Por. David Auris Villegas
Cada mes de la Mujer, estas reflexiones suelen asaltarme: ¿Cómo es posible que el destino de la humanidad esté liderado por hombres? ¿Podremos trabajar con las mujeres sin acosarlas? ¿Cómo es posible que ellas trabajen más y son menos valoradas? ¿Es posible poner fin a toda forma de violencia contra la mujer?
Mientras especulo estos enigmas, los informes mundiales aseguran que ningún país ha alcanzado equidad de género. A pesar de los esfuerzos mundiales para lograr los Objetivos del desarrollo sostenible al 2030, millones de niñas padecen mutilación genital, son vendidas como ganados, son forzadas a matrimonios infantiles y arreglados en África, Asia y Medio Oriente y, diariamente se ejerce un genocidio contra las mujeres, ahondando la brecha que, podrá nivelarse en cien años, según el informe de la ONU, si empezamos a trabajar desde hoy por una verdadera equidad.
En ese sentido, el hombre no es superior a la mujer, sencillamente nos complementamos para graduarnos como seres humanos, sin embargo, un discurso machista y discriminador recorre la historia de la humanidad, desde las sagradas escrituras hasta las actitudes más refinadas en las sociedades cosmopolitas, siendo ineludible sustituir este estereotipo por una cultura de la convivencia en igualdad de condiciones.
Ante esta absurda narrativa, como una cuestión existencial, surge El Día internacional de la mujer, impulsada por ellas, para lograr su desarrollo integral. Un 8 de marzo de 1975 es institucionalizada por las Naciones Unidas, comprometiendo a cada uno de nosotros, estimular el trato igualitario para construir un mundo más justo.
Este impulso de igualdad de género es de capital importancia para generar desarrollo sostenido, progreso social y convivencia solidaria, como objetivo global, acudiendo en condiciones iguales a las escuelas, a los campos laborales, a tomar decisiones personales y participar activamente en la política, convirtiéndose en referentes femeninos para dar mayor oportunidad a las niñas, dice la Dra. Marina Subirats.
Indudablemente la educación es el espacio ideal para provocar igualdad de condiciones, a través políticas de estado, desde el kindergarten hasta los postdoctorales. Instituyamos una escuela inclusiva, solidaria y emancipadora, abocado a inocular en la mente de los estudiantes que nadie es superior a otros, sencillamente todos somos iguales y ambicionemos generar bienestar en las personas como dice la Dra. Lourdes Enríquez.
Otro magnifico terreno para sembrar compromisos y cultura laboral igualitaria es el hogar. Comprometamos a los niños y niñas, realizar las labores de casa de manera igualitaria, asumiendo con alegría y responsabilidad, la preparación de los alimentos y la limpieza de la vivienda. Asimismo, el cuidado de las hijas e hijos, la preparación de los alimentos y todos los trabajos del hogar han de ser asumidos de manera equitativa por la pareja, si pretendemos dejar un mundo mejor de lo que encontramos.
En el plano legal, utilicemos la herramienta jurídica para generar equidad de género, sancionando leyes globales sin fronteras, capaz de condenar delitos cometidos en cualquier parte del mundo, por ejemplo, un individuo agrede a una mujer en la India y huye a Islandia, ahí podrá ser juzgado y sentenciado. Leyes que permitan oportunidades laborales a ambos géneros y fomente la participación de las mujeres en la toma de decisiones en todas las esferas de la actividad humana, promoviendo una generación solidaria para lograr la más grande conquista de la raza humana, equidad e igualdad de condiciones.
Lograr la igualdad de género, compromete a cada país, impulsar el protagonismo de las mujeres de diferentes condiciones sociales en la política partidaria y en la toma de decisiones de los destinos de las personas, a nivel local, regional y nacional.
En consecuencia, la clave para erradicar la brecha de género es, más educación para todas y todos. Desde nuestra vereda personal, hagamos el esfuerzo global para lograr la igualdad de género como cultura de vida para disfrutarlo antes de morirnos y contar en el paraíso que, también podemos ser felices en la tierra y, hagamos de este siglo, la generación de la igualdad como una causa mundial.
© David Auris Villegas. Escritor, poeta, columnista y pedagogo peruano. Teórico de política educativa para el desarrollo sostenible.
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