Gana la minoría privilegiada, pierden la soberanía ciudadana y los derechos humanos
Por Xavier Caño Tamayo*
Se acumulan presagios económicos catastrofistas en prensa, radio y televisión sobre endeudamiento, déficit y su repercusión en la recuperación económica. Para que la ciudadanía acepte lo que le echen como única salida. Y, mientras tanto, se desmontan poco apoco las garantías laborales y se reducen o eliminan los derechos a salario suficiente, a seguridad social, a una vida digna... Esos proclamados recortes inevitables e imprescindibles “reformas estructurales” son violaciones de derechos humanos.
Se acumulan presagios económicos catastrofistas en prensa, radio y televisión sobre endeudamiento, déficit y su repercusión en la recuperación económica. Para que la ciudadanía acepte lo que le echen como única salida. Y, mientras tanto, se desmontan poco apoco las garantías laborales y se reducen o eliminan los derechos a salario suficiente, a seguridad social, a una vida digna... Esos proclamados recortes inevitables e imprescindibles “reformas estructurales” son violaciones de derechos humanos.
Esta escalada de reiteradas noticias sobre déficit, deuda y los males que nos acechan contribuyen a desmontar el estado de bienestar. Los logros sociales, unos derechos humanos conseguidos con coraje, sangre, prisión y sufrimiento. Pero este desmantelamiento no sería posible sin la complicidad de los medios informativos; medios de persuasión al servicio de intereses minoritarios concretos.
Toda esta porquería actual empezó hace poco con la actuación de las agencias de clasificación de crédito, también denominadas de calificación de riesgo o de rating. Agencias que evalúan productos financieros o activos de empresas, Estados o gobiernos regionales; valoran el riesgo de impago y la solvencia del emisor de deuda en los mercados de valores con cálculos estadísticos y métodos matemáticos.
La cuestión se complica cuando los dictámenes de esas agencias son considerados las tablas de la ley entregadas a Moisés en el Sinaí. Tales agencias son parte del problema, no de la solución. El presidente de Moody’s ha admitido que los graves errores de las agencias de rating contribuyeron a la crisis financiera porque otorgaron buenas calificaciones a las hipotecas-basura. Pero al error ya fue cósmico al convertirse la crisis de las hipotecas en crisis global que ha desmontado las economías. Ocurrió cuando la banca de inversión Lehman Brothers se declaró en bancarrota, poco antes de ser rescatada urgentemente con dinero de los ciudadanos estadounidenses. ¿Saben que calificación daban esas agencias de rating a Lehman Brothers el mismo día que Lehman pidió auxilio porque se hundía? Muy buena.
Pero no aprenden y persisten en sus discutibles y oscuras actuaciones sobre Grecia, España, Portugal... Las agencias maniobran contra la solvencia de España, aunque la deuda pública española sea 20 puntos menor respecto al PIB que la de sus vecinos europeos. ¿Y qué ocurre en España ante las calificaciones a la baja de esas agencias? Recortes, congelación de pensiones, rebajas de salarios... Frenos a la reactivación económica. El Nobel Paul Krugman denuncia que “se ha convertido en sabiduría que hay que socavar la recuperación económica para apaciguar a quienes temen que haya inflación, aunque no la haya ni por asomo. Y eso es lo realmente malo”.
El otro expolio a la ciudadanía es la usurpación de soberanía; una soberanía que todas las constituciones nacionales proclaman, pero que hoy detentan quienes no han sido elegidos y ante nadie responden.
Sobre nuestras vidas deciden oscuras instituciones nada democráticas. La política presupuestaria de los países de la zona euro, por ejemplo, está marcada en realidad por el Banco Central Europeo. Y el FMI (otro que tal) es un tinglado donde la designación de responsables es fruto de enjuagues y cambalaches entre los países más poderosos.
Marshall Auerback, investigador económico del Roosevelt Institute, denuncia que “camuflados tras todo el furor contra el déficit están los beneficiarios de la reciente prodigalidad pública. Las élites político-económicas, los mayores beneficiarios de la magnanimidad gubernamental en los dos últimos años, despotrican contra la política fiscal que dicen es irresponsable e insostenible”. Y Bill Mitchel remacha que “los neoliberales socavan deliberadamente el derecho a trabajar de millones de personas, forzándolas a una situación de dependencia para entrar a saco en el sistema de bienestar y negar el alivio que ese sistema les proporciona.”
Ante tal miserable despropósito sobre deuda y déficit, Auerback insiste que “la mejor reforma para lograr estabilidad financiera es el pleno empleo, porque así crecen los ingresos y la capacidad para reducir deuda; descienden impagos a bancos y hay menor necesidad de rescates públicos. El pleno empleo es el valor real que debe guiar la política económica, no el falso énfasis en proporciones financieras siempre en manos del sector financiero”.
Estoy con Auerback cuando dice que “la depravación moral de las élites es verdaderamente inconcebible”. Yo las denomino minoría privilegiada.
*Periodista y escritor
www.solidarios.org.es
Toda esta porquería actual empezó hace poco con la actuación de las agencias de clasificación de crédito, también denominadas de calificación de riesgo o de rating. Agencias que evalúan productos financieros o activos de empresas, Estados o gobiernos regionales; valoran el riesgo de impago y la solvencia del emisor de deuda en los mercados de valores con cálculos estadísticos y métodos matemáticos.
La cuestión se complica cuando los dictámenes de esas agencias son considerados las tablas de la ley entregadas a Moisés en el Sinaí. Tales agencias son parte del problema, no de la solución. El presidente de Moody’s ha admitido que los graves errores de las agencias de rating contribuyeron a la crisis financiera porque otorgaron buenas calificaciones a las hipotecas-basura. Pero al error ya fue cósmico al convertirse la crisis de las hipotecas en crisis global que ha desmontado las economías. Ocurrió cuando la banca de inversión Lehman Brothers se declaró en bancarrota, poco antes de ser rescatada urgentemente con dinero de los ciudadanos estadounidenses. ¿Saben que calificación daban esas agencias de rating a Lehman Brothers el mismo día que Lehman pidió auxilio porque se hundía? Muy buena.
Pero no aprenden y persisten en sus discutibles y oscuras actuaciones sobre Grecia, España, Portugal... Las agencias maniobran contra la solvencia de España, aunque la deuda pública española sea 20 puntos menor respecto al PIB que la de sus vecinos europeos. ¿Y qué ocurre en España ante las calificaciones a la baja de esas agencias? Recortes, congelación de pensiones, rebajas de salarios... Frenos a la reactivación económica. El Nobel Paul Krugman denuncia que “se ha convertido en sabiduría que hay que socavar la recuperación económica para apaciguar a quienes temen que haya inflación, aunque no la haya ni por asomo. Y eso es lo realmente malo”.
El otro expolio a la ciudadanía es la usurpación de soberanía; una soberanía que todas las constituciones nacionales proclaman, pero que hoy detentan quienes no han sido elegidos y ante nadie responden.
Sobre nuestras vidas deciden oscuras instituciones nada democráticas. La política presupuestaria de los países de la zona euro, por ejemplo, está marcada en realidad por el Banco Central Europeo. Y el FMI (otro que tal) es un tinglado donde la designación de responsables es fruto de enjuagues y cambalaches entre los países más poderosos.
Marshall Auerback, investigador económico del Roosevelt Institute, denuncia que “camuflados tras todo el furor contra el déficit están los beneficiarios de la reciente prodigalidad pública. Las élites político-económicas, los mayores beneficiarios de la magnanimidad gubernamental en los dos últimos años, despotrican contra la política fiscal que dicen es irresponsable e insostenible”. Y Bill Mitchel remacha que “los neoliberales socavan deliberadamente el derecho a trabajar de millones de personas, forzándolas a una situación de dependencia para entrar a saco en el sistema de bienestar y negar el alivio que ese sistema les proporciona.”
Ante tal miserable despropósito sobre deuda y déficit, Auerback insiste que “la mejor reforma para lograr estabilidad financiera es el pleno empleo, porque así crecen los ingresos y la capacidad para reducir deuda; descienden impagos a bancos y hay menor necesidad de rescates públicos. El pleno empleo es el valor real que debe guiar la política económica, no el falso énfasis en proporciones financieras siempre en manos del sector financiero”.
Estoy con Auerback cuando dice que “la depravación moral de las élites es verdaderamente inconcebible”. Yo las denomino minoría privilegiada.
*Periodista y escritor
www.solidarios.org.es