Acabar con los paraísos fiscales
Xavier Caño (*)
Riesgo de desaceleración económica. Lo dice el G20, grupo de 19 países emergentes y ricos más la Unión Europea. El Banco Central Europeo (BCE), además, está muy preocupado por el aumento de la inflación, cinco décimas en la región del euro. El G20 alarma un tanto y el BCE amenaza con subir los tipos de interés. El Banco Central de España, para más inri, al conocer que los precios de octubre habían aumentado algo, propuso moderación salarial. ¿Más? Según la mismísima OCDE, en siete años, desde 1999 a 2006, los costes laborales aumentaron en España un ridículo 3,7 %. En ese mismo periodo, los beneficios empresariales crecieron un 73%. ¿Es preciso decir más?
La desmesurada preocupación por la inflación y la desaceleración económica tal vez camufle problemas más serios que gangrenan de verdad la economía global. Por supuesto que la inflación desbocada es un peligro real para los ciudadanos de a pie, para pequeñas y medianas empresas. Y una recesión económica notable conlleva sufrimiento para la mayoría de ciudadanos, pero subir a los altares la inflación y el crecimiento económico huele mal. Cabría recordar, por ejemplo, que Brasil creció durante todos y cada uno de los años del siglo XX, pero también aumentaron los pobres y la desigualdad: una minoría riquísima y una mayoría paupérrima. Y no es el único caso. Acaso haya otras razones, además de la inflación, de que la economía no funcione nada bien y la riqueza del mundo esté tan mal repartida.
¿Por qué no se preocupan un poco, sólo un poco, los Bancos Centrales, G8, G20, FMI, Banco Mundial, OCDE, OMC y compañía de meterle mano a los malhadados ‘paraísos fiscales’, por ejemplo, designados por el eufemismo centros offshor’? Uno de los mayores chanchullos del mundo, por cierto.
Dirigidos por grandes bancos internacionales y no menos grandes poderes financieros, siempre en beneficio de las corporaciones trasnacionales y los megaricos. Paraísos con cuentas secretas y empresas tapadera, que han hecho de la ocultación y el engaño norma y dogma.
Las grandes corporaciones y los ricos eligen los paraísos fiscales para burlar el sistema fiscal: no pagan impuestos o, de hacerlo, son ridículos. No pagar impuestos es robar a la inmensa mayoría de ciudadanos, que sí los pagan. Los impuestos evadidos impiden proporcionar los beneficios sociales, económicos y culturales a los que todo ciudadano tiene derecho, si hemos de hacer caso de la Declaración Universal de Derechos Humanos y de las constituciones de los países democráticos.
En los paraísos fiscales se blanquea el dinero procedente del tráfico mundial de drogas y de otros gravísimos delitos, más de 600.000 millones de dólares al año. Además de otros casi 600.000 millones, procedentes del fraude y la corrupción. Cifras que concuerdan con los cálculos del Fondo Monetario Internacional -que no es precisamente una organización de izquierdas-, que asegura que cada año se blanquea un billón y medio de dólares de dinero ilícito, corrompido y criminal. Casi un 5% del producto mundial.
Pero además de los paraísos fiscales, las grandes bolsas, los grandes bancos y los poderosos fondos de inversión del mundo no le hacen ascos al dinero negro del narcotráfico, de la trata de blancas, de la venta ilegal de armas, de la descarada evasión de impuestos, de la corrupción de altos funcionarios y gobernantes… Buscan ese dinero y trabajan con él sin que les tiemble ni un gramo de conciencia.
De acuerdo en controlar la inflación y vigilar el crecimiento económico, pero toda esa basura de los paraísos fiscales y lo que en ellos se perpetra, ¿no tiene nada que ver con la marcha renqueante de la economía, con la pobreza, con la desigualdad, con la fluctuación de la inflación? ¿No repercute en la vida concreta de una enormidad de ciudadanos?
No me lo creo ni aunque me lo cuenten una docena de premios Nóbel de economía juntos. Ya sería hora de que Bancos Centrales, G8, G20, FMI, BM, OCDE, OMC y toda la ristra de autoridades y asociaciones económicas, monetarias y similares se tomaran en serio acabar con los paraísos fiscales y la caterva de injusticias que inducen, permiten o encubren.
(*) Xavier Caño
Escritor y periodista
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Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)