Expertos, augures, agoreros, y especies similares
...................Wall Street, 1929.
Por Xavier Caño Tamayo*
Crisis, crisis, crisis… ¿Acaso no hay más? En la pertinaz crisis nada es inocente. Ni siquiera su enunciado. Ni la información sobre la misma. Pero hay un juicio exacto, formulado por el Nobel de Economía Stiglitz: “Los bancos asumieron riesgos excesivos. Los empresarios se endeudaron demasiado. Los reguladores permitieron todo. Y ahora los contribuyentes han de acudir en su ayuda para limpiar toda la basura”.
En Davos, en el Foro Económico Mundial, banqueros, directivos financieros, empresarios y políticos profesionales cómplices necesarios… han entonado el ‘mea culpa’ y golpeado el pecho arrepentidos. “Honestamente, no sabemos qué ocurrirá”. “Las próximas noticias serán peores”. “Riesgo de escalada proteccionista. “La crisis provocará problemas sociales". Y, a continuación: ¡El triunfo del mercado era falso! ¡Regulación! ¡Que el Estado rescate!
Están asustados, aterrados, pero no tienen el menor propósito de enmienda. Lo dijo alto y claro el especulador financiero George Soros: "El papel del Estado es ahora fundamental, pero ésta es una situación de emergencia, temporal". Es decir, cuando la crisis se resuelva, el Estado a casita. Y la minoría rica, a mangonear la economía.
Y las primeras páginas de los periódicos y cabeceras de informativos radiofónicos y televisivos compiten en tremendismo. La actividad industrial se hunde en EEUU. La venta de coches se hunde. El euro y la inflación europea se despeñan. El fantasma de la deflación se aproxima. El paro rebasa la barrera de tantos millones. La recesión triplica suspensiones de pagos La producción industrial se desploma. Esto se hunde. Aquello se hunde y lo de más allá, también…
¿Por qué se equivocaron y equivocan tanto los presuntos expertos en economía? Ningún economista de los muchos que proliferan fue capaz de predecir la crisis un año antes. Ni siquiera meses antes. Ni semanas antes. Ni por asomo. Y son miles.
De igual modo, los "expertos" de principios del siglo XX no lograron pronosticar el desastre del crack de 1929. Los cogió por sorpresa. Ni lo olieron. Pero después, cuando estalló, tampoco fueron capaces de analizar su magnitud y duración. Y continuaron metiendo la pata estrepitosamente, como muestran declaraciones de “expertos” entonces: "El final del bajón del mercado de valores sólo se hará esperar unos días. Para el futuro, las perspectivas son brillantes. La tormenta financiera amaina definitivamente. El crack apenas repercutirá en el mundo de los negocios. El año 1930 será espléndido para el empleo. El mercado sigue leyes económicas naturales y no hay razón para que la prosperidad no continúe durante años al mismo nivel, o más…”
Tal vez la explicación a tanta necedad y error esté en la clasificación que John Kennet Galbraith hace de los ‘expertos’ en economía: "Los que no tenemos ni idea y los que no saben ni eso". Aunque quizás se aproxime más a la verdad lo escrito por Sasan Fayazmanesh, profesor de economía de la Universidad estatal de California: “La economía es una disciplina científicamente subdesarrollada, desvergonzadamente dominada por la pura ideología”. La ideología de la defensa a ultranza del sagrado mercado pretendidamente libre, por supuesto.
El caso es que se juntaron el hambre con las ganas de comer. Se unieron en torpe alianza los presuntos expertos con los agoreros y los augures del pesimismo. Más los torpemente interesados. Y la crisis y el temor a la crisis, el pánico por la crisis y el aprovechamiento de la crisis para ajustar cuentas y despedir masivamente, se expandieron por el mundo. Sobre todo el mundo desarrollado y rico.
Y, sin embargo, los pánicos financieros y los desplomes económicos severos, las crisis, no son nada nuevo en la economía capitalista. La historia del capitalismo nos muestra una y otra vez como se repiten cansinamente crisis monetarias, financieras, económicas… Cuatro crisis serias sólo en el siglo XX y otra en el inicio mismo del XXI, más la actual.
Y al final, para compendiar todo lo que pasa, conviene regresar al humor de El Roto en un oscuro chiste en el que un varón sombrío del que se vislumbra oscura silueta dice: “Asustadles con la crisis para que no reclamen”.
* Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias
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