Humberto Campodónico
Todos saben que el “Asia emergente” es donde se disputa la hegemonía económica, comercial –y también política– del siglo XXI. Se podría pensar que el Asia es el “patio trasero” de China y que, por lo tanto, lo que allí suceda estará dirigido o monitoreado por ese país.
Pero no es eso lo que piensa EE.UU. que desde el 2010 ha planteado la estrategia “pivot”, en la que confirma a sus aliados que mantendrá su poderío militar, sobre todo naval, en el Asia. Además, EE.UU. también impulsa el Acuerdo Trans Pacífico (TPP) que agrupa a EE.UU., Canadá, México, Chile y Perú, junto con los asiáticos Brunei, Vietnam, Singapur, Malasia, Japón, Australia y Nueva Zelanda. El objetivo de Obama ha sido que las negociaciones concluyan este mes de octubre.
Los países del TPP representan el 40% de la población mundial, y el 60 y 40% del PBI y del comercio mundial, respectivamente. Se plantea como un gran TLC regional, bastante más “agresivo” en propiedad intelectual, comercio electrónico, empresas estatales, telecomunicaciones y compras gubernamentales.
Esta profundización de los TLC vigentes ha suscitado resquemores, los mismos que se ven agravados por el carácter totalmente secreto de las propuestas negociadas (de vez en cuando se “filtra” uno que otro documento). Por ejemplo, según el New York Times (2 de junio) este acuerdo supondrá restricciones impuestas por EE.UU. por razones de seguridad, control a sitios de Internet y la eventual desconexión de usuarios ante infracciones a los derechos de autor.
En Chile, Marcos Robledo (asesor de Michelle Bachelet en el gobierno anterior) afirma que el TPP le proporciona un valor relativamente en el acceso a mercados, porque ya tienen un TLC con todos sus miembros. En Perú, el ex ministro de Comercio, Raúl Silva dijo: “Hemos sido claros. No vamos a ir un milímetro más allá de lo ya negociado en propiedad intelectual en el TLC con EE.UU.”. (RPP , 12/06/2013). En Vietnam, Malasia y Singapur, están preocupados porque el TPP significaría la virtual desaparición de las empresas estatales.
En diciembre del 2012 se lanzó otra iniciativa puramente asiática: la RCEP, formada por el bloque ASEAN (Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunei, Birmania, Camboya, Laos y Vietnam) a la que se suman Australia, Nueva Zelanda, China, India, Japón y Corea del Sur. El objetivo de este nuevo bloque (con el 24% y 40% del PBI y del comercio mundial) es también una zona de libre comercio, pero tomando en cuenta la situación de los países más débiles (Camboya, Laos) lo que se traduce en tratos especiales y diferenciados.
El RCEP ha dicho desde el inicio que no excluye a nadie y que otros pueden entrar (por ejemplo, EE.UU.) y lo mismo afirma el TPP (China puede entrar). Pero más allá de las declaraciones, hay una sorda lucha por la hegemonía comercial, política y militar. EE.UU. logró hace solo 6 meses que Japón entre al TPP, mientras que China refuerza sus lazos comerciales con Malasia (incluyendo defensa) y Corea del Sur (acaban de comenzar a negociar un TLC), entre otros.
Una conclusión clara se desprende de estas iniciativas –a lo que se debe añadir los inicios de un TLC entre EE.UU. y la Unión Europea–: que la Organización Mundial de Comercio está cada día más relegada en las negociaciones comerciales. A su nuevo Secretario General, el brasileño Roberto Azevedo, le ha tocado la casi “misión imposible” de levantarla. Punto en contra para el multilateralismo.
Otro tema es que la crisis política en EE.UU. (el cierre del gobierno) ha impedido que Obama asista a la cumbre del APEC en Bali, así como a visitas de Estado en Filipinas y Malasia. Tampoco asistirá a la reunión del TPP, también en Bali. Esto se aprecia como un signo de declive de EE.UU., lo que asesta un serio golpe de credibilidad a sus objetivos de “pivot” en Asia.
Para terminar, el TPP es un TLC con grandes impactos globales y regionales, impulsado por intereses políticos y comerciales de EE.UU. Por eso, debe haber amplia información y transparencia, como lo han pedido varios congresistas, tanto en Perú como en Chile.
De otro lado, los crecientes déficit de la balanza comercial, así como los déficit comerciales con EE.UU. desde el 2008 (en el 2012 fueron US$ 3,000 millones) obligan a una revisión integral de la política comercial.
El gobierno debe explicitar los objetivos de su política de integración regional (Comunidad Andina, Mercosur, Alianza del Pacífico) e internacional señalando claramente las líneas rojas que no se pueden cruzar. Allí comienza el debate.
Fuente
La República, 07.10.13