Xavier Caño Tamayo (*)
Hace retroceder a la ciudadanía a los años veinte del siglo pasado, además de cegarse por aumentar sus beneficios más y más. A costa de la mayoría de gente común, claro, y caiga quien caiga. También destroza la economía y se carga la Tierra. Y lo hace todo sin que le tiemble un párpado.
Es el capitalismo neoliberal que, además de lo dicho, está densamente poblado de delincuentes. La minoría rica, la clase dominante, no solo está integrada por capitalistas codiciosos que explotan o ningunean a la ciudadanía. También por numerosos infractores del Código Penal. Delincuentes, sí. Tan delincuentes como los tironeros, sirleros, atracadores, revientapisos, carteristas, timadores... pero “más elegantes”, por supuesto.
Son los que manipulan el valor real de empresas cotizadas y recomiendan fraudulentamente a cambio de jugosas comisiones. Los intermediarios bursátiles que estafan al recomendar los valores de los fondos que los han sobornado. Sin olvidar a quienes engañan a sus clientes con equívocos productos derivados, como han hecho los directivos de Goldman Sachs, por ejemplo. Por cierto, esos cuervos tienen una larga historia de delitos desde principios del siglo XX, como está documentado.
A añadir entre tales delincuentes a quienes blanquean dinero del narcotráfico durante años, como hizo la banca HSBC. Por no hablar de la complicidad con terroristas al blanquear su sangriento dinero; según Loretta Napoleoni, el terrorismo mueve anualmente unos 500.000 millones de dólares, blanqueados con la intervención de bancos.
También hay que citar en esta facinerosa relación a los manipuladores de tipos de interés del euribor y del libor como los directivos de Barclays Bank. O quienes han engañado a sus clientes con hipotecas basura durante tres años como Citygroup Bank. Más quienes convierten millones de hipotecas basura en bonos tóxicos repartidos por el mundo con la complicidad de los diez bancos de inversión más poderosos de Estados Unidos. Por cierto, una difusión perpetrada con el agravante de una calificación de alta calidad rentable de tal basura financiera por las oscuras agencias de rating Standard & Poor’s y Moody’s. Y para rematar esta breve y demostrativa relación de capitalistas delincuentes, ¿saben donde se blanquea más dinero sucio del mundo? En la City, el respetable barrio financiero de Londres.
Y no crean que esos crímenes económico-financieros son delitos sin victimas o que solo afectan a ricos. Muy al contrario generan millones de víctimas, dejan en la calle a millones de asalariados y arruinan a cientos de miles de pequeños accionistas. Además de ser co-autores de ajustes estructurales que violan derechos de la gente, incrementan masivamente la pobreza y generan hambrunas... Unos auténticos criminales.
Y ya en un terreno de delincuencia que se reconoce desde hace tiempo como propia de la minoría rica, recordemos el fraude fiscal. Según Xavier Harel, anualmente se evade un billón de dólares; un billón de impuestos que no se pagan y no entran en las arcas públicas, donde deberían estar. Y el cálculo menos pesimista indica que la evasión de impuestos supone cuanto menos un 15% de pérdida de ingresos fiscales en todos los países desarrollados.
Según Harel, la Unión Europea deja de cobrar 200.000 millones de dólares de impuestos y, el gobierno de Estados Unidos, unos 100.000 millones. Delitos imposibles de perpetrar sin los paraísos fiscales. Pero ahí están con la complicidad o el encubrimiento de gobiernos y entidades económicas internacionales.
Según Tax Justice Network, en los paraísos fiscales se esconden de 21 a 32 billones de dólares. Billones que no pagan impuestos. Un enorme y masivo fraude fiscal en el que participan como protagonistas o cómplices necesarios los cincuenta principales grandes bancos privados del mundo. Es decir, con el conocimiento y la voluntad de sus consejos de administración, comités de dirección, directivos ejecutivos más la mayoría de bufetes de abogados de campanillas del mundo.
Es una enorme cantidad de criminales económicos y financieros que no suelen perder el sueño por temor a que los detenga la policía o un fiscal, un juez de instrucción, les amargue la vida. Y no lo pierden porque hay inmunidad de facto para esos criminales. ¿Cuándo de logrará que rindan cuentas y reparen el mal causado?
Hay que ponerse a ello, por difícil y complejo que parezca.
(*) Periodista
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