Herbert Mujica Rojas
Si a mediados de enero se empezó a tomar conocimiento de la amenaza coronavirus y recién se actuó a mediados de marzo ¿qué pasó en ese lapso, a todas luces mortífero, de tiempo?
Demás está decir que el coronavirus se cernía a nivel global. Por tanto era obligatorio tomar medidas de Estado porque Perú no iba a ser la excepción a la pandemia. Tampoco ninguna institución podía eximirse de su trabajo de alerta ante la alarma.
Sería de lo más interesante conocer ¿cuál fue el ramillete de acciones sugerido desde la Cancillería? Los embajadores y cónsules son empleados públicos, el pueblo paga sus sueldos, y su tarea fundamental estriba, cuando están en misión allende y aquende nuestras fronteras, en noticiar, informar, estudiar y hacer sonar las admoniciones ante peligros de cualquier índole, de guerra o de epidemias-pandemias.
Según cifras de la Superintendencia de Banca y Seguros, Cancillería recibió el 2019, la interesante suma de S/ 800’591,241 (casi US$ 300 millones) descompuestos de la siguiente forma: S/ 705’051,107 (recursos ordinarios); S/ 79’516,302 recursos directamente recaudados; S/ 3’467,415 donaciones y transferencias; S/ 12’556,417. Es una cifra fuerte.
Se supone que la contraprestación de ese dinero consiste en la atención que consulados y embajadas brindan con esmerada y excelsa calidad, rapidez y eficiencia a los connacionales repartidos en todo el mundo, amén de otras tareas significativas. Preguntar si la ecuación está equilibrada nos llevaría a una polémica en la que Torre Tagle no tiene muchas probabilidades de ganar. Las quejas son añejas, numerosas y hay no pocos casos censurables de cuyo detalle se contará en una investigación periodística muy seria, con lujo de detalles y documentos.
Pero hay un dato que no puede ser pasado por alto. La misma fuente, Superintendencia de Banca y Seguros, reporta que las remesas enviadas por los compatricios al Perú fue de:
US$ 1094 (en millones de dólares), 2013; US$ 1160, 2014; US$ 1186, 2015; US$ 1313, 2016; US$ 1389, el 2017; US$ 1386, el 2018. Estos recursos en los que el Estado y el gobierno central no pusieron un centavo, constituyen una formidable manera de premio a exportaciones “no tradicionales”. Los peruanos desde afuera giran hacia el Perú y las cifras son de volumen muy importante.
Nótese que sin obligación o contrato escrito de por medio, los ciudadanos peruanos remesan a sus parientes o familias, estas sumas de dinero. No hay acción ni de los consulados o las embajadas porque es un acto privado, direccionado y de buena fe y que, vistos los números, es casi 4 veces el presupuesto anual que cuesta el portafolio de Relaciones Exteriores.
En números fríos con los recursos destinados a Relaciones Exteriores, ¿cuántos hospitales, postas médicas, colegios, desayunos o alimentos, se podría avituallar a los peruanos más pobres durante cada año?
Como es obvio y fundamental, una buena gestión de Cancillería en todos sus ámbitos debiera enriquecer el panorama y derrotero por los que tiene que caminar el Estado y el gobierno. Valdría la pena conocer en detalle, fecha y fundamentación ¿cuáles fueron los SOS (Save our Ship; Save our Souls), que por obligación institucional, Torre Tagle envió al gobierno del presidente Vizcarra? No sólo eso ¿cuántas de estas recomendaciones fueron seguidas y si no fue así, las supuestas explicaciones del porqué no se llevaron a cabo? Y, como es natural, denunciar a los necios que ignoraron el cataclismo que se nos vino encima.
Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
26.05.2020