Aleksandr Dunáev
La operación militar rusa en Ucrania interrumpe importantes cadenas de suministros para Italia y obliga a las autoridades a pensar en cómo asegurar la fabricación nacional de algunos productos vitales que actualmente se importan.
MATERIAS PRIMAS RUSAS EN EL MERCADO GLOBAL
La operación militar rusa en Ucrania, iniciada hace poco menos de un mes, sacude a la economía global. No se trata sólo de las duras sanciones que los países occidentales impusieron contra Rusia por lo que califican de "agresión injustificada", sino también de los efectos del conflicto sobre el comercio internacional.
Rusia es un importante proveedor de materias primas. En los medios se habla, en primer lugar, de los hidrocarburos: el 6,2 por ciento de todo el gas y el 8,4 por ciento de todo el petróleo que se vendió en 2021 en el mercado mundial era ruso. Pero Rusia también exporta otras materias primas, indispensables para otros países.
Según las estimaciones de la empresa financiera norteamericana JP Morgan Chase, la cuota rusa en el mercado global de aluminio es de un 4,2 por ciento, en el de níquel cinco por ciento, y en el caso de oro y platino asciende a 9,2 y a 15,1 por ciento respectivamente. Los suministros globales del paladio, un metal raro que se emplea sobretodo como catalizador, dependen de Rusia en un 45,6 por ciento.
Tampoco hay que olvidar el papel que el país euroasiático tiene en el mercado de productos agroalimentarios, al ser uno de los mayores proveedores de cereales y fertilizantes.
IMPACTO SOBRE ITALIA
El conflicto en Ucrania, la cual también es un exportador importante de alimentos y varias materias primas, obstaculiza el acceso de todas al mercado global, lo que supone un duro golpe para los países importadores, como Italia.
El país mediterráneo no dispone de yacimientos ni de níquel, ni de litio, ni de otros metales raros, mientras los de gas son bastante modestos y se explotan cada vez menos: en las primeras dos décadas del siglo en curso la producción nacional pasó de 20.000 a 4.500 millones de metros cúbicos.
Pero Italia también compra en los mercados globales varios productos que podría producir ella misma. Según los cálculos de la Confederación Nacional de Cultivadores Directos (Coldiretti), importa más de un tercio del trigo blando que consume, más de la mitad de maíz, carne vacuna y trigo duro, casi dos tercios de carne de cerdo y casi tres cuartos de cebada. En cuanto a la leche y los quesos, las importaciones alcanzan el 84 por ciento del consumo nacional.
¿HACIA LA AUTARQUÍA?
Primero la pandemia del covid-19 y ahora las turbulentas condiciones geopolíticas pusieron a las autoridades italianas ante la necesidad de reducir la dependencia de los mercados exteriores.
En lo que refiere a las materias primas que Italia no tiene, la estrategia consiste en diversificar los suministros. Por ejemplo, se podría comprar más metales raros de países como Argentina, Australia, Bolivia o del continente africano.
En el sector energético, el Gobierno quiere sustituir el gas ruso, que cubre más del 40 por ciento de las necesidades del país, con suministros de Argelia, Catar o Estados Unidos y, además, acelerar el desarrollo de fuentes renovables.
Perspectivas aún más alentadoras se abren en la producción agroalimentaria. En el último cuarto de siglo la superficie agrícola utilizada en Italia se redujo en 28 por ciento: quizás, haya llegado el momento de recuperarla, por lo menos, en parte, para producir más maíz y trigo. A su vez, en vez de los fertilizantes importados, se podría usar el bioabono, que se obtiene de los residuos de leche, carne y huevos.
Las opciones para alcanzar una mayor independencia en lo relativo a las materias primas no faltan, pero para ponerlas en práctica se necesitan inversiones ingentes y mucho tiempo. Italia deberá enfrentarse con una reestructuración dolorosa, la cual, sin embargo, le asegurará una mayor estabilidad en las futuras tempestades económicas y geopolíticas.
Con información de Sputnik