Un mes atrás, ante declaraciones del presidente de la Reserva Federal de EE.UU. (FED), Ben Bernanke, acerca de una próxima desaceleración del tercer programa de alivio cuantitativo (Quantitative Easing III ó QEIII) que dicho ente monetario viene aplicando, los mercados financieros mundiales se vieron fuertemente sacudidos. Todos fueron presa de una volatilidad inusitada: las acciones, los commodities, los bonos y las monedas. Ninguno pudo salvarse.
Semejante efecto generó una gran cantidad de comentarios y opiniones. Muchos han señalado que el mercado sobrerreaccionó como consecuencia de haber tenido que procesar bruscamente nueva información de muchísima relevancia para la valorización de los activos. Los mercados habían previsto que el QEIII se prolongaría por mucho más tiempo, y ahora, ante un probable horizonte corto para la vida del mismo, las valorizaciones tuvieron que ajustarse, y de golpe.
QEI, QEII, QEIII: Relajación monetaria desde el 2008
Desde que estalló la burbuja inmobiliaria estadounidense en el 2008, la FED ha aplicado sucesivos programas de flexibilización cuantitativa. Dicho mecanismo constituye una herramienta no convencional de política monetaria, la cual permite aumentar la oferta de dinero a través de la generación de un exceso de liquidez del sistema bancario mediante la compra de bonos (normalmente sólo deuda pública, pero también pueden abarcar a la del sector privado) por parte del propio gobierno central a través del ente monetario (el banco central adquiere los títulos de deuda en poder de los bancos y entrega dinero a cambio). Esta medida suele ser utilizada cuando se han agotado los mecanismos habituales de estímulo monetario –es decir, cuando la tasa de interés de referencia está en niveles muy cercanos a cero-, con el fin de estabilizar los precios de la deuda pública y con ello reducir las tasas de interés de largo plazo. El objetivo final es la reactivación económica vía una dinamización de la demanda apoyada en un financiamiento a muy bajo costo.
Previamente a los programas de QE, la FED bajó su tasa de fondos federales (que es su tasa de interés de referencia) a niveles mínimos históricos, manteniéndola en un rango de entre 0% y 0.25% ya desde diciembre de 2008. Con ello rebajó los costos del financiamiento a corto plazo. Pero para que este abaratamiento se traslade también a plazos mayores optó por la expansión de su oferta monetaria mediante compra de bonos del Gobierno. Adicionalmente compró bonos respaldados por hipotecas con el fin de estabilizar sus precios y evitar un daño mayor en el balance de las entidades que los poseían. En total, la FED ha aplicado tres rondas de flexibilización cuantitativa, que son conocidas como QEI, QEII y QEIII.
QEI: Antes de la recesión de 2009, la FED mantenía cerca de US$ 700 mil millones en papeles del Tesoro en su balance. En noviembre 2008, empezó comprando US$ 600 mil millones en títulos de deuda hipotecaria (Mortgage-backed securities - MBS). En junio de 2010 alcanzó a tener US$ 2.1 billones en deuda de bancos, MBS y papeles del Tesoro, mes en el que frenó su ritmo de compras señalando una mejoría en la economía del país, y apuntó a mantener un nivel de tenencias de deuda privada y pública de US$ 2.05 billones (sólo renovaría mediante nuevas compras la parte que iba venciendo).
QEII: En noviembre de 2010 la FED dio inicio a un segundo programa de flexibilización cuantitativa, a través de la compra de US$ 600 mil millones de títulos del Tesoro en los siguientes 7 meses.
Asbanc
QEIII: En septiembre de 2012 fue anunciada una tercera ronda de inyección monetaria (esta vez sin una fecha de término definida, por lo que también se le conoce como “QE al infinito”), que consistía en compras mensuales de deuda hipotecaria colateralizada por US$ 40 mil millones, agregando que mantendría su tasa de referencia en niveles cercanos a cero al menos hasta el 2015. En diciembre de 2012 la FED anunció un incremento en el monto mensual de compras bajo este QEIII de US$ 40 mil millones a US$ 85 mil millones (compuesto por compras de deuda hipotecaria colateralizada por US$ 40,000 millones y deuda del Tesoro por US$ 45,000 millones).
El 19 de junio de 2013, las declaraciones del presidente de la FED, Ben Bernanke, que tanto alteraron a los mercados internacionales tuvieron dos ejes:
- Se reduciría el ritmo de compras de títulos desde US$ 85 mil millones al mes a US$ 65 mil millones al mes a partir de septiembre, en función de que se haga evidente una mejoría económica en el país.
- La FED empezaría a elevar las tasas de interés si la inflación se mantenía alrededor de su meta de 2% anual y la tasa de desempleo se reducía hasta llegar a 6.5%.
El mundo al revés
En el contexto descrito, los mercados financieros internacionales adoptaron un comportamiento sui géneris. Lo normal es que los precios de los activos reaccionen positivamente ante noticias económicas alentadoras. Sin embargo, luego de las declaraciones de Bernanke sobre una próxima desaceleración del QEIII, las noticias negativas eran las que impulsaban las cotizaciones, pues hacían pensar en que el alivio cuantitativo tendría que continuar por más tiempo.
Más recientemente, las cosas se normalizaron un poco, y las noticias regularmente buenas impulsaban las cotizaciones internacionales, pero las muy positivas las presionaban nuevamente a la baja, por la nueva preocupación de los mercados: el efecto que tendrían estas noticias sobre el futuro accionar de la FED, más precisamente, sobre su programa de flexibilización cuantitativa. Lo que queda claro de este comportamiento es que, para los mercados, resultaría ser muy necesario que la FED prolongue por más tiempo su QEIII para lograr una recuperación económica real y duradera en EE.UU.
Respirador artificial y riesgos de largo plazo
Muchos analistas se preguntan sobre la real capacidad de estimular la economía de tanto programa de flexibilización monetaria, y critican la posibilidad de que en realidad sólo se trate de un esteroide monetario, de un mero respirador artificial para la economía real.
Los riesgos de aplicar programas de estímulo monetario por un tiempo más prolongado del debido incluyen la posibilidad de que éstos sean más efectivos de lo previsto en la lucha contra la deflación, generando presiones inflacionarias más difíciles de controlar en el mediano plazo.
Adicionalmente, existe el riesgo latente de generación de burbujas en los mercados de activos en general, más aun tomando en cuenta la posibilidad de que los bancos no estén prestando todo el exceso de fondos generado por los programas de flexibilización cuantitativa, simplemente porque no existe una demanda por inversión ni consumo tan fuertes como para absorber adecuadamente el excedente monetario generado (y probablemente tampoco existe la confianza suficiente para financiar nuevas inversiones). Cuando una economía crece a un ritmo mayor al del aumento de la base monetaria, los riesgos de un sobrecalentamiento inflacionario se mitigan. El problema es que la economía estadounidense aún no muestra señales claras de que esté enrumbada hacia una franca recuperación.
Muchos analistas han mencionado la posibilidad de que se haya generado una burbuja en el mismísimo mercado de deuda pública estadounidense, cuyos precios se mantuvieron en niveles máximos y sus tasas en mínimos hasta las mencionadas declaraciones de Bernanke, luego de lo cual éstas últimas han mostrado un alza de cerca de 90 puntos básicos.
Comentarios Finales
Todo parece indicar que los mercados seguirán volátiles, al menos mientras intentan clarificar el panorama económico estadounidense e interpretan cada uno de los datos que se van conociendo sobre la actividad del país.
El debate es intenso y está abierto en muchos frentes. Uno de ellos señala que la FED debe hacer más y por más tiempo para asegurar un real despegue de la economía estadounidense –en especial tomando en cuenta la actual política fiscal restrictiva-, y que el posible repunte inflacionario debería ser el costo a asumir con tal de lograr dicho objetivo. Las potenciales burbujas en los mercados internacionales de activos pasan a un segundo plano en esta línea de debate, pues éstas no están ni deben estar en el radar que delimita el doble mandato de la FED, de estabilidad de precios y pleno empleo.
Un segundo frente de debate gira en torno al verdadero grado de efectividad que puede tener una política que –al generar tanto excedente monetario- incentiva en gran medida la especulación desligada de fundamentos (especulación que se da además tanto dentro como fuera de las fronteras de EE.UU., en particular en economías emergentes). De hecho, la corrección brusca de los mercados y la posibilidad de que éstos no se estabilicen en el corto plazo incrementa los riesgos de que efectivamente se concrete la recuperación que tanto anhela la FED.
Las declaraciones de Bernanke del 10 de julio, con motivo de los cien años de historia de la Reserva Federal, reconocieron el riesgo de un empeoramiento de la situación económica en caso de que las condiciones financieras continúen deteriorándose, agregando que esto podría implicar que la FED revise su actuación frente al problema. En dicha oportunidad, el titular de la FED precisó creer que se puede ser optimista respecto al entorno macroeconómico de EE.UU. y anunció –para aplacar temores- que la autoridad monetaria seguirá impulsando por ahora una política monetaria expansiva, “ya que la inflación permanece baja y la tasa de desempleo podría estar exagerando la salud del mercado laboral”.
Más recientemente, en sus declaraciones del miércoles 17 y jueves 18 de julio, Bernanke volvió a señalar que el banco central estadounidense espera comenzar a desacelerar su masivo programa de compras de bonos a fines de este año, pero dejó abierta la opción de cambiar el plan en cualquier dirección si se modifica el panorama de la economía. Este énfasis en que “nada es definitivo” apuntaría a amenguar los temores de los mercados financieros y las posibles repercusiones de sus reacciones de corto plazo. Después de todo, parecería que nadie quiere imaginar por ahora cómo será el futuro después del QEIII. O mejor dicho, que nadie quiere imaginar aún un futuro sin QEIII.