monroy *

No recuerdo la fecha exacta, pero han pasado más de diez años desde que estuve por primera vez en la cárcel. Acababa de llegar a España después de haber terminado mis estudios en periodismo y en ciencias políticas en Estados Unidos, y me invitaron desde SOLIDARIOS para el Desarrollo para hablar de esa experiencia en el Centro Penitenciario de Valdemoro.

 

“¿Pero qué les voy a ir a contar si sólo tengo 23 años?”, pensaba con creciente nerviosismo. Tranquilo, me dijeron. Cuéntales de cómo conseguiste estudiar en una universidad norteamericana, de cómo era vivir fuera, de lo que suponía formar parte del equipo de fútbol, de cómo se vivieron ahí los ataques a las Torres Gemelas. Lo importante era compartir con los internos y el grupo de voluntarios que quedan todos los sábados en un punto fijo de la ciudad para ir juntos a la cárcel: llevar una corriente de aire fresco a los muros de la cárcel para romper la dura rutina penitenciaria.

Eso es lo que aportaron los 116 ponentes que, tan sólo en los centros penitenciarios de Madrid, participaron en las aulas de cultura que desarrolló la organización durante el curso 2014/2015. Actores y actrices, deportistas, escritores, astrónomos, bomberos, profesores contaron su experiencia en las aulas de cultura. Estas “conferencias”, que son más bien diálogos, sirven de excusa para acercar a voluntarios e internos de tú a tú al interno. Se crean así espacios de reflexión, de cultura, de enriquecimiento mutuo que sirven para dar a las personas más confianza en sí mismas. Estas aulas, como el resto de talleres socioculturales relacionados con artes escénicas que desarrollan diversas organizaciones de la sociedad civil, acompañan el espíritu de la propia ley penitenciaria. La Constitución Española reconoce que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”.

A veces resulta difícil hablar de reinserción hay quienes no formaban parte del tejido social antes de la cárcel por distintas circunstancias sociales. De ahí la importancia de trabajar en la educación, de facilitar espacios para el deporte y para actividades culturales, de luchar contra la exclusión social en todas sus formas y de generar comunidad por medio de la participación. En ese entramado se insertan muchas organizaciones de voluntariado social.

Algunas de ellas han convertido la cárcel no sólo en un lugar donde no sólo “se pierde el tiempo” o se cumple una condena, sino además en una oportunidad para estudiar, para formarse, para crear tejido asociativo, para enriquecerse con el tejido social que entra, sí, pero enriquecerlo a él también con las capacidades humanas y la experiencia vital de los internos. La única diferencia entre alguien de fuera y de dentro muchas veces estriba en una condena penal. Hay casos de personas que cumplen prisión preventiva, o que cumplen condenas de años por delitos menores de droga.

Algunas organizaciones empiezan a trabajar en redes como la Red de Organizaciones Sociales del Entorno Penitenciario y apoyan iniciativas como Otro derecho penal es posible. Esta labor de sensibilización resulta fundamental para influir desde la sociedad en las políticas públicas y para evitar que las cárceles vuelvan a convertirse en un simple castigo o en una herramienta de venganza social. Consideran que la tasa de criminalidad del país, una de las más bajas de Europa, no justifica el número de personas en las cárceles. El voluntariado contribuye a cambiar algunos prejuicios de la sociedad respecto a la vida en la cárcel y respecto a los propios internos.

Cuando se cierra detrás de ti la puerta metálica de una cárcel puede producir una sensación extraña en el cuerpo. ¿Y si no pudiera salir de aquí? Muchas ideas pueden venir a la cabeza hasta que llegas al aula y un grupo de internos te espera con una sonrisa, o con cara de sueño, o con la cara que sea. Ni voluntarios ni internos van ahí a fingir y mucho menos a juzgar a nadie ni a dar consejos. Sí a compartir y a enriquecerse. Estas actitudes las dan el tiempo, la experiencia, el sentido común y una adecuada dosis de formación por parte de la organización de voluntariado.

*Periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias
Twitter: @cmiguelez