Por David Auris Villegas*
Si algo tenemos que agradecer al COVID-19, es que nos ha encargo a todos, asumir nuestra misión educadora. Algo que nos hubiera tomado décadas hacerlo. Un enorme desafío en épocas insólitas, donde nuestra sapiencia de poco sirvió para afrontar esta crisis mundial. Por lo que urgimos aprender, ignoradas maneras de sobrevivencia, acudiendo a nuestro estupendo patrimonio, la educación.
Los gobiernos, se encuentran ante dilemas de tomar decisiones para transformar la educación en favor del desarrollo sostenido, acortar la brecha digital y económica. Replanteando planes curriculares, con pocos contenidos funcionales en todos los niveles educativos, para afrontar futuras pandemias y desarrollar conceptos transversales como: solidaridad, resiliencia, y empoderar la competencia de aprender novedades rápidamente, según Peter Senge.
Los estados, se ven forzados a acortar la brecha de inequidad, asignando el 15% del PBI al sector educación, para incluir a todos en el proceso educativo y dotar de libre acceso a internet de banda ancha, con robustos aparatos digitales para las clases, con énfasis en las zonas rurales y sociedades vulnerables, garantizando el derecho a una educación de calidad, reclamada por Julián de Zubiría.
Obsesionados a desarrollar el capital humano, los docentes no entrenados en el manejo de tecnologías digitales, bruscamente fuimos arrojados del espacio presencial de la esfera virtual. Ahora, forzados a aprender disruptivamente, realizamos videoconferencias, curioseamos diferentes plataformas, acudiendo a nuestra creatividad y resiliencia pedagógica. Pero, ¿Acaso todos poseemos pertrechos digitales y ambientes educativos?
Además de verse limitado nuestra didáctica presencial, como actores centrales del aprendizaje, gestionamos las emociones de los estudiantes ante la pérdida de un familiar, creando sociedades de aprendizaje como nos sugiere la Unesco. Asimismo, lidiamos ante los embates de los directivos que aún, solicitan evidencias, distrayendo nuestra misión, la de conocer y transitar cómodos, los archipiélagos virtuales para generar aprendizaje disruptivo y solidario.
Millones de estudiantes ante una fría computadora, se ven obligados a aprender de manera autónoma y como era de esperar, fortalecen sus capacidades colaborativas con sus demás compañeros. Sin embargo, ¿Qué de aquellos que no poseen las herramientas digitales? Así como tampoco cuentan con una sala de estudios, millones de niños de las zonas rurales, no acceden a internet, limitándose a la televisión y la radio.
Otro bolsón de estudiantes con limitaciones físicas se ven afectados, pues aún no hay herramientas digitales que socorra su aprendizaje, llevándose la peor parte en este cosmos líquido planteado por Zygmunt Bauman. Los estudiantes de la media básica y el nivel superior, autorregulan, controlando sus pensamientos y sus motivaciones, para lograr aprender. Pero, la clave de la formación personal, los dicentes del nivel inicial y primario, aún no operan eficazmente la tecnología digital pedagógica, abriendo otro desafío mundial.
Los padres de familia, quienes enconadamente criticaban nuestra labor pedagógica, ignorando que seguimos las pautas del sistema ya diseñados por un estado abocado a evaluar documentos. Esos mismos padres, hoy están asumiendo su verdadero rol educador e irremediablemente se ven obligados, hacer de sus hogares un lugar más agradable, no solo para la convivencia, sino para apoyar el aprendizaje de sus hijos.
En este tiempo hondamente sensible, están volcados a ejercer la tolerancia filial y realizar el esfuerzo de acompañarlos en la aventura del aprendizaje autónomo y crítico. Ahora, ¿Qué concepto tendrán los padres de familia acerca de nuestra actividad académica?
Ante el drama que vivimos, la responsabilidad ética del empresariado, ponen a prueba su cultura pedagógica y posiblemente aprovechen esta oportunidad para congratularse con la colectividad, invirtiendo en internet de acceso libre para anclar el aprendizaje, así como financiar programas educativos y culturales en los medios de comunicación de señal abierta, que aún trasmiten bodrios programas.
Ante esta prueba de la vida, las universidades y los institutos de los países en vías de desarrollo, están obligados asumir su función pedagógica y liderar la batalla científica contra el Covid-19. Apostando a la trasferencia tecnológica en la búsqueda de la vacuna y la prescripción médica para el cuidado de la sociedad.
Finalmente, el formidable desafío educativo ante la pandemia mundial es que no sucumban los más débiles. Retando a la torpe burocracia, los educadores como líderes pedagógicos, estamos comprometidos a capitalizar esta crisis y crear comunidades de aprendizaje para el desarrollo sostenido. Así como la sociedad, ineludiblemente asume su función educadora, erigiendo barricadas de aprendizaje emocional y cognitivo contra la pandemia, y ¿Cuál es tu rol pedagógico en esta histórica cruzada por la vida?
Fuentes:
- Julián de Zubiría
- Peter Senge
- UNESCO
- Zygmunt Bauman
*© David Auris Villegas, escritor y pedagogo.