agustin mantilla 1Por  Guillermo  Olivera  Díaz*  

Mis condolencias a los apristas que lo recuerdan con mucho afecto por la acrisolada lealtad, a prueba de balas, que ostentó, cuyos secretos anidados seguirán guardados aún en su tumba.

Conocí a Agustín Mantilla Campos en la casa de Chacarilla de Alan García, al día siguiente que llegué a Lima, de Inglaterra, a petición de César Vega Vega —también fallecido— para asumir la defensa del ventrudo y cuestionado exmandatario, que abortó por falta de pago de mis honorarios pactados en 600 mil dólares y que fue Agustín quien convenció a Alan tal incumplimiento.

Agustín era y siguió siendo un leal escudero. Me buscaba con persistencia para reunirme con García. Me llamaba por teléfono, inquiría dónde me encontraba y a los minutos ya estaba conmigo, cargado de preguntas de corte penal, pues a eso era enviado a la calle Doña Rosa 341, Los Rosales, Surco, a Paseo de la República 589-401, La Victoria, y a la Calle 9 en Monterrico Norte, San Borja. También estuvimos una vez en su casa de Pueblo Libre y  nunca tratamos otra cosa diferente a la defensa alanista asumida. Hasta desayunamos con Agustín una sola vez en presencia de Jorge del  Castillo, mi hermano Carlos Hugo Olivera Díaz, Alan García presidiendo el ágape.

Una proeza más de Agustín: un día que visité a cierto preso en Lurigancho le sugerí que era necesario denunciar el aquelarre por RPP, ante lo cual me pidió mi celular y de memoria llamó a Agustín Mantilla, conversaron entrañablemente y al día siguiente estuve en vivo en esa radio con Raúl Vargas, León Trattenberg y Chema Salcedo. Tal era el poder en la sombra del memorable Agustín, en el segundo gobierno del capitoste García.

Ahora que ha muerto Agustín lo recuerdo con pesar, con el mismo que experimento por César Vega Vega, mi alumno en Villarreal, y de quien fui miembro del jurado el día que se lo examinó para titularse de abogado, y esa noche celebramos en su casa de Breña, al lado de Victor Raul Haya de la Torre, pese a no ser aprista ni apristón.

Agustín: me llevas la delantera. Si en el dudoso más allá, por acaso, nos encontramos de nuevo te ruego que no menciones más el nombre ni aprietos jurídico penales del inefable Alan García que en su segundo gobierno te aherrojó olvidando disimuladamente tu lealtad.

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San Borja, 21 de noviembre del 2015.