Herbert Mujica Rojas

La novísima tesis de la tramposa fauna política es que los caviares son responsables del desmadre y a ellos hay que atribuirles el 100% del tráfico de influencias, la deshonestidad como bandera, la mediocridad como “virtud” ensalzada por genuinos mentecatos.

 

conversa

Unos y otros, políticos (en altísimo porcentaje que frisa el 100%) y los denominados como caviares, comparten culpas: copamiento de gobiernos y entidades públicas; entronizamiento de logreros y charlatanes, embusteros profesionales y endogámicos; egoístas cuyo único “pensamiento” es en sí mismos.

¿Hay diferencia entre estas manadas hambrientas? De repente la fraseología, unos repiten viejas consignas y neologismos “impresionantes” y los otros son descarados mercenarios del sistema que salen a marchar a las calles en grupitos de no más de 30 individuos, pero de ese modo “hacen presencia”.

¿Qué hacen nuestros traviesos mamarrachos?

¿No es común ver, para cualquier fenómeno u ocurrencia que demanda una sola explicación, mil o más conjeturas, revestidas de palabras bonitas, mucha nadería y soberbia estupidez la que emiten nuestros traficantes políticos?

No dudan, nuestros traficantes, en agenciarse cursos de gobernabilidad en el extranjero y aunque casi nunca el seso les acompañe, orondos, muestran sus diplomas que los nominan como “facilitadores, gestores, estrategas” del tan manido arte de “gobernar”.

Pero más allá de la voz “profunda”, los lentes que intelectualizan cerebros congénitamente idiotas, hay poco, tan solo palabras, palabras, palabras. Y, ciertamente la “gobernanza”, neologismo simplón, queda en garrulería.

Nuestros traficantes políticos lo son ¡precisamente! porque de cada mil términos que emiten, 998 son ejercicio hueco o habilísima destreza para confundir más, no proponer nada y ¡mucho menos! impulsar un mensaje orgánico pensando en los más y en el horizonte de cinco o siete décadas.

Inmediatistas, vocingleros en la forma y palurdos, categorizan que la aparición en cualquier medio, radio, periódico o televisión, llena el objetivo de sus casi ciegas y torpes ambiciones. Con ese marco más bien pobre, no importa lo que rebuznen, el asunto es “tener presencia”.

¿Por causa de qué el ciudadano nacional es tan poco exigente? No le extraña que el político sea de juguete, al contrario, se solaza en cuál de los escándalos fue de mayor estrépito o intimidad, como si ello procurara una luz de esperanza para el habitante común y corriente.

En cambio, los miedos de comunicación han fabricado a un elector acrítico, bobo, profundamente mecanizado. Todas las mañanas los noticieros dan cuenta escrupulosa si el asesinado lo fue por ajuste de cuentas, asalto y la precisión de saber si fue el tiro a la cabeza o al pulmón, es francamente morbosa.

En Perú hemos tenido decenas de miles de muertos a bombazos y crímenes masivos en todas direcciones, desde el terrorismo dinamitero hasta el Estado nocturnino y alevoso que cohonestó matanzas en nombre de la “democracia”.

Hay una conclusión irrebatible: el peruano de hoy, es genio y figura, diseñado por los miedos de comunicación. No extraña, por tanto, que estos mismos miedos, no sean criticados ni emplazados porque, además, están concentrados en una o dos manos propietarias.

Es muy fácil conocer a los traficantes políticos. Hablan con una sabiduría de que carecen y para eso emiten por donde pasan, términos que suenan bien y a difícil: gobernabilidad, generación de mercados, sociedad civil, la defensa de la democracia, etc.

Usan anteojos (por imagen) y pronuncian citas de libros que no entienden pero que abundan en sus “conferencias” y tratados que las más de las veces son compilaciones de sus abstrusos “artículos periodísticos”.

Hace largas décadas que Perú carece de políticos de fuste, con vocación de futuro y capacidad de renuncia al yo personal para abundar y discurrir en el yo colectivo. Si se los convoca a trabajar en equipo, declinan porque sus egos son elefantiásicos.

Mientras que en Perú nuestros traficantes políticos sigan siendo de juguete por la terquedad ignorante de no entender que la unión hace la fuerza, el país persistirá engrilletado a la mediocridad y a la desesperanza.

No es en definitiva, un panorama alentador. Pero tampoco es una meta invencible. Depende de cuanta convicción pongamos en el tema para erradicarlo a favor de las grandes mayorías.

¡Eso sí, 100% de los traficantes políticos merecen sepultura y como premio el más categórico olvido!

Y los políticos más jóvenes deberían darse cuenta que imitar los vicios veteranos sólo produce monumentos grotescos y palurdos!

 

22.07.2024

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

 

Archivo adjunto

2024/07/2024-07-22-Diario-UNO.pdf