Una energía cargada de futuro
Por José A. Fernández Carrasco (*)
El desarrollo de la energía solar en 2007 muestra un futuro brillante, según Greenpeace. El mercado mundial creció un 40% y en 2015 competirá en algunas zonas con la energía tradicional. A pesar del tiempo perdido, la naturaleza arroja aún más luces sobre cuál es la mejor alternativa en la transición hacia una economía baja en emisiones contaminantes.
Las energías renovables han cubierto la mayor parte de las necesidades del hombre hasta el siglo XIX, cuando fueron sustituidas por la explotación del carbón, y desde 1950 por el “oro negro”. Mientras aumentan las amenazas geopolíticas sobre el suministro de petróleo, suben los precios y éste llega a su fin, cada día es más evidente cuánto ha influido esta barbarie sobre el medio ambiente. Todos los estudios han corroborado algo que: la naturaleza se venga siempre. En cambio, los gobiernos no parecen capaces de encontrar una solución. Por ahora, las inversiones en investigación y desarrollo (I+D), tanto públicas como privadas, no están en consonancia con las necesidades urgentes de los retos a superar.
Se han perdido demasiados fondos y tiempo en adaptar la energía tradicional. Los expertos han reiterado sus preocupaciones acerca de los biocombustibles como posibles sustitutos, tanto por las consecuencias que esto tendría para la alimentación de millones de personas como por el ínfimo rendimiento respecto a los gastos energéticos que exige su obtención. Por eso la Unión Europea se replantea ahora la idea de cubrir hasta un 10% del combustible para transportes en 2020 con bioetanol y biodiesel.
Y, del mismo modo, alternativas como las cámaras para captura y almacenaje de CO2 llevan a pensar que nos estamos volviendo locos. A las dificultades para encontrar un método seguro de eliminación se añaden la contaminación de aguas subterráneas y otros efectos; un precio a pagar demasiado alto.
La industria de la energía solar, en cambio, es un sector clave en ésta lucha. Según ha explicado José Luis García Ortega, responsable de Greenpeace España, “va a tener un papel protagonista en la revolución energética que necesitamos para frenar el cambio climático y reducir la pobreza mundial”. Se prevé que en 2030 haya potencia suficiente para dar servicio a más de 3.600 millones de personas y cubrir el 10% del consumo eléctrico mundial. Este alcance supondría mil millones de toneladas menos de CO2 cada año, el equivalente a lo que emitió India en 2004, o lo que producen 300 centrales térmicas de carbón en el mismo periodo.
Además, por mucho que los grupos de presión de las petroleras se empeñen en presionar y cuestionar la energía solar, lo cierto es que es un negocio muy rentable. La energía solar ya compite con la energía tradicional, sin la necesidad de sistemas de apoyo en lugares, como California y Japón. En 2015, podrá competir también en países como España, Alemania y Grecia, a medida que se generalice la producción a gran escala. Un claro ejemplo es el de los colectores solares; en sólo cinco meses se amortiza la energía invertida en su construcción, tienen una vida útil de 30 años y están hechos con materiales reciclables aptos para la reutilización en otras centrales.
No es ciencia ficción. Estos países han incorporado de forma progresiva junto a China e India la energía solar dentro de sus redes energéticas y hacen acuerdos entre sí para intercambiar experiencia y capacidad de innovación tecnológica. Es una cuestión de voluntad. En Argentina, regiones como Santa Fe cuentan con 200 días de sol al año y se ha observado un gran potencial a través de experimentos aislados en escuelas. Es el primer paso.
Sin embargo, también es preciso el apoyo político y económico que hasta ahora se ha destinado de forma casi exclusiva a las energías contaminantes. En este sentido, la nueva directiva europea de Energías Renovables será vital. El acuerdo obliga a todos los países de la Unión a alcanzar un 20% de energías renovables. Y en España se podría llegar a la mitad de la electricidad en 2020 de aprobarse el nuevo plan.
Todo apunta a que el cambio es posible y, sobre todo, necesario. Sería absurdo esperar a que falle el suministro energético, a que los acuerdos se rompan o, sencillamente, a que la naturaleza se vengue con más fuerza aún. Hace años que sabemos que con varias plantas solares ubicadas en los desiertos del mundo se podría generar energía suficiente para satisfacer la demanda mundial. Es absurdo esperar, más.
(*) Periodista
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