colocando votoJans Cavero*

En el Parlamento, ad portas de las elecciones generales 2016, discuten toda reforma electoral, buena o mala, oportuna o inoportuna, de fondo o forma. Los parlamentarios muestran ante cámaras vocación de reformadores, pero no se pronuncian sobre la pertinencia o no de la reelección congresal y su impacto en el sistema político del país.



De hecho, la falta de tal pronunciamiento se debe o a que nadie les ha formulado la pregunta, o sencillamente porque el tema choca con intereses personales y económicos que la mayoría de congresistas tiene, lo cual no es malo. Al fin y al cabo, ser congresista no es complejo, y el trabajo que desarrollan no demanda mayor sacrificio intelectual.

Un congresista, por ser tal, posee: Un despacho cómodo con servicios básicos y logística suficiente; 2 miembros de seguridad o escolta personal día a día; 2 asesores de despacho con sueldos mayores a 8 mil soles mensual y sin responsabilidad funcional; un técnico; una secretaria personal; acceso libre y gratuito a medios en el Hall de los Pasos Perdidos; gastos de representación, 4 pasajes aéreos gratuitos por mes; sueldo mensual de S/ 15,000 soles durante los 5 años de ejercicio congresal, CTS, seguro médico a través de una EPS, etc. Casi todos los congresistas parten el sueldo de su personal de despacho o comisión para contratar más servidores.

Por lo tanto, el incentivo para reelegirse es altísimo, excepto para congresistas ya trajinados que, teniendo cierta comodidad económica, prefieren irse a casa o a buscar otras aventuras laborales. Recuérdese que el ser congresista también te da otras ventajas no tangibles: Relación social y red de contactos con empresarios, políticos, tecnócratas, funcionarios públicos, lobbies, relación con medios, presencia mediática, nuevos “negocios”, y otras ventajas que dependen de la forma cómo se abren espacio.

Si el congresista asume una comisión ordinaria de trabajo tiene otro personal. Una comisión congresal, dependiendo de su tamaño, alberga un equipo de entre 6 a 10 personas. El presidente de la comisión tiene su propia oficina, con toda la logística que ello implica. ¿Y qué se requiere para presidir una comisión? Nada, si el primer año no fuiste, será el segundo, el tercero, el cuarto, o el quinto, pues cada año le corresponde a quien aún no ha ejercido. Naturalmente, tienen mayor suerte los miembros de las bancadas pequeñas. Por esta razón, se ha vuelto usual que cada año las bancadas se rompan.

De este modo, el Parlamento, lamentablemente, se ha convertido en una agencia de empleo y  en una forma de vida que otorga bienestar personal. Pocos creen que debe volver a ser un instrumento para servir a los intereses de la colectividad, el ágora de la deliberación pública, la escuela política de los jóvenes representantes. Pero no. Ningún congresista se somete a la rendición de cuentas de sus representados; ninguno hace una autoevaluación de su performance y del desempeño de su equipo; ninguno estaría dispuesto a ceder el paso a otro representante político.

Para un escenario como éste, debería prohibirse la reelección congresal. En cada elección general hay la sensación de que estamos eligiendo malos representantes; cada periodo legislativo tiene su “robacable”, “come oro”,  “come pollo”, “contrata fantasmas”, “contrata familiares”, “violadores”, “maltratadores de mujeres”, “alimentistas”, “lobistas”, “mafiosos”, etc.  Por cierto, hay congresistas rescatables en todas las tiendas políticas. No obstante, del universo de 130 parlamentarios, los que merecerían ser reelegidos no pasan de 20, al margen de sus ideologías y formas de hacer política.

Hasta diciembre hay plazo para hacer elecciones internas a fin de integrar listas parlamentarias. En la izquierda y derecha del espectro político habrá una guerra civil por encabezar las listas; la fraternidad partidaria o de alianza se convertirá en fratricidio, pues está en juego intereses personales y de poder; la oportunidad para obtener inmunidad debe aprovecharse cueste lo que cueste. La meta es ser cabeza, y si no, ir en los primeros lugares de la lista. Joven o viejo realizado, igual da; con procesos judiciales o no, igual.

Ser apto para ejercer el cargo, contar con recursos limpios y transparentes para financiar la campaña,  tener aparato o logística para captar votos, ostentar liderazgo, representar un sector social, no sirven para integrar una lista. Estamos en el Perú, y en un país como el nuestro, cualquiera puede ser congresista.

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