César Acuña está agitando el cotarro electoral peruano, especialmente el limeño. Su ascenso en las encuestas expresa el descontento y la falta de convicción de sectores de la ciudadanía con el menú de candidatos existente. Exalcalde provincial de Trujillo, Acuña exhibe como pergamino el haber acabado con la hegemonía electoral del APRA en el sólido norte; ex Presidente Regional, cargo al que renunció a los diez meses de haberlo asumido, es conocido también como un empresario exitoso de la educación, de origen cajamarquino aparentemente humilde: dueño de las Universidades César Vallejo (UCV) y Señor de Sipán, además de colegios en Trujillo y Piura, es también propietario de un club de fútbol de la primera división. Ha sido congresista por Solidaridad Nacional (2000-2001) y por Unidad Nacional (2001-2006), tras haberlo intentado por la Izquierda Socialista en la década del ochenta. Fundador de Alianza para el Progreso, que creó para competir en las elecciones municipales hace ya más de una década, es innegable la importancia de su agrupación que hoy día dirige dos gobiernos regionales y más de un centenar de municipalidades en el país.
Más allá de esas imágenes, que sin duda sirven para entender su crecimiento en las encuestas, su trayectoria pública permite conocer mejor sus virtudes y limitaciones, algo que no fue posible con tanto detalle con candidatos como Alejandro Toledo y Ollanta Humala, antes de sus respectivos triunfos. Por ejemplo, para saber cuán exitosa ha sido su performance como empresario de la educación, más allá del crecimiento espectacular de su universidad y de la utilidad económica que posiblemente le genera, se puede revisar un estudio recientemente divulgado sobre las 19 mejores universidades del país, que incluye a dos centros privados de Trujillo, pero no a la UCV. Una encuesta publicada a fines del 2013, coloca a esta entre las tres universidades privadas menos preferidas por las 1000 empresas top del país para contratar profesionales.
Aunque relativa, con esa información, cabe preguntarse por la calidad de la educación que su universidad brinda a sus estudiantes, y cómo el éxito económico de su propietario no se traduce necesariamente en éxito laboral de los profesionales que lo mantienen con sus pensiones. Sus opositores pueden sacarle esto en cara y la opinión pública preguntarse por su idoneidad como empresario y político. ¿Contar con Francisco Miro Quesada como Rector y eventualmente con Beatriz Merino como gerente, responde a un interés por mejorar la calidad o a una preocupación política?
Un segundo aspecto de su trayectoria pública está ligado a su éxito electoral. Alianza para el Progreso compitió en las elecciones regionales de La Libertad el 2010 y 2014, obteniendo respectivamente un 36% y un 43.6% de los votos válidos, mientras Acuña mismo ganaba la municipalidad provincial deTrujillo en el 2006 y el 2010. En los comicios regionales del 2014, Acuña ganó la presidencia regional con 10 puntos de diferencia sobre un candidato aprista desgastado por sus dos períodos en el cargo (anteriormente alcalde provincial reelecto varias veces); esta ventaja fue sin embargo, de apenas 2.4 puntos en la provincia de Trujillo (60% de la población electoral del departamento), gestionada por él durante los últimos ocho años. Una cifra bastante magra considerando, además, los recursos desplegados en su campaña; su victoria la debió especialmente a los votantes de los valles costeños y de las provincias andinas de La Libertad. Aunque los resultados no dejan de ser buenos para el exalcalde, pueden leerse también como una expresión crítica de los electores votantes sobre su trabajo al frente de la municipalidad provincial, y no como empresario exitoso, relativizando en cierta medida el mito que su propaganda quiso instalar en la región: que su gestión había cambiado Trujillo.
A ello hay que añadir las distintas denuncias e investigaciones que lo rodean, incluyendo una de lavado de activos que data del 2011 y que fuera propiciada por su entonces esposa, que seguramente serán magnificadas en una campaña que a todas luces tendrá un fuerte tono «cuchillero» y judicial.
Sin desconocer ninguno de sus méritos, incluyendo la pragmática presencia y desarrollo nacional de Alianza para el Progreso y su particular «instalación» en el norte del país, Acuña no parece ser una figura arrolladora ni un político especialmente valorado por su gestión como autoridad política. Triunfar en una ciudad o departamento donde el APRA está dividido y desprestigiado, las otras fuerzas son bastante débiles y no hay un caudillo con una imagen comparable a la suya, dista de ser una hazaña y a pesar de su imagen como empresario exitoso la va a tener más difícil en el plano nacional, donde se las tiene que ver con grupos políticos y figuras presidenciables de similar o mayor peso. Los puntos que está ganando en las encuestas no son definitivos; la campaña para derribarlo recién se insinúa y nada permite pensar que esté blindado ante los embates que recibirá; ello no niega, por cierto, su posibilidad de seguir creciendo, de posicionarse como una opción del interior del país y de atraer alianzas con distintas agrupaciones desesperadas por su supervivencia, pero también con cacicazgos territoriales interesados por llegar al Congreso de la República.
desco Opina / 13 de noviembre de 2015