Aleksandr Dunáev
Al abrir la temporada de siembra, los agricultores italianos se enfrentan con toda una serie de circunstancias difíciles, desde el encarecimiento de los fertilizantes hasta la sequía provocada por una brusca reducción de precipitaciones.
LA SEQUÍA INVERNAL
Esta semana los agricultores italianos empezaron a sembrar maíz, soya y girasol, pero las perspectivas de cosecha, de momento, parecen inciertas por razones tanto naturales, como económicas.
La principal amenaza en este momento es la sequía que Italia padece en los últimos meses. Según las estimaciones del centro meteorológico Meteo Expert, en invierno de 2022 el total de las precipitaciones en Italia se redujo en un 32 por ciento y la temperatura subió en 0,8 grados Celsius, respecto a la media del periodo entre 1981 y 2010.
La situación resulta particularmente grave en el noroeste del país, con una disminución de lluvias de 62 por ciento y una subida de temperatura de 1,4 grados. La fértil Llanura Padana, un importante centro de la producción agrícola, está viviendo una sequía extrema.
INFLACIÓN Y PROBLEMAS EN LOS MERCADOS INTERNACIONALES
Ya de por sí este factor sería un buen motivo para preocuparse, pero se le añaden otros que complican aún más la situación.
Desde hace meses Italia se enfrenta con el problema del encarecimiento de los combustibles, que repercute en toda la economía. De los cálculos de la Confederación Nacional de Cultivadores Directos (Coldiretti) emerge que el precio de los piensos aumentó en 90 por ciento, el del diésel, indispensable para la maquinaria agrícola, en 129 por ciento, mientras el de los fertilizantes saltó en un 170 por ciento.
En otros tiempos una solución para el problema del encarecimiento podría ser una mayor apertura al mercado mundial, pero ahora la hacen imposible la tensión geopolítica y, sobre todo, el conflicto armado en el Este de Europa.
Las actividades bélicas obstaculizan el intercambio comercial con Rusia y Ucrania, dos importantes proveedores de materias primas para Italia y el resto de la Unión Europea y también ponen en una situación difícil a las empresas agrícolas italianas que se ven privadas de mercados donde exportar sus productos.
Por ejemplo, antes del inicio de la operación militar rusa en Ucrania los italianos controlaban un 30 por ciento del mercado ruso de vinos y en 2021 vendieron al país eurasiático vino por un total de 150 millones de euros. Es poco probable que en las nuevas condiciones geopolíticas logren mantenerse al mismo nivel.
RIESGO DE CIERRE PARA UNA DE CADA NUEVE EMPRESAS AGRÍCOLAS
Estos factores negativos ponen en vilo la recuperación de la agricultura italiana. Según las estimaciones de Coldiretti, actualmente el 11 por ciento de las empresas agrícolas del país se encuentran en condiciones tan difíciles que podrían verse obligadas a cesar la actividad. Otro 30 por ciento declara que tiene "ingresos negativos", o sea, que gana menos de lo que gasta.
Del lado del consumidor la situación tampoco parece prometedora. La inflación lleva meses batiendo récords: los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística revelan que en marzo el índice de precios aumentó en un 6,7 por ciento en términos anuales, el nivel más alto desde julio de 1991.
La inflación se percibe, en primer lugar, en las gasolineras y en las facturas de luz y gas, pero también en los supermercados, donde las frutas se encarecieron un seis por ciento, la harina un nueve, y las pastas un 12 por ciento.
Frente a esta situación desesperada, el Gobierno intervino cortando los impuestos sobre los combustibles, lo que permitió reducir el precio de gasolina y diésel en más del 20 por ciento. Desde el 1 de abril también disminuirán las facturas de gas y electricidad, en un 10 y un 10,2 por ciento, respectivamente: se trata de la primera reducción en los últimos 18 meses.
Buenas noticias para los consumidores, sobretodo, para aquellos cuatro millones de familias que no logran pagar en tiempo las facturas. Pero aún no está claro si las medidas ya aprobadas serán suficientes para el sector agrícola, el cual se encuentra en una "tormenta perfecta", atrapado entre la sequía, los precios exorbitantes de los combustibles, la restricción de los mercados internacionales y la reducción del poder adquisitivo del consumidor.
Con información de Sputnik