Otra forma de terrorismo

Por José Carlos García Fajardo*

A los causantes de víctimas inocentes les llaman terroristas. ¿Cómo habría que llamar a los vendedores de armas para guerras motivadas por intereses económicos, a los responsables del hambre en el mundo, de la proliferación de enfermedades hoy curables, de la falta de educación, del destrozo del medioambiente y de una explosión demográfica que se empeñan en ocultar? Son otras formas de terrorismo.


Si en el pensamiento tradicional de Occidente el derecho de resistencia ante el tirano se convierte en deber cuando padecen los más débiles, ¿acaso los traficantes financieros no son los tiranos de nuestros días? “Ellos” deciden  el rumbo de las sociedades, imperan sobre los gobernantes, controlan medios de comunicación, crean necesidades, alteran los productos y propalan el miedo ante la inseguridad que ellos mantienen para controlar el sistema.

Para vergüenza de todos llega el Informe Anual sobre la Riqueza en el Mundo, elaborado por Merrill Lynch. Aquellos cuya fortuna (excluida la vivienda habitual y los bienes de consumo) supera el millón de dólares (unos 807.000 euros) forman parte del club de ricos que, en España, está formado por unas 16.000 personas, muchas de ellas pertenecientes a las mismas familias. Mientras el resto de mundo peleaba con  la crisis financiera que se inició en 2007, el número de grandes fortunas españolas creció un 12,5% el año pasado.

El porcentaje de grandes fortunas se incrementó en más del 18,9% en el mundo durante el pasado año. El patrimonio conjunto de los más ricos del mundo, alcanzó los 39.000 millones de dólares (34.000 millones de euros), Fortunas cuyo patrimonio supera los 30 millones de dólares (24 millones de euros), subió casi un 20%.

Norteamérica, con una subida del 16,5%, fue la segunda región del mundo que registró mayor subida, después de China. Pero el ranking de países sigue con Estados Unidos, Japón y Alemania, que concentran el 53,5% de todas las grandes fortunas del planeta.

Muchas se admiran de que esto suceda “a pesar de la crisis”, pero otros denunciamos que muchas de esas fortunas crecen sin cesar cuando hay guerras, crisis y hasta desastres naturales. Los que padecen las consecuencias siempre son los pobres y las clases medias. Por eso escribió García Márquez que “si la mierda tuviera un precio, los pobres nacerían sin culo”.

Los ricos, aparte de los inmensos depósitos que ocultan en paraísos fiscales se inclinan por “productos socialmente responsables” como BP, Repsol, la industria del armamento y el blanqueo del dinero del crimen organizado, drogas, prostitución, fondos basura, imposición de monocultivos, manipulación en el precio de las cosas y en lo que siempre han sostenido que regulaba la divina ley del mercado. Pero la  economía no obedece a la ley de la oferta y de la demanda sino a las economías de casino en manos de banksters de las finanzas a costa de las materias primas y de la mano de obra de millones de personas que cada día engrosan el mundo de los desheredados.

Los causantes de la crisis que afecta a los más débiles la produjeron las grandes compañías financieras, las burbujas inmobiliarias, los hedge funds, los bonos escandalosos de los grandes directivos, la evasión de capitales y el fraude masivo de los billones que se ocultan en paraísos fiscales.

¿Será más fácil montar  guerras, revoluciones y golpes de Estado que ponerse de acuerdo para transformar el modelo económico que rige el mundo? ¿Acaso, aprovechando “la muerte anunciada” del ataque a las Torres de Nueva York, no tardó Bush dos días en congelar los fondos de más de 60 personas y organizaciones sospechosas de financiar actividades terroristas?

Pero el poder de los medios y la estupidez de nuestros gobernantes nos distraen con operaciones de ajustes económicos cuando se conocen a los responsables de este capitalismo salvaje. Es tan absurdo que los culpables se hayan enriquecido de nuevo con ayuda de los fondos aportados por los contribuyentes que desde la Unión Europea desconciertan a la opinión pública con recortes a costa de pensionistas, funcionarios, trabajadores y la base social más amplia mientras no se deciden a transformar y controlar los bancos y a terminar con el fraude fiscal.

Si el terrorismo hace chantaje mediante la coacción y el miedo, los  poderes financieros se sirven de los políticos sumisos para apretar más la soga. ¿Qué pasaría si nos negásemos a contribuir para los gastos de esas guerras, a promover políticas fiscales más justas, gravar a las grandes fortunas aunque amenacen con evadir capitales…? ¿más todavía? Mientras no terminen con los paraísos fiscales y el control de las vidas y de las conciencias, propio de este degenerado modelo económico, no tendremos derecho a calificar de terroristas a quienes, en no pocos casos,  no tienen que perder más que sus cadenas, su miseria y desesperanza.

* Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS

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