Herbert Mujica Rojas
Ha escrito con agudeza certera César Hildebrandt en El peor error de Vizcarra (Hildebrandt en sus trece, p. 4, 17-23 de julio):
“La derecha vuelve a ganar.
….. Seguiremos entonces vendiendo cerros, puñados del subsuelo, cavidades. Porque, según Cateriano, eso es lo que somos: país minero. Por eso es que no debemos aspirar a hacer industria, agricultura comunal sofisticada, tecnología moderna surgida de la academia y la nueva investigación. No, lo que somos es eso: país minero. Como antes fuimos guaneros, salitreros, caucheros, algodoneros, harineros de mar. Esa es la maldición de la profecía civilista: vendemos lo que nos da la naturaleza, somos recolectores, vivimos el tiempo ancestral y perpetuo del extractivismo”.
Nada que objetar a lo que sostiene Hildebrandt. Sí es pertinente preguntar ¿en qué momento hubo otra dirección en el gabinete desde que se inició el gobierno que comenzó con PPK en la presidencia? El griterío y bullanguero ridículo de unos cuantos personajes, sobre todo en las redes sociales y una que otra publicación, no alcanzan para concluir en la absurda calificación de dictadura o régimen castrochavista al actual gobierno del presidente Vizcarra.
Si los que cortan el jamón en Perú, obtienen un gabinete mejor definido o más lúcidamente guiado es porque hay un vacío tanto electoral como político declinado por los que están en el otro lado del espectro: la izquierda dividida como un mosaico irrecuperable y con el Muro de Berlín derrumbado en teoría y práctica y con partidos políticos que apenas si son clubes electorales que aspiran a colocar algunos parlamentarios. Y sanseacabó.
En el país de los ciegos el tuerto, o los tuertos —más propiamente dicho— son reyes en el oscurantismo que tarados promueven con toneladas de teoría y gárrulo verbo que no explica ni justifica nada de nada. Por tanto, tecnócratas mediocres ¡pero del sistema! encuentran peldaño y grada para ascender en el universo creado por el Dios mercado. Del pueblo —dicen— que se ocupen los poetas y los discursos.
A muy pocos meses de la elección presidencial, el sistema coloca en los miedos de comunicación a sus alfiles y hasta señores que desconocen qué ocurre más allá de sus narices son presentados como “presidenciables”. Es obvio que en Perú, la presidencia se reputa como un premio mayor que tendrá que repartir urbi et orbi si acaso se la obtiene. En buena cuenta, el famoso toma y daca. ¡Y nada ha sido diferente desde 1821! Y hay entusiastas que berrean ese asunto del “bicentenario”.
¡Seamos realistas! Reconozcamos que el mundo “político” peruano es de una anchura menor a cualquier acequia pueblerina. El nivel intelectual de muchos de esos personajes no atina a probar con la tabla de multiplicación salvo que sea para la contabilidad de coimas y estafas, en eso sí son brillantes. Y si se trata del robo del dinero público ¡son maestros notables!
Recordé palabras escritas de Andrés Townsend Ezcurra cuando se preguntaba ¿qué conserva un conservador en Perú? Y la respuesta inequívoca e invariable es la misma: un sistema de injusticia; desigualdad, racismo por todos lados; imperio de los grandes conglomerados comerciales y empresariales. Eso sí, el azúcar caro y el cholo barato, los pobres más pobres y los ricos más robustos en sus alforjas aquí y en los paraísos fiscales.
¡Qué duda cabe, el novísimo gabinete está hacia la diestra!
20.07.2020
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