Luis Alberto Salgado
A un año de culminar su mandato, el país esperaba de Ollanta Humala un atisbo de hidalguía y, quizás, algún propósito de enmienda al rumbo lastimosamente equivocado que decidió darle a su gobierno incluso desde semanas antes de asumir la presidencia en julio del 2,011.
No existió en su dicurso de ayer ni hidalguía, ni propósito de enmienda, ni atisbo de nada. Sólo demagogia con cifras que espera que le creamos, ninguna autocrítica ni reconocimiento de los hechos y factores que hunden a su gobierno en el descrédito y en la vergüenza.
Su discurso leído ante el Congreso y el país fue un agravio reiterado a la memoria de los peruanos muertos por las balas de su régimen y un insulto a la inteligencia de la ciudadanía. Seguramente sus ministros y asesores, la mayoría de ellos gente oportunista y adulona por mantener sus puestos, le dirán lo contrario y él pretenderá y querrá creer esas lisonjas pagadas con dinero público, pero la verdad, la verdad verdadera y no la edulcorada con dineros del Estado, es que fue un mensaje decepcionante y mendaz que corrobora la constante de sus cuatro años de ejecutoria y traición a quienes lo eligieron.
Han de venir tiempos mejores, y con el Frente Amplio en el 2,016 sentaremos las bases para reconstruir nuestra nación y que el Estado sea expresión real y democrática de la soberanía popular y de la voluntad de los pueblos del Perú.