Por Rocío Ferrel
El panorama electoral presenta una seria amenaza para la democracia y las instituciones, pues la banda delincuencial fujimorista, dirigida por el cabecilla Alberto Fujimori, pretende recapturar el poder a través de su engendro Keiko Fujimori.
En este punto de la contienda electoral, la única salida es el voto por Pedro Pablo Kuczynski, la única posibilidad de coyuntura para evitar el oprobio que sería para el Perú permitir que la mafia fujimorista retome el poder que tanto costó a la ciudadanía recuperar después que esta dictadura saqueó al país y lo manchó con asesinatos, traición, narcotráfico, corrupción a gran escala, violación de derechos humanos de diversa índole y violación de libertades ciudadanas.
Es necesario colocar en una balanza los cuestionamientos a la candidatura de PPK, y se verá ninguno de ellos, ni todos juntos, pesarán siquiera como una ínfima parte del menor de los delitos de la mafia fujimorista en la escala del mal.
Arrancar el tumor del fujimorismo después de la década de 1990 fue duro: asesinatos, torturas, amenazas, persecución, represalias laborales y empresariales contra todos los opositores, pues hasta la Sunat llegaba a castigar a los empresarios antifujimoristas mientras permitía toda clase de delitos tributarios de los que se arrodillaron frente a la dictadura. Al final fueron derrotados y el régimen corrupto cayó con la movilización ciudadana, que también fue reprimida en la Marcha de los 4 Suyos, que costó varias vidas.
Ninguna institución pública se salvó de ser alcanzada por la podredumbre: ministerios, Congreso, Fuerza Armada, Poder Judicial, Fiscalía, Tribunal Constitucional. Pero no sólo instituciones del Gobierno: la prensa fue sometida con sobornos millonarios o con amenazas y persecución. Basta citar como ejemplo el caso de Mariella Barreto, agente de inteligencia, quien fue descuartizada viva por alertar al periodista César Hildebrandt de un plan para matarlo. La libertad fue un valor primordial que se perdió y la amenaza de volver a perderla se cierne sobre nosotros.
El saqueo del erario público fue gigantesco y desaparecieron seis mil millones de dólares de la arcas estatales, esto, fuera de los millonarios sobornos que recibía la mafia fujimorista por las obras estatales. Y hasta ahora muy poco de ese dinero ha sido repatriado. Incluso la banda familiar de los Fujimori sigue prófuga gozando de inmensas fortunas amasadas a costa del sufrimiento de los peruanos.
Que no engañen a los jóvenes, pues desconocen en parte estas negras historias. El Perú perdió la oportunidad de ser un país con buen nivel de desarrollo debido a la mafia que gobernaba para beneficio propio y no para dar a nuestro país una economía sólida y un desarrollo de infraestructura, tecnología y ciencia que nos coloquen en un buen lugar en la escala del desarrollo para el siglo XXI. Para los Fujimori el peruano pobre era un ser al que había que combatir esterilizándolo, no combatiendo la pobreza, y en ese desenfreno sometieron a más de 300 mil indígenas pobres a métodos brutales de esterilización, tratándolas peor que animales, pues hasta a un animal se le brinda cuidado postoperatorio, lo cual se les negó a estas mujeres, lo cual, en múltiples casos les causó la muerte.
Que tampoco engañen con asuntos como derechos laborales, de homosexuales y otros, pues eso no dependerá del Presidente, sino del Congreso, que ya fue elegido y deberá legislar en esas materias y otras controversiales. Y estas son elecciones presidenciales, no parlamentarias. Además, el fujimorismo no tiene autoridad moral en estas materias, pues por la dictadura despidió a miles de trabajadores y ese partido nunca se arrepintió ni los defendió en los años posteriores. Y en cuanto a la homosexulidad y otras materias, su posición siempre ha sido oportunista.
Parte de la culpa del resurgimiento de la fetidez fujimorista es la horda de políticos sin visión y los manipuladores de las ONG que manejan discursos según conviene a quien les pague. Se enfrascaban en interminables discusiones sobre la memoria del terrorismo que vivimos y se descuidó el abordar la infamia de la dictadura en toda su dimensión. Perdieron la oportunidad de que nuestros escolares aprendan la verdad y nos encontramos con que estamos ante el peligro de que se cumpla el refrán: el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla.
Amenaza del arraigo del delito
Son interminables las modalidades de delito relacionadas con el fujimorismo, desde narcotráfico hasta asesinatos, pero con todo desparpajo se presentan como la panacea contra la inseguridad. Lo cierto es que con Keiko Fujimori estamos camino a ser un narcoestado totalitario, como lo hace notar el reciente escándalo con el secretario general del partido fujimorista, a quien Keiko Fujimori defendió hasta el último.
Keiko Fujimori no puede decir que era menor de edad cuando sucedían estas cosas. Era adulta y avaló la tortura a su madre para ocupar el cargo de primera dama y Palacio de Gobierno gozaba de información de primera mano. Además vivía en el SIN, donde se tramaba el acallamiento de la verdad comprando a la prensa. Matilde Pinchi Pinchi recuerda que Keiko Fujimori y sus hermanos recibían todo el dinero que querían en el SIN. Pese a la censura, además se conocían los asesinatos y otros delitos dirigidos por su padre. Los Fujimori no la han denunciado por difamación, pues temen que las pruebas los desmientan.
Acudamos a las urnas a votar por PPK, evitando el voto en blanco o viciado, que sólo favorecería a la banda fujimorista, pues ellos hasta proporcionan transporte para movilizar a sus seguidores. Votemos contra el oprobio y la infamia que representa Keiko Fujimori, la hija del ladrón y criminal más abyecto de la Historia del Perú.
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