Por una suerte de lotería la naturaleza ha distribuido su riqueza de manera desigual entre las naciones del mundo. Algunas tienen abundancia de minas, yacimientos de hidrocarburos, tierras fértiles, etc., mientras que otras tienen poco o casi nada. Las naciones que carecen de recursos naturales valiosos, los consiguen mediante la compra o mediante el robo (guerra). El Perú es uno de los países privilegiados en cuyo suelo hay minerales, hidrocarburos, abundante agua (aunque desigualmente distribuida en sus diferentes regiones), posición geográfica estratégica, pero no mucha tierra buena para la agricultura.
Lo natural es que la patria y el pueblo peruanos se beneficien de sus riquezas y tiendan a conservarlas, no a dilapidarlas; sin embargo, a lo largo de nuestra historia hemos pasado por periodos de auge (guano de las islas y salitre) seguido de caída estrepitosa. Se puede señalar culpables por nombre, pero más importante es saber por qué a pesar de poseer tantos recursos naturales somos siempre un país atrasado y con una población que es pobre en su mayoría. ¿Qué pasa con nuestros recursos naturales?, ¿se los lleva el viento, se lo manducan las transnacionales?, ¿los succionan nuestros civiles y militares corruptos?
La capa dirigente
Es nuestro principal problema. Los que dirigen el país (políticos, militares, diplomáticos) no han entendido nunca de líneas maestras de política de estado que salvaguarden los intereses de la nación. Para ellos lo fundamental es sacar su no muy efímera tajada (los latrocinios de la cosa pública enriquecen familias durante generaciones) y obtener ventajas personales. No les interesa buscar el mejor provecho de nuestros recursos naturales y menos pensar en el bienestar de las generaciones venideras. En la visión general del país, así como se sabe que vivimos en una zona sísmica y que es afectada periódicamente por el fenómeno de El Niño, se debe tener en cuenta que vivimos con una clase dirigente constituida por políticos, militares y diplomáticos corruptos y mediocres; un análisis que no tenga en cuenta la calidad de esta gente está condenado al fracaso. Estas sanguijuelas no sólo no comprenden que hay que cuidar lo nuestro, sacarle el máximo provecho y pensar en el futuro, sino que además pasan por alto el hecho de que nuestros recursos naturales (minas, gas e hidrocarburos, espacio aéreo, mar territorial, etc.) son codiciados por otros países y por transnacionales, que están dispuestos a apoderarse de dichos recursos haciéndonos la guerra o coimeando a la aludida clase dirigente del Perú.
Propiedad estatal de los recursos naturales
En un tiempo (de 1970 a 1990) las minas, yacimientos de hidrocarburos y empresas generadoras de energía estuvieron en poder del estado peruano y producían ingresos apreciables al fisco. Sin embargo, no pasaron mucha años antes de que cada gobierno de turno utilizara el sector estatal de la economía como agencia de empleos para colocar a sus copartidarios y familiares; donde debía haber, por ejemplo, 100 trabajadores podíamos encontrar 170, 200 ó 300; naturalmente, la situación se hizo insostenible y se vio que la solución era privatizar todo lo que se pudiera del sector público, lo cual ocurrió durante el gobierno de Alberto Fujimori.
Privatización y autoestima nacional
Vista la mala situación en que se hallaba el sector productivo en manos del estado, se tomó la decisión política de privatizar. Allí fue cuando pudo verse cómo funcionó una efectiva maquinaria propagandística a cargo de políticos, periodistas y especialistas técnicos en la materia que gritaban a los cuatro vientos lo malo y nefasto que era tener empresas estatales: se dijo que eran ineficientes, antieconómicas e instrumentos de clientelaje político. Lo interesante de todo esto es que la mayoría de las críticas iban enfiladas al estado como empresario ineficiente, y muy poco tocaban la corrupción e ineficiencia de la clase dirigente, que simplemente trataba de pasar inadvertida porque buscaba su reacomodo a los nuevos tiempos. Eso por un lado (no dirigir el dedo acusador a la corrupta clase dirigente), por otro el mensaje implícito y silencioso: los peruanos no sirven para administrar sus riquezas, para eso son buenos los extranjeros. Entre los críticos (políticos, periodistas y especialistas) hubo gente que simplemente señalaba un hecho real y que quizá tuvo buenas intenciones; pero también hubo —fueron la mayoría— coimeros y mermeleros a sueldo de Chile, el país que iba a beneficiarse más con la apertura de la economía peruana.
El ejemplo de Rusia
Cuando en 1990-1991 se produjo la caída del régimen comunista ruso, los países occidentales y las transnacionales se lanzaron al reparto del botín. Para esto los medios de prensa internacionales e incluso rusos (surgidos durante la perestroika de Gorbachov) ya habían martillado la idea de que todo tenía que cambiar en un país que había sido gobernado por una dictadura y que tenía prácticamente todos los sectores de la economía controlados por el estado. Cuando se produjo el cambio, el país cayó en un terrible caos y confusión; ya sin el subsidio y sueldos que daba el régimen comunista, la economía de libre mercado lanzó a la miseria a decenas de millones de personas. Los políticos rusos adictos a Occidente llevaban adelante las reformas que les proponían sus patrones extranjeros; y Rusia, pese a su poderío militar y riquezas naturales, tenía las características de un país del Tercer Mundo y era tratada como tal. Empezó la repartija o eliminación de las industrias estatales. Pronto los occidentales ya no ocultaron sus intenciones. Estaban debilitando a Rusia, aislándola y cercándola estratégicamente mediante la OTAN (su alianza militar) y llegó el momento en que reclamaron el premio mayor: abrir la economía para que el petróleo y el gas pasen al control de empresas occidentales (Exxon, Shell, British Petroleum, etc.).
El propósito era reducir a Rusia a la situación plena de un país tercermundista, con su economía controlada por extranjeros. Sin embargo, los rusos se dieron cuenta de que el problema no sólo era la pérdida del control de su propia economía, sino su desintegración como estado. Es el momento en que se produce la reacción: el presidente Vladimir Putin entendió la gravedad de la situación y dio un enérgico golpe de timón al mandar a la cárcel en octubre de 2003 al empresario petrolero ruso Mikhail Khodorkovsky, que ya tenía todo preparado para asegurar la participación sustancial de empresas occidentales (ExxonMobil y ChevronTexaco), en la explotación del gas y petróleo rusos.
Hoy en día los ingentes ingresos que producen el gas y el petróleo controlados por el estado han posibilitado a Rusia mejorar las condiciones de vida de su población y repotenciar su fuerza armada, de tal manera que en los últimos tres años ha podido desarrollar armamentos que contrarrestan satisfactoriamente el sistema antimisiles de los EE. UU., que iba a convertirlo en el único país dominante en el mundo: sus defensas antimisiles le darían protección e invulnerabilidad ante cualquier ataque a su territorio o al de sus aliados, al mismo tiempo que le facilitarían atacar impunemente a Rusia, que tiene buenos cohetes antiaéreos pero no organizados en un sistema especial. Sin embargo, los ingresos del gas y del petróleo (sin dinero no hay investigación en grande) han permitido a los rusos poner en servicio un imparable cohete intercontinental hipersónico (Topol-M), difícil de detectar por radares o satélites porque quema etapas sin necesidad de llegar a gran altura y tiene una trayectoria de sube y baja, que ningún sistema defensivo puede detener, ni con los mejores radares y cohetes antiaéreos. Se acabaron los sueños yanquis de ser la única potencia mundial dominante.
Tratar por cuerda separada: la otra cara de la moneda
¿Por qué durante el gobierno comunista y hasta ahora Rusia, que es un país industrializado, no ha logrado un gran crecimiento industrial? ¿Por qué sus principales ingresos provienen principalmente de la venta de gas y petróleo y de la venta de armamento? ¿Por qué Rusia no ha logrado el desarrollo económico e industrial que tiene la República Popular China? La respuesta surge de formularnos otra pregunta: ¿por qué las transnacionales japonesas han invertido enormes cantidades de dinero en China pero no en Rusia? Esta pregunta tiene una respuesta clara. Ya finalizando la segunda guerra mundial en 1945, los rusos, cumpliendo su compromiso con los aliados occidentales, atacaron a las fuerzas japonesas que ocupaban China y rápidamente las pusieron fuera de combate. Pero además de derrotar a la fuerza armada japonesa—y aquí surge el problema—, se apoderaron de las islas Etorofu, pertenecientes al Japón. Concluida la guerra y firmados los tratados de paz, los rusos se negaron a devolver las islas al Japón. Como consecuencia de esto, los japoneses —que no creen en el traidor enfoque de tratar “por cuerda separada” los asuntos comerciales y los asuntos territoriales— todo el tiempo, pese a las invitaciones de los rusos, se han negado a invertir en gran escala en Rusia.
Esta actitud digna y patriótica de los nipones es un ejemplo para los sachadiplomáticos, diplomaticuchos o diplomaticastros peruanos de nacimiento pero chilenos de corazón, huachafos y chicheros que por vestir y hablar bien ya creen que son alguien; estos mequetrefes no comprenden que no se puede entrar en ningún trato comercial con un país que usurpa nuestro territorio nacional. Regresando a nuestra realidad: ¿cómo es posible que al amparo del traidor principio de tratar “por cuerda separada” los asuntos limítrofes y comerciales se permita volar a los aviones chilenos en cielo peruano y que se piense vender gas a Chile si hasta ahora sigue usurpando tierra y mar? Si los políticos, diplomáticos y militares peruanos no han aprendido el amor a la patria en sus hogares, si más bien sus padres (¡ojo con los apellidos!) les han transmitido los antivalores que guían su actual conducta traidora, que miren el caso del Japón frente a Rusia, allí tienen una muestra viviente de dignidad y patriotismo.
Control estatal en recursos estratégicos
No se puede decir que el estado es mal o buen administrador, mal o buen empresario; todo depende de los hombres que dirigen las empresas estatales y del respeto que tenga el estado por la profesionalidad de quienes dirigen las empresas estatales. Aparte del caso de Rusia, que poniendo el gas y el petróleo bajo control del estado obtiene buenos resultados, tenemos el ejemplo de la Corporación del Cobre (Codelco), empresa estatal chilena que exitosamente explota minas de cobre y destina un porcentaje de sus ganancias para el armamentismo del país delincuente del sur y otro porcentaje para coimear a periodistas, diplomáticos y políticos peruanos que no sólo no se oponen a beneficiar a Chile con el usufructo de nuestros recursos naturales (gas, espacio aéreo, control del comercio costero peruano, etc.), sino que con diversos argumentos abogan abiertamente para lograr ese fin. ¿Por qué los políticos y periodistas prochilenos coimeros y traidores que dicen que el estado es mal administrador no mencionan los casos de gestión estatal exitosa de Rusia (gas y petróleo) y Chile (cobre)?
Para que una empresa estatal funcione deben darse varios requisitos: a) probidad y honradez de los gobernantes del país y de los gerentes de la empresa (algo muy difícil de conseguir en el Perú, por la asfixiante proliferación de políticos improvisados y de delincuentes metidos a la política); b) reforma del estado, lo que implica una reestructuración general del estado, entre otras cosas con una homologación de sueldos de los trabajadores al servicio del estado, sean civiles o militares, para que parejamente todos los profesionales tengan un sueldo y una pensión de cesantía o jubilación equivalentes; (1) c) fomento de una cultura de respeto a la ley en toda la ciudadanía (hoy priman la burla y la violación de la ley, desde el modesto portero o policía hasta los ministros, congresistas y funcionarios de alto nivel); d) funcionamiento eficiente, que asegure la rentabilidad de la empresa e impida que ésta se convierta en una carga para el fisco; e) eficiente fiscalización por parte de la contraloría, de los ciudadanos y de comités especializados de los colegios profesionales(2), que no practiquen aquello de “otorongo no come otorongo”; e) transparencia, que posibilite saber, por ejemplo, si una empresa ha aumentado el número de sus trabajadores y si sus gerentes y directores tienen el sueldo establecido por ley(3) sin bonificaciones u otras trampitas que tapan el robo del dinero del estado.
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(1) En el Perú el problema no es que existan sueldos elevados; el problema es que el estado paga con diferentes escalas a los profesionales, no hay equidad, de manera que la aspiración de muchos de ellos es entrar a trabajar a empresas o ministerios, aunque sea como “asesores” o “personal de confianza”, para ganar más. Esto debe desaparecer, todos los profesionales deben ganar igual según el número de años de estudio en la universidad, lo cual con justicia pone en primer lugar a los médicos y tras ellos los de otras carreras.
(2) Se podría premiar con dinero a los ciudadanos en general o profesionales que, analizando la información concerniente a las empresas estatales, permitan descubrir ineficiencias, acomodo de personal, mal uso de dinero o bienes, etc. A ver si con esos controles alguien, sea peón o gerente, se atreve a robar o a trabajar mal.