Los bosques son fundamentales en la lucha contra el cambio climático. Proporcionan oxígeno, almacenan carbono y son el hogar de millones de personas y animales. Sin embargo, están desapareciendo a un ritmo alarmante.

Un techo cubierto de niebla sobre las copas de árboles verdes durante todo el año, un lienzo de tonalidades rojas y amarillas en otoño, o un bosque de coníferas de olor intenso. La mención de la palabra bosque evoca asociaciones muy diferentes, dependiendo del lugar del mundo en el que vivamos.

No obstante, a pesar de todas esas diferencias físicas y geográficas, los bosques tienen muchas cosas en común. Ayudan a regular los patrones meteorológicos, previenen las inundaciones y la erosión del suelo, y proporcionan alimento, agua y refugio, tanto para el ser humano como para innumerables especies de animales. También proporcionan oxígeno, almacenan carbono y tienen la mayor biodiversidad del planeta, después de los océanos.

Sin embargo, a pesar de esta riqueza de funciones vitales, los bosques están siendo talados a un ritmo alarmante en todo el mundo. En 2017 desaparecieron 29,4 millones de hectáreas (72,6 millones de acres) de cobertura arbórea, un área equivalente a 41 millones de campos de fútbol, ligeramente por debajo del récord establecido en 2016, según las últimas cifras de Global Forest Watch (GFW).

Los bosques tropicales se vieron especialmente afectados en 2017, con una disminución de 15,8 millones de hectáreas (39 millones de acres), un área equivalente a la mitad del tamaño de Polonia.

Los bosques tropicales de América Central y del Sur, África y Asia albergan alrededor del 80 por ciento de todas las especies conocidas del mundo, aunque sólo cubren el 6 por ciento de la superficie terrestre. Sin embargo, los beneficios económicos que se pueden obtener de sus fértiles tierras y de sus enormes árboles de madera noble los han convertido en uno de los hábitats más amenazados del planeta. Una mala noticia para la lucha contra el cambio climático, considerando que también almacenan grandes cantidades de carbono.

"Entre el 12 y el 17 por ciento de todas las emisiones de carbono provienen de la pérdida de bosques tropicales”, dice a DW Jake Bicknell, científico de conservación de la Universidad de Kent, en Gran Bretaña.

"Estamos hablando de dimensiones aterradoras del tamaño de campos de fútbol”, explica, refiriéndose a los cálculos según los cuales cada minuto desaparecen 50 campos de fútbol de bosque de la superficie de la Tierra. "Esta es la realidad”, añade Bicknell.

La deforestación está en aumento.

La deforestación aumenta

La cuenca del Amazonas comprende la selva tropical más extensa del mundo. Se considera que su extensión abarca nueve países de América del Sur, de los cuales Brasil posee la mayor superficie, alrededor de dos tercios de los bosques tropicales, un área mayor que la de Europa occidental. Aquí es donde se ha producido una de las mayores deforestaciones y degradaciones, disminuyendo la calidad del bosque y, por lo tanto, también el número de especies.

En la segunda mitad del siglo XX y principios de los años 2000 aumentó la demanda de carne. Enormes áreas fueron taladas para dar paso a la ganadería, una de las principales causas de la pérdida de bosques.

Entre 2000 y 2012, las tasas de deforestación en Brasil se redujeron un 75 por ciento debido a los enormes esfuerzos de conservación, a la monitorización y vigilancia de los bosques, así como al compromiso de algunas empresas internacionales para dejar de vender carne o cuero de ganado criado en tierras deforestadas.

Desde 2012, sin embargo, esta tasa ha vuelto a aumentar, como muestran las cifras del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil. Por aquel entonces, el gobierno brasileño relajó las regulaciones ambientales y abandonó los planes de crear nuevas áreas protegidas. En los últimos años, la pérdida de bosque se ha acelerado de nuevo, alcanzando un máximo de 5,4 millones de hectáreas (13,3 millones de acres) en 2016, según GFW.

Dirk Embert, biólogo y portavoz del grupo ecologista WWF para América del Sur, atribuye algunas de las dramáticas cifras a las nuevas leyes que "fomentan la deforestación", y que se introdujeron tras el cambio de gobierno en 2016. Grupos conservacionistas han acusado al presidente del país, Michel Temer, de haber cedido a la coacción de grupos de presión agrícolas.

Embert también señala la tala de bosques para el cultivo de palma aceitera como un problema de reciente aparición. La producción de aceite de palma ha sido otro de los factores principales del impulso de la deforestación en otros lugares del mundo. "Cada vez estamos recibiendo más informes de países de América del Sur sobre las primeras plantaciones de palma aceitera, que ya han sido planificadas, o incluso establecidas”, señala Embert.

Aceite de palma: un importante contribuyente

Hasta hace poco, la producción de aceite de palma estaba localizada principalmente en Indonesia y Malasia. Las plantaciones de palma aceitera y fibra de madera (utilizadas mayormente para la producción de celulosa y papel) son las dos principales causas de la deforestación en ambos países, según estudios realizados por GFW y el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), con sede en Indonesia.

Entre 2001 y 2015, alrededor de 1,5 millones de hectáreas (3,7 millones de acres) de bosque primario se convirtieron en plantaciones de este tipo en Indonesia. El bosque primario se define como un bosque que no ha sido perturbado significativamente por la actividad humana y es considerado como el "mejor” en términos de biodiversidad y almacenamiento de carbono.

"No se puede reemplazar un bosque primario”, afirma el ecologista forestal Markus Eichhorn, de la Universidad de Nottingham, en el Reino Unido. "No puedes dejar que vuelva a crecer, a menos que estés dispuesto a esperar unos cuantos siglos”.

A medida que aumenta la demanda de aceite de palma, más empresas están mirando hacia otros destinos, como la cuenca del río Congo. Esta área, a la que los conservacionistas llaman la "nueva frontera”, es el segundo pulmón más importante del planeta, después de la selva amazónica. Los bosques de la región ya se enfrentan a las amenazas de la agricultura, la tala y la producción de carbón vegetal, y están desapareciendo a un ritmo del dos al tres por ciento al año. Gran parte de ellos son bosques primarios.

Sin Amazonas, no hay futuro 

Los bosques son muy importantes en la lucha contra el cambio climático. "Si perdemos la selva amazónica no tendremos ninguna posibilidad de salvar nuestro planeta”, afirma Embert, de WWF, y agrega que la selva tropical más grande que queda en el mundo está ahora cerca del 20 por ciento de su deforestación, lo que constituiría un "punto de inflexión” del que no habría retorno. Si eso sucede, la Amazonia podría volverse "tan débil que no podría mantener estable su ecosistema y podría convertirse en una sabana”.

Las consecuencias de los daños causados hasta ahora ya se están sintiendo en Brasil, donde muchas partes del país dependen de los "ríos voladores” como fuente de agua. El vapor de agua de la selva húmeda de la cuenca amazónica es transportado por corrientes de aire a ciudades como Sao Paulo. Ahora, sin embargo, el vapor se evapora cuando sobrepasa superficies limpias y secas en áreas deforestadas. El resultado es la escasez de agua en las zonas urbanas. 

Buscando soluciones

Bicknell cree que no hay manera de detener la deforestación tan rápido. En su opinión, los conservacionistas deberían centrarse en reducir el impacto, como la pérdida de especies.

Una forma de hacerlo es apoyando las áreas protegidas y los territorios indígenas. Las tasas de deforestación son significativamente más bajas dentro de esas áreas, según Embert.  

Otra forma es promover los productos madereros sostenibles y certificados, que se cosechan a través de la tala selectiva cuidadosamente planificada. Esto implica talar árboles seleccionados en ciclos de 30 a 40 años para dejar un bosque estructuralmente intacto.

Se podría hacer lo mismo con el cultivo de palma aceitera. "Se puede despejar toda el área o, por el contrario, dejar áreas de bosque intactas que tengan un mayor valor de conservación. Pueden ser áreas particularmente importantes para las especies raras y conectarse a través de corredores para que los animales puedan moverse de una área a otra”, explica Bicknell.

Las nueva tecnologías también pueden ser una ayuda. Los conservacionistas y las comunidades forestales están utilizando cada vez más aplicaciones para teléfonos inteligentes para registrar los daños y los cambios en el bosque, así como para denunciar sucesos ilegales.

La pequeña ONG Rainforest Connection, por ejemplo, utiliza teléfonos móviles desechados y los instala en los bosques para detectar la tala ilegal. Los micrófonos de los teléfonos, alimentados con energía solar, captan el sonido de las motosierras (de forma similar a como una aplicación como Shazam reconoce una canción) y envían una alerta a las autoridades. Gracias al rastreador GPS del teléfono, los guardabosques saben dónde encontrar a los leñadores.

"Las posibilidades de control sobre el terreno están mejorando gracias a este tipo de aplicaciones”, señala Eichhorn. "Además, la mejora en la resolución de los sistemas de observación de la Tierra a través de imágenes de satélite nos ofrece una mejor visión desde el cielo. Así que estamos mejorando mucho”, concluye.

 

Autor: Jennifer Collins (AR/CP)
DW, 05.08.2018