2010: Año de unidad y lucha
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Así tituló su portada la edición N. 95 del periódico "Nuestra Bandera" que un esforzado grupo de peruanos mantiene de manera regular en el país desde casi hace ocho años.
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Así tituló su portada la edición N. 95 del periódico "Nuestra Bandera" que un esforzado grupo de peruanos mantiene de manera regular en el país desde casi hace ocho años.
Y es que, en efecto, el año que se inicia marca aquí un bienio electoral que incluye los comicios de octubre, en los que se renovarán los gobiernos regionales y los municipios; y los de abril del 2011, en el que se renovará el Congreso y se elegirá al nuevo gobierno. Menú completo para tirios y troyanos, por cierto.
Los dos retos vienen en una atmósfera cargada por la crisis externa, pero también por la incertidumbre interna derivada del fracaso absoluto del "modelo" neo liberal y de la derrota objetiva de la política del Presidente García, de quien hoy el 79% de la ciudadanía considera que "habla demasiado", y sólo el 27% respalda.
Aunque el actual titular del Poder Ejecutivo considere que el Perú está "en la víspera de pasar al Primer Mundo", la realidad muestra lo contrario. El país se hunde, al mismo tiempo que se enriquece una casta burocrática, parasitaria y corrupta que tiene en sus manos los resortes del Poder y que obtiene pingues ganancias a la sombra del capital foráneo.
El propio Jefe del Estado admitió recientemente que en el transcurso del 2009 se perdieron más de doscientos mil puestos de trabajo; en tanto que la pobreza no se redujo, sino que aumentó en el Trapecio Andino, extensa zona del sur peruano donde habitan más de ocho millones de compatriotas, el 60% de los cuales sobre vive bajo el límite de la pobreza.
Contrariando el optimismo oficial, que hablaba de un crecimiento del PBI en un 5%, en el transcurso del año esa cifra cayó a menos del 1%, casi un tercio de lo que registró en el mismo periodo nuestra hermana Bolivia, bajo la certera administración de Evo Morales, al que García mira con el desdén que sienten los nuevos ricos ante los humildes.
Todos sabemos que Colombia, un país en extremo conflictivo y con 45 millones de habitantes, es el tercero más poblado del sub continente, Pero con esa población, registra 17 millones de pobres —es decir, casi u tercio— y 6 millones que sobreviven en condiciones de pobreza extrema.
Con una población marcadamente menor, el Perú -28 millones- tiene más del 40% bajo el límite de la pobreza, y siete millones en condiciones de pobreza extrema.
Pero más allá de las cifras, o independientemente de ellas, se registra el hecho que el gobierno peruano no puede mostrar logro alguno en el encaramiento de los retos fundamentales que agobian a la sociedad peruana: la educación sigue siendo un desastre, la salud pública registra deficiencias clamorosas, el problema de la vivienda continúa como un drama para millones, la falta de trabajo y oportunidad de empleo se levanta cual flagelo incontrolable; al tiempo que crece el desgobierno, la inseguridad ciudadana, la delincuencia y el narcotráfico.
Estos males, en las condiciones concretas de nuestro país, aumentan por diversas razones, pero también porque su incremento responde a una siniestra y perversa "necesidad" del sistema.
Aquí se necesita, en efecto, que crezca la delincuencia y la inseguridad ciudadana para que las empresas de seguridad multipliquen su negocio, para que "la protección" se convierta en una industria, y para que las instituciones formales —Policía y Fuerzas Especiales— puedan demandar aumento de partidas, presupuestos, logística, vituallas y otros utensilios que no serían necesarios si en el Perú imperara la buena vecindad y se mantuviera un sentido racional del respeto a la ley.
Recientemente se denunció en la ciudad de Trujillo la existencia de un Comando Para Policial encabezado por el Jefe de las fuerzas operativas del Estado, y cuya misión no convencional era aniquilar presuntos delincuentes.
El sustento de esa práctica, radica, por cierto, en una norma, el Decreto 982 que exime de responsabilidad penal a los efectivos de las Fuerzas Armadas y policiales que "en cumplimiento de su deber y en uso de sus armas en forma reglamentaria, causen lesiones o muertes".
Licencia para matar, en otros términos, que ya viene rindiendo frutos bajo el sin duda sugerente proyecto de "acabar con la criminalidad".
El procedimiento es simple y muy antiguo: las "fuerzas de orden" capturan a un supuesto delincuente a quien pueden incluso sustraerlo de su propio domicilio, se lo llevan y luego lo matan. Dirán que "fue abatido" al ofrecer resistencia; o aludirán a un presunto "enfrentamiento con sus captores", o hablarán incluso de "un intento de fuga".
Gracias a la ley, sin embargo, no habrá la posibilidad ni de investigar nada, ni de sancionar a nadie.
Y por si esta disposición pareciera insuficiente, luego el gobierno dispuso que en estos casos, los afectados por tales acciones podrán ser sepultados por los autores de las muertes, sin necesidad de que levanten el cadáver las autoridades judiciales competentes. No sólo matar, entonces, sino también desaparecer las evidencias del hecho, con todas las de ley, "hacer humo el cuerpo del delito", ¿por qué no cremarlo en algún horno clandestino como se hizo en los años de la "Guerra Sucia en la augusta sede de la Comandancia General del Ejército?
Pues bien, si este es el escenario y la realidad que nos ofrece "la clase gobernante", ¿qué es lo que tenemos que hacer los peruanos? ¿cruzar los brazos?, ¿esperar pasivamente que cambie este gobierno y venga otro "mejor"?.. Ciertamente que no. Nuestro primer deber es luchar firmemente contra esta política, denunciarla y combatirla sin tregua.
Por eso, nuestra segunda tarea es organizar a la población para derrotar esas prácticas en el año que se inicia construyendo la bandera de la unidad, única garantía de victoria.
Pero al hacerlo hay que tener muy clara la idea que si bien la lucha se habrá de dar en el marco electoral, está no es propiamente una lucha electoral, sino política y que, por tanto, debe rebasar largamente los parámetros de las consultas ciudadanas que se avecinan.
La dispersión es un lamentable signo en el Perú de hoy. No afecta sólo a la Izquierda. También, felizmente, a la derecha, que está severamente fragmentada. Hoy procura desesperadamente superar esta realidad y unirse, porque es consciente que, dividida, está perdida.
Y perdida estará, también, la Izquierda si no es capaz de unirse. Y ese es el segundo reto de nuestra realidad.
Desde hace por lo menos tres años los dirigentes de los llamados "partidos de la izquierda" anuncian que "están en conversaciones para forjar la unidad". Y aseguran -todos- que la unidad es su "prioridad fundamental". Pero como en las elecciones del Sumo Pontífice, aquí no sale humo blanco en ninguna parroquia.
Lo peor, sin embargo, no es eso. Lo peor es que nadie tiene el coraje de explicarle a la gente ¿Por qué no se concreta esa unidad? ¿Quiénes se aponen a ella? ¿En qué términos de discute el asunto? ¿Cuáles con las propuestas que se barajan? ¿En qué consisten las diferencias entre unos y otros?
Las llamadas "conversaciones entre los Partidos" se guardan en el más denso secreto, como si contar la historia les doliera.
Sería bueno que esta situación terminara, porque si queremos que el año 2010 sea realmente un año de unidad y de lucha, tenemos que abordar la tarea sin más expectativa que el cumplimiento del deber.
El tiempo corre y la tarea está planteada (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. / www.nuestra-bandera.com
Los dos retos vienen en una atmósfera cargada por la crisis externa, pero también por la incertidumbre interna derivada del fracaso absoluto del "modelo" neo liberal y de la derrota objetiva de la política del Presidente García, de quien hoy el 79% de la ciudadanía considera que "habla demasiado", y sólo el 27% respalda.
Aunque el actual titular del Poder Ejecutivo considere que el Perú está "en la víspera de pasar al Primer Mundo", la realidad muestra lo contrario. El país se hunde, al mismo tiempo que se enriquece una casta burocrática, parasitaria y corrupta que tiene en sus manos los resortes del Poder y que obtiene pingues ganancias a la sombra del capital foráneo.
El propio Jefe del Estado admitió recientemente que en el transcurso del 2009 se perdieron más de doscientos mil puestos de trabajo; en tanto que la pobreza no se redujo, sino que aumentó en el Trapecio Andino, extensa zona del sur peruano donde habitan más de ocho millones de compatriotas, el 60% de los cuales sobre vive bajo el límite de la pobreza.
Contrariando el optimismo oficial, que hablaba de un crecimiento del PBI en un 5%, en el transcurso del año esa cifra cayó a menos del 1%, casi un tercio de lo que registró en el mismo periodo nuestra hermana Bolivia, bajo la certera administración de Evo Morales, al que García mira con el desdén que sienten los nuevos ricos ante los humildes.
Todos sabemos que Colombia, un país en extremo conflictivo y con 45 millones de habitantes, es el tercero más poblado del sub continente, Pero con esa población, registra 17 millones de pobres —es decir, casi u tercio— y 6 millones que sobreviven en condiciones de pobreza extrema.
Con una población marcadamente menor, el Perú -28 millones- tiene más del 40% bajo el límite de la pobreza, y siete millones en condiciones de pobreza extrema.
Pero más allá de las cifras, o independientemente de ellas, se registra el hecho que el gobierno peruano no puede mostrar logro alguno en el encaramiento de los retos fundamentales que agobian a la sociedad peruana: la educación sigue siendo un desastre, la salud pública registra deficiencias clamorosas, el problema de la vivienda continúa como un drama para millones, la falta de trabajo y oportunidad de empleo se levanta cual flagelo incontrolable; al tiempo que crece el desgobierno, la inseguridad ciudadana, la delincuencia y el narcotráfico.
Estos males, en las condiciones concretas de nuestro país, aumentan por diversas razones, pero también porque su incremento responde a una siniestra y perversa "necesidad" del sistema.
Aquí se necesita, en efecto, que crezca la delincuencia y la inseguridad ciudadana para que las empresas de seguridad multipliquen su negocio, para que "la protección" se convierta en una industria, y para que las instituciones formales —Policía y Fuerzas Especiales— puedan demandar aumento de partidas, presupuestos, logística, vituallas y otros utensilios que no serían necesarios si en el Perú imperara la buena vecindad y se mantuviera un sentido racional del respeto a la ley.
Recientemente se denunció en la ciudad de Trujillo la existencia de un Comando Para Policial encabezado por el Jefe de las fuerzas operativas del Estado, y cuya misión no convencional era aniquilar presuntos delincuentes.
El sustento de esa práctica, radica, por cierto, en una norma, el Decreto 982 que exime de responsabilidad penal a los efectivos de las Fuerzas Armadas y policiales que "en cumplimiento de su deber y en uso de sus armas en forma reglamentaria, causen lesiones o muertes".
Licencia para matar, en otros términos, que ya viene rindiendo frutos bajo el sin duda sugerente proyecto de "acabar con la criminalidad".
El procedimiento es simple y muy antiguo: las "fuerzas de orden" capturan a un supuesto delincuente a quien pueden incluso sustraerlo de su propio domicilio, se lo llevan y luego lo matan. Dirán que "fue abatido" al ofrecer resistencia; o aludirán a un presunto "enfrentamiento con sus captores", o hablarán incluso de "un intento de fuga".
Gracias a la ley, sin embargo, no habrá la posibilidad ni de investigar nada, ni de sancionar a nadie.
Y por si esta disposición pareciera insuficiente, luego el gobierno dispuso que en estos casos, los afectados por tales acciones podrán ser sepultados por los autores de las muertes, sin necesidad de que levanten el cadáver las autoridades judiciales competentes. No sólo matar, entonces, sino también desaparecer las evidencias del hecho, con todas las de ley, "hacer humo el cuerpo del delito", ¿por qué no cremarlo en algún horno clandestino como se hizo en los años de la "Guerra Sucia en la augusta sede de la Comandancia General del Ejército?
Pues bien, si este es el escenario y la realidad que nos ofrece "la clase gobernante", ¿qué es lo que tenemos que hacer los peruanos? ¿cruzar los brazos?, ¿esperar pasivamente que cambie este gobierno y venga otro "mejor"?.. Ciertamente que no. Nuestro primer deber es luchar firmemente contra esta política, denunciarla y combatirla sin tregua.
Por eso, nuestra segunda tarea es organizar a la población para derrotar esas prácticas en el año que se inicia construyendo la bandera de la unidad, única garantía de victoria.
Pero al hacerlo hay que tener muy clara la idea que si bien la lucha se habrá de dar en el marco electoral, está no es propiamente una lucha electoral, sino política y que, por tanto, debe rebasar largamente los parámetros de las consultas ciudadanas que se avecinan.
La dispersión es un lamentable signo en el Perú de hoy. No afecta sólo a la Izquierda. También, felizmente, a la derecha, que está severamente fragmentada. Hoy procura desesperadamente superar esta realidad y unirse, porque es consciente que, dividida, está perdida.
Y perdida estará, también, la Izquierda si no es capaz de unirse. Y ese es el segundo reto de nuestra realidad.
Desde hace por lo menos tres años los dirigentes de los llamados "partidos de la izquierda" anuncian que "están en conversaciones para forjar la unidad". Y aseguran -todos- que la unidad es su "prioridad fundamental". Pero como en las elecciones del Sumo Pontífice, aquí no sale humo blanco en ninguna parroquia.
Lo peor, sin embargo, no es eso. Lo peor es que nadie tiene el coraje de explicarle a la gente ¿Por qué no se concreta esa unidad? ¿Quiénes se aponen a ella? ¿En qué términos de discute el asunto? ¿Cuáles con las propuestas que se barajan? ¿En qué consisten las diferencias entre unos y otros?
Las llamadas "conversaciones entre los Partidos" se guardan en el más denso secreto, como si contar la historia les doliera.
Sería bueno que esta situación terminara, porque si queremos que el año 2010 sea realmente un año de unidad y de lucha, tenemos que abordar la tarea sin más expectativa que el cumplimiento del deber.
El tiempo corre y la tarea está planteada (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. / www.nuestra-bandera.com