La minería de oro en pequeña escala es la principal fuente de emisiones de mercurio en Sudamérica. ¿Por qué resulta tan difícil erradicar este letal mineral? Expertos hablan sobre esta amenaza regional y global.
Bhopal, Chernobil, ¿Minamata? El nombre de esa localidad japonesa no resuena con la misma intensidad en la memoria colectiva. Pero fue el escenario de una de las grandes tragedias industriales del sigo XX. Los síntomas comenzaron a manifestarse en 1956: vómitos, mareos, problemas neurológicos. Tras años de investigación se determinó que la causa era la intoxicación con metilmercurio. Centenares de muertos y miles de afectados dejó en Minamata el vertido de grandes cantidades de mercurio en una bahía cercana, que contaminó las aguas y, a través de los peces, entró en la cadena alimentaria.
“Letal e indestructible”
“Lamentablemente, esta es una historia que todavía debemos contar porque, aun cuando han transcurrido varios decenios, son demasiadas las personas que siguen pensando que el mercurio es simplemente un elemento fascinante contenido de manera segura en los termómetros. Son muy pocos los que entienden que es letal e indestructible”, señaló el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en el prólogo del Convenio de Minamata, que entró en vigor el 16 de agosto de 2017 y apunta a la prohibición de nuevas minas de mercurio, la eliminación gradual de las existentes y la reducción del uso del mercurio en una serie de productos y procesos.
Un aspecto clave es la regulación del sector de la minería artesanal y a pequeña escala, que en América del Sur es responsable de la gran mayoría de las emisiones de mercurio al medio ambiente. “El Convenio de Minamata no está en contra de la minería aurífera, ni de los mineros artesanales, sino que está en contra de la contaminación del mercurio y de que los mineros, sus familias y comunidades se contaminen con el mismo”, subraya en entrevista con DW Fernando Lugris, quien presidió las negociaciones del convenio. El actual embajador de Uruguay en China señala que, al provenir de la región, siempre tuvo claro que “esta era una de las problemáticas fundamentales, no solo del ángulo medioambiental, sino también del ángulo social y económico”.
Erradicar el uso del mercurio en la pequeña minería es una tarea ardua. Los métodos alternativos, como el de concentración gravimétrica, que consiste en separar el oro por su peso, requieren inversión en equipo y no son tan rápidos. “Con el mercurio es mucho más fácil. Los minero artesanales usan su batea, aplican mercurio y generan una amalgama que luego queman y obtienen el oro”, explica a DW Jairo Cárdenas, líder de servicios mineros de la Alianza por una Minería Responsable, una fundación con proyectos en Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia y Honduras.
Mercado negro
En julio de 2018 entró en vigor la prohibición del uso del mercurio en la minería en Colombia, que tomó la delantera en la región en el plano normativo. Pero existe también un vasto sector ilegal. “Casi el 80 por ciento del oro que sale de Colombia se genera en actividades extractivas que no son legales”, indica Johannes Dobinger representante para la región andina de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), quien ha dirigido proyectos para acabar con el uso del mercurio en el sector.
El país intenta combatir la minería ilegal mediante el Registro Único de Comercialización de Minerales, que “obliga a quien venda mineral a certificar su procedencia”, indica Cárdenas. Pero, en la práctica, se encuentran vías para burlar las disposiciones, y el mercurio “se sigue utilizando de manera ilegal”. Pero, como es más difícil conseguirlo, “se genera otra economía ilícita, que es la del propio mercurio”, advierte Dobinger. “Hay un mercado negro y, por otro lado, hay confiscaciones en mayores cantidades, pero no está muy claro qué hacer con ese mercurio. Es decir, todavía no hay un sistema para almacenarlo de manera segura”, ni una solución definitiva.
“Estado ausente”
Según el representante de ONUDI, en toda la región la situación es muy similar. “La minería a pequeña escala se realiza en territorios donde el Estado muchas veces está ausente. No hay suficientes recursos para controlar”, indica.
Es necesario concienciar en cuanto al impacto de estas prácticas, tanto en la salud como en el medioambiente. “Resulta que el uso del mercurio, para el minero mismo, si se maneja bien, no es necesariamente tan dañino”, dice Döbinger. El mayor peligro proviene del vertido al suelo y al agua, donde se acumula y contamina a los peces. Peligrosas son también las emisiones al aire, causadas no solo por la quema de amalgama, sino también por el trabajo con oro contaminado que se lleva a cabo en las tiendas de las zonas mineras. “A través de las mediciones en nuestros proyectos, nos hemos dado cuenta de que las mayores concentraciones de mercurio se encuentran en los cascos urbanos de las pequeñas ciudades, donde hay muchas tiendas de compraventa de oro”, indica.
Pero el problema no es local, sino global. Y así lo entiende el Convenio de Minamata, al que han adherido ya 108 países. Como afirma Fernando Lurgis, “lamentablemente todos somos conscientes de que hay otras “Minamatas” que pueden ocurrir en el mundo y que se puedan dar en zonas de alta minería de oro, donde se sigue utilizando el mercurio en el proceso”.
DW, 13.06.2019