Cuando Chile sembró el asesinato y el saqueo en Lima
Monumento a Petit Thuoars |
La madre Hermasia Paget |
Tras la nefasta intervención de Allan Wagner ―durante el primer gobierno de Alan García― para someterse a Chile, aceptando cambiar los textos escolares de historia, vemos que el resultado es el lavado cerebral de nuestros escolares. Una consecuencia es la difamación contra el almirante francés Bergasse du Petit Thouars, quien aparece como un rufián metalizado que actúa para defender inversiones europeas en el Perú, sin mirar el horror de los crímenes chilenos.
La oportunidad es propicia para recordar la verdad y poner de relieve el trasfondo de la intervención de Petit Thouars. Líneas abajo veremos que su actuación respondió a ideales humanitarios, pues era católico practicante, sumado a eso la amistad que lo unía a la madre francesa Hermasia Paget, superiora del Colegio Belén.
Se ha dicho y escrito mucho sobre la ocupación de la capital peruana por las tropas invasoras chilenas en enero de 1880, luego de las batallas de San Juan y Miraflores, en las que civiles precariamente entrenados y armados, junto con los restos del ejército regular, trataron sin éxito de contener la arremetida de los criminales chilenos.
Es bueno entender el significado de esta infausta acción militar: que se sepa, es el primer y único caso de un país latinoamericano que vio ocupada su capital por fuerzas adversarias. Ningún otro país de América Latina ha sufrido tamaña humillación. En todos los otros casos de guerras entre países de América Latina, los enfrentamientos siempre se han producido en las fronteras, con ataques y contraataques, pero de allí no ha pasado la cosa. En cambio con el Perú ocurrió lo peor, esto es, que el enemigo se instale en la capital del país agredido y gobierne y administre el país.
Mientras que el almirante Miguel Grau ordenaba el recojo de los náufragos chilenos a quienes tomaban prisioneros diciendo: “ ¡Viva el Perú generoso!”, respetando escrupulosamente la Convención de Ginebra de 1864, los chilenos se ensañaban con los heridos peruanos, practicando el “repase”, que era el destripamiento de los heridos usando bayonetas.
Por supuesto que la ocupación de Lima se hizo con todos los agravantes: los militares chilenos cometieron robos, incendios, violaciones, saqueos, asesinatos, destrucción. Los invasores actuaban con tanta codicia que hasta rompían los pisos de las residencias para robar el mármol. Si no hubiese sido por la intervención del almirante francés Bergasse du Petit Thouars, Chile hubiese arrasado completamente nuestra capital.
Pero en la intervención de Petit Thouars tuvo que ver la superiora del Colegio Belén, Hermasia Paget, religiosa de la orden de los Sagrados Corazones. A su retorno a Lima desde Valparaíso, en enero 10 de 1881, lo primero que hizo el almirante fue visitarla, y le manifestó "vengo a salvarlas, la tripulación de la Victorieuse está a sus órdenes" y ofreció trasladar la tripulación a otro vapor de la escuadra para que la comunidad en pleno y las familias que la madre designara fueran a asilarse a bordo. La madre agradeció el ofrecimiento pero decidió permanecer en el Convento. Unas horas después Petit Thouars envió al colegio un grumete para que en lo más alto de un pino enarbolase la bandera francesa, como símbolo de protección. Ante la preocupación de la superiora, el almirante respondió: "no tenga cuidado madre pues si se atreviesen los enemigos a bombardear Lima, a saquear esta ciudad o a cometer otros crímenes, le aseguro que al primer disparo echo a pique su escuadra; y diga usted a las familias de sus alumnas que pueden estar tranquilas en su Convento". Luego reiteraría su ofrecimiento de asilo en la Victorieuse y más tarde referiría a la madre la visita que hizo junto con el ministro francés y el almirante inglés al jefe chileno Baquedano para manifestarle su decisión de defender Lima. Lo hizo con tal firmeza de carácter que el jefe enemigo cedió.
Los objetivos que Chile perseguía con la ocupación de Lima eran múltiples: a) dar el golpe de gracia a lo que quedaba de resistencia armada de los peruanos; b) exigir de la clase dirigente peruana una posición prochilena más clara y transparente; c) fortalecer a peruanos que exteriorizaron radicalmente su amor a Chile, para que ellos se hagan cargo del país al momento de retirarse. Todos estos objetivos se cumplieron: a) implantaron el gobierno títere de Miguel Iglesias que, armado por Chile, combatió al Mariscal Cáceres con más rigor que los mismos chilenos; b) lograron que luego de la guerra el entrenamiento militar de los peruanos estuviese a cargo de la Misión Militar Francesa, con lo cual Chile logró purgar de la fuerza armada peruana a los militares nacionalistas de Cáceres; y c) hasta el día de hoy la clase dirigente peruana (incluyendo políticos, militares y diplomáticos) es prochilena hasta la médula (aceptan todo lo que Chile desea y premian la usurpación territorial fomentando descaradamente el comercio con ese país y ayudándole a resolver sus problemas).
En años inmediatamente anteriores a 1879, los políticos peruanos a sueldo de Chile ponían mil pretextos —tal como sucede hoy con el gobierno Alan de García— para impedir que el Perú se armara adecuadamente, conducta que dio sus resultados, y la guerra nos encontró en completa desventaja frente a los chilenos. Para esta clase dirigente que en parte sufrió las consecuencias de la guerra que provocaron por su negligencia, la invasión fue sólo un accidente; como clase rectora del Perú una y otra vez ha demostrado su lealtad a Chile (se cumple aquello de “más me pegas, más te quiero”), haciendo o dejando de hacer, según convenga a su patrón sureño. Veamos: Alberto Fujimori realizó las privatizaciones para favorecer a Chile y abrió de par en par las puertas de nuestro país a inversionistas chilenos, con los resultados ya conocidos; Alan García mantiene esta situación y profundiza todo lo que a favor de Chile hizo Fujimori, y sigue facilitando cielos abiertos para Chile; además, ha rendido pleitesía a la presidenta Bachelet y le ha ofrecido vender más gas para beneficiar a Codelco.
Respecto de la ocupación militar chilena de Lima, hay un aspecto insuficientemente conocido en el público; la gente cree que los invasores llegaron acá a sangre y fuego con un plan premeditado de llegar hasta Cajamarca, como ocurrió (allí se libró la batalla de San Pablo, entre patriotas cajamarquinos y los agresores). La verdad es que Chile planificó su robo territorial teniendo por objetivo ocupar los departamentos peruanos de Tarapacá, Tacna y Moquegua y bombardear con su escuadra todo el resto del litoral, para causar destrucción e impedir el comercio marítimo, todo con el propósito de terminar de debilitar al estado peruano y obligarlo a aceptar la invasión chilena de nuestro litoral sur. Jorge Basadre, en el capítulo VII de su Historia de la República del Perú dedicado a la guerra con Chile, anota cuál era la actitud del jefe de estado chileno: “El Presidente Pinto, por lo menos después de la muerte de Sotomayor, se declaró hostil a la expedición a Lima. Temía los gastos y creía que el Perú no iría a la paz sino cuando se viera aniquilado y exhausto. […] Sin embargo, la opinión pública, los miembros del Congreso, los periódicos, los jefes militares querían ir a Lima”. Esto significa que la elite política y militar de Chile sólo tenía planeado usurpar nuestros territorios hasta Moquegua, consolidarse allí, asesinar y desalojar a los peruanos de esos lugares, nada más; pero la mayoría de la población y de los políticos deseaban saquear Lima, cosa que consiguieron.
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