Historia, madre y maestra La tragedia del 79
Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima, pp. 115-149
Guerra del Pacífico, la batalla de Lima. 43 Chorrillos. Saqueos, incendios, repases
Los siguientes párrafos de escritores chilenos, son presentados por Paz Soldán, siendo suyo sólo el primer acápite. (134).
"Los chilenos, vencedores en Chorrillos se entregaron como de costumbre a asesinar, saquear e incendiar cuanto encontraron. Sigamos a los mismos escritores y a los testigos presenciales, todos chilenos, de esa bacanal sanguinaria.
"El combate de Chorrillos no fue una batalla, fue una horrible inextinguible matanza. Cuando al día siguiente los empleados de la intendencia desembarcaron en Chira y en Chorrillos, veían las rocas que forman la base inferior del sombrío morro cubiertos de puntos blanquecinos; eran los cadáveres de los peruanos que por millares habían rodado a los precipicios...
La noche de Chorrillos será, de todos modos, una fecha lúgubre en la historia de la República. . . (se refiere a Chile). Fue aquella, después de la de Mollendo, la segunda noche triste.
¿Pero a qué procurar describir el vergonzoso espectáculo que siguió presentando Chorrillos durante toda la noche, aquella noche de horrores?
El presbítero chileno don Salvador Donoso, que recorrió el campo de batalla al siguiente día del combate, dice: 'Se conocía que los buines habían hecho más uso de la bayoneta y de la culata de sus fusiles, quede las balas; porque todos los cráneos de los peruanos, estaban despedazados por completo. Grandes y pequeñas bandas de soldados armados y en desorden, se diseminaron en un momento por toda la pequeña ciudad. Mientras unos corrían a las pulperías, a las tiendas ya los almacenes, otros hacían saltar a tiros las cerraduras de las puertas, y entrando a las casas las recorrían rápidamente de arriba abajo; si encontraban alguno, lo mataban, y si el aspecto general de las habitaciones era pobre y mezquino, daban fuego y se iban. Si por el contrario anunciaban riqueza y opulencia, las cosas cambiaban de aspecto; escudriñando en todos los rincones, registrando todos los muebles, poniendo todo en horrendo desorden, se apoderaban de todos los pequeños objetos preciosos, y de todas las más ricas telas que encontraban. . . mientras otros se divertían en tocar, a locas, las teclas de los pianos, en romper cuadros, en destrozar los muebles, en dar fuego en uno o más extremos de la casa, para que tuviese tiempo decrecer y tomar incremento... El soldado chileno, el roto, al cual no enfrentaba ya disciplina militar, daba cada vez más rienda suelta a su estúpida brutalidad y a la ferocidad de su carácter. Y todo esto a la vista del general en jefe, del ministro de la guerra y de todos los jefes y oficiales superiores e inferiores del ejército chileno. Estos se hallaban allí, quien dentro, quien a las puertas de Chorrillos, viendo y escuchando todo, y no haciendo jamás nada para llamar al orden a sus soldados". Ver Anexo No. 40 sobre esta trascripción.
En esa noche de horrores tanto en el lado peruano como el chileno se dio el mismo pensamiento: la posibilidad de un ataque peruano a las desbandadas tropas enemigas.
En el campo peruano, Cáceres, después de haber reunido a parte de los dispersos y dándose cuenta de lo que sucedía en Chorrillos, concibió el plan de atacar durante la noche, comunicándolo al general Pedro Silva, manifestando que la noche del 13 pudiera cambiar el curso de la guerra, ya que los chilenos en pleno desorden y borrachera, serían dominados. Esa operación fue comunicada a Piérola en presencia del coronel Canevaro quien le dio pleno apoyo, pero el Dictador con la suficiencia que lo caracterizó respondió: (135)
"El plan de Cáceres encierra un sacrificio estéril e inútil, porque el ejército chileno se encuentra formado en los alrededores de Chorrillos y los que saquean son unos cuantos".
Pese a la insistencia de Canevaro, se negó a discutir el ataque. Más o menos por esos mismos momentos en el lado chileno se produjo una conversación similar: (136).
"El político chileno Manuel José Vicuña, testigo de todos estos acontecimientos, escribió en su folleto titulado 'Carta Política'(impreso en Lima en 1881 y destinado a criticar la actuación del general Baquedano, para impugnar su candidatura presidencial que no llegó, por lo demás, a triunfar). Recuerdo que con el ministro de Guerra, hacíamos esta reflexión: ¡Cómo nos iría esta noche si los peruanos, con un poco de audacia, vinieran atacarnos en número de cuatro mil hombres, solo de cuatro mil! Todo esto se lo llevaba el diablo, me decía el ministro y la obra de Chile se perdería miserablemente en una hora. ¿Quién nos diría amigo Ibáñez, que aquello que como simple hipótesis, como mero recelo, conversáramos en nuestra tienda de campaña, estuviera precisamente discutiéndose y verificándose allá en el campamento enemigo? El coronel Canevaro le decía a Piérola: Con mi fortuna y con mi vida le respondo a usted deque esta noche doy cuenta de los chilenos si me confía de cinco a siete mil nombres para ir a sorprenderlos, en medio del desorden y borrachera que inevitablemente les habría traído el saqueo de Chorrillos, y cuya prueba está ahí en aquellas llamas que divisamos...Anexo No. 41.
La rapidez con que se iniciaron los incendios y su propagación, según testigos oculares, fue que las tropas chilenas estuvieron pertrechadas con bombas de pequeñas dimensiones de material inflamable y que al ser lanzadas con fuerza, producían incendios instantáneos. Ese elemento, sumado a la pasividad chilena de jefes y oficiales frente a la destrucción de Chorrillos indica que el incendio estuvo premeditado y preparado de antemano, única explicación para comprender por qué loo soldados llevaban dichas bombas, que fuera de provocar incendios, no tuvieran ninguna otra utilidad.