Horacio Gago Prialé
A algunas personas les sigue pareciendo defendible la frase "el mercado se autorregula y el Estado mientras mínimo, mejor". Eso no es cierto en Londres, Tokio ni Nueva York. Tampoco en Sao Paulo y mucho menos en el Perú. Es risible el dogma que defiende una idea de mercado sin deficiencias. En ninguna parte el mercado es perfecto por la sencilla razón de que es un entramado de intereses, unos mayores que otros. Y es aún más jocoso escuchar a gente que nunca entendió a Hayek, decir que en el Perú existe un mercado libre.
No es así. En el país ni hay mercado ni el amasijo o remedo que existe es libre. Lo que sí hay es un sistema oligopólico protegido por la ley y al frente un océano informal al que la ley acosa, persigue y amedrenta. Tan es así que la supuesta autoridad que vela por la libre competencia, la lealtad del comercio y los derechos del consumidor, es decir Indecopi, está dirigida o gobernada en su mayoría por representantes de gremios de grandes empresas formales. Es decir, bajo el prurito de la defensa de la formalidad, quienes resultan mandando en la autoridad de la libre y leal competencia son los mismos que forman parte de los oligopolios. Solo esto ameritaría una muy estricta y radical reforma en dicho instituto.
El otro colmo monumental en ese poderoso "leviatán comemypes" llamado Indecopi, es haberle asignado el enorme poder de calificar la propiedad intelectual e industrial, es decir calificar, titular y registrar el valioso activo humano llamado creatividad y conocimiento. En ningún país que se adscriba al libre mercado es imaginable que la autoridad de la defensa del consumidor y la libre competencia sea además la dedicada a monopolizar la calificación y registro de ese crucial activo humano, la inteligencia humana y el conocimiento. Los peruanos nos hemos preguntado muy pocas veces (error que debemos subsanar) a qué razón se debe que casi no existan patentes intelectuales o industriales (sobre obras o modelos industriales) o que el número anual de registro de éstas sea irrisorio, para no decir ridículo, comparado con la cantidad de creatividad que se mueve en el océano humano de las mypes. La razón de esa deficiencia estructural viene siendo el hecho que desde 1993 es Indecopi y no un auténtico Cofopri de los derechos de propiedad intelectual, quien se encarga de tan importante tarea.
Una entidad gobernada por los oligopolios, obviamente, va a buscar restringir al máximo la maduración de las mypes peruanas. Esta es la segunda razón para practicar en ese instituto una reforma radical.
La propiedad debe formalizarse en una sola entidad. Una que vele por los derechos de propiedad del suelo, las edificaciones, las chacras, las maquinarias, el comercio y también la creatividad. Porque todo activo, físico o intangible, requiere de propiedad para subsistir y prosperar. Pero además porque un mercado verdaderamente libre debe ser formal y democrático.
Es una pena que el gobierno de "adentro" no tenga ni la menor idea sobre la importancia institucional de la propiedad. Cegados por la ideología y una secular demagogia resentida, este gobierno debiera transitar desde el discurso indigenista y falaz de historiadores marxistas como Juan José Vega (gran falseador de la historia de los incas) a una militancia progresista que impulse a la izquierda del siglo XXI al lado de la modernidad y de la creación y justa distribución de riqueza. Más ganaríamos todos en un punto medio progresista, sin oligopolios ni clubes de constructores ni consultores, en lugar de estatizar la economía mintiendo con el cuento de la nacionalización. La nación es una entelequia que el Estado utiliza para el control del poder. Cuando ellos hablan de nacionalizar saben perfectamente que el significado es estatizar. Así fue desde Prebisch hasta Velasco.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
19-8-2021