El problema de la evasión fiscal está en el centro de las discusiones mundiales en la actualidad. En el Consejo Europeo, en el G20, en las discusiones del parlamento norteamericano, en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y en cuanto foro de líderes mundiales sobre cómo salir de la crisis global.
Claro, ha tenido que venir un escenario en el que los propios países industrializados --también llamados ricos y hoy altamente endeudados-- han sido golpeados en sus arcas fiscales por los rescates financieros, las medidas de austeridad y la baja recaudación.
Todo ello con una opinión pública que ha sentido en carne y hueso los recortes y la eliminación de subsidios sociales, especialmente en Europa, y ha visto como las grandes empresas esconden sus ganancias en paraísos fiscales.
El escándalo de los offshore leaks junto con el informe BEPS (sobre erosión de la base fiscal y la deslocalización de utilidades o mejor dicho cómo es que esconden beneficios las transnacionales) de la OCDE, han puesto el dedo en la yaga y han obligado a pronunciarse a medio mundo, incluyendo al primer ministro inglés que ha declarado la guerra contra los evasores. Quien lo diría, los más grandes apañadores de la opacidad financiera se convierten hoy en los paladines contra esa plaga.
Con todo, las propuestas están sobre la mesa desde hace mucho. La sociedad civil y varios thinks tanks del globo, hace rato que han dicho que el intercambio automático de información, la tasación unitaria, los informes financieros desglosados país por país, la eliminación del secreto bancario, la publicación de los beneficiarios reales de las inversiones entre otras iniciativas, pondrían fin a estos crímenes de cuello y corbata, que perjudican a cientos de millones de personas en todo el mundo.
Sin embargo, el reto también está enfrente: ¿podrá la presión de la opinión pública de las sociedades del norte ganarle al tremendo poder y lobby de los peces gordos de las finanzas mundiales? ¿Se podrá poner el cascabel a las transnacionales?
Eso está por verse, sin embargo el tiempo apremia, pues en un escenario de recuperación de la economía mundial, la lucha contra la evasión podría perder prioridad en la agenda.
Hay quienes dicen que es momento de crear una Agencia Mundial de Fiscalidad (AMF) a lo OMC para garantizar que la lucha contra la evasión y elusión tributaria agarre rieles institucionales. Parece ser una buena alternativa para no perder el tren de la historia, sin embargo el problema más que orgánico sigue siendo eminentemente político.
Fuente: revista Economía Crítica