Historia, madre y maestra
La tragedia del 79, Alfonso Bouroncle Carreón, Studium, Lima
Iglesia de San Pedro centro de Lima
San Pedro, refugio temporal de Cáceres


Guerra Perú-Chile 1879. 49 El guerrero


En Miraflores —Andrés Cáceres— se enfrentó tenazmente al enemigo, y pese a estar herido en una pierna, no cejó, hasta que la resistencia fue imposible y el atacante comenzó a rebasarlos, debiendo retirarse. Llegó hasta los reductos para ver como un balazo cegó la vida al coronel de la Colina y otro tiro le destrozó el anteojo con el que observaba el campo enemigo.

 

Frente a la impasibilidad de la reserva, increpó acremente a los comandantes generales, quienes manifestaron que no recibieron órdenes del dictador para incorporarse al combate.

Continuó la retirada con su cabalgadura también herida, mientras meditaba sobre lo acontecido, cruzándose con gran número de soldados que emprendían la retirada. Esa masa informe de hombres en armas le sugirió la idea de organizarlos y volver a combatir, pero trasladándolos a la sierra, al considerar que Lima estaba perdida. A las siete de la noche llegó a la plaza de la Exposición, donde nuevamente encontró numerosos soldados, quienes al reconocerlo, le pidieron que los dirigiera nuevamente contra el enemigo, momento en el cual comprendió que la lucha no estaba perdida y, que si bien, en ese momento no podían hacer mayor cosa, que además necesitaba recuperarse de la reciente herida, en próximas semanas o meses, reanudaría la defensa del país y agruparía a los jefes que encontrara, misión que en ese momento encargó al capitán La Barrera y fuera a palacio con la indicación, la cual fue desatendida por los coroneles que La Barrera encontró en ese lugar.

No pudiendo hacer más, se dirigió a la ambulancia de la Cruz Roja improvisada en San Carlos, donde fue atendido y, seguidamente, trasladado a la de San Pedro donde lo ocultaron porque los chilenos iniciaron su búsqueda. Conocen que está herido y los puestos médicos de atención son los primeros en ser registrados. Por la participación activa del cuerpo médico, que lo alojaron en la celda del prior, los chilenos quedaron burlados y pudo continuar su recuperación. Frente al peligro que lo siguieran buscando, fue llevado a la casa de don Gregorio Real, donde continuó oculto hasta lograr franca mejoría y traslado a su casa.

Durante ese tiempo reconstruyó mentalmente lo sucedido la noche del 15 de enero, reconociendo la ineptitud y falta de visión de los coroneles Suárez y Secada, que en ningún momento tomaron en cuenta su aviso de reconstituir el ejército en base a las tropas dispersas que llenaron Lima; que igualmente, se perdió valioso tiempo que debió ser aprovechado desde la noche del 15 hasta la mañana del 17, para evacuar el parque de guerra y armamentos en depósito, además del que estuvo en manos del ejército disperso. Hombres y material que adecuadamente organizados, pudieron constituir sólida defensa en Chosica; sensiblemente no se hizo nada por salvar el material bélico que cayó íntegro en manos del enemigo. De los hombres, muchos por propia decisión se dirigieron a la sierra a proseguir con la defensa del país.

La campaña de La Breña se inició con la acción guerrillera encabezada por José Bedoya, quien con los restos de las fuerzas que comandó en las dos batallas de Lima, formó el primer contingente para la defensa de Canta. Se unió posteriormente a Ricardo Bentín, subprefecto de Huarochirí, en esa forma se inició la resistencia andina a la ocupación, siendo la quebrada de Santa Eulalia donde se produjo el primer choque el 8 de abril de 1881, cuando las guerrillas, mal organizadas, no lograron sorprender al grupo chileno enviado en su búsqueda y con un aviso mal ejecutado, alertaron al enemigo, quien se dedicó a una verdadera cacería humana en las alturas, además de arrasar varios caseríos donde no dejaron a nadie con vida a la par que destruyeron las propiedades, en esa forma los caseríos de Callahuanca, Gayata, Chacle, Quilmachay y Quiromarca, se sumaron a la ya larga lista de poblaciones, aldeas o ciudades, desaparecidas o destruidas por el vandalismo desatado por los invasores.

Después de esa primera experiencia se comprobó que no fue factible el enfrentamiento de guerrilleros mal preparados contra tropas regulares, haciéndose imperiosa la presencia de alguien con adecuada preparación militar que pudiera contrarrestar la acción del ejército chileno, por eso, el mayor Mariano Muñoz al visitar a Cáceres le dijo: "un ejército en potencia le aguarda". Esa situación no modificó que los guerrilleros se agruparon espontáneamente para combatir y que las guerrillas continuaron su actuar, hasta el momento que fueron unificadas por Cáceres.

El Brujo de los Andes, el 15 de abril, asumiendo el riesgo, abiertamente se embarcó en el ferrocarril del centro, desembarcando en Chicla, punto final en ese entonces del ferrocarril y, a caballo, se dirigió a Jauja, sede del gobierno, donde fue saludado por Piérola y recibió el nombramiento de jefe político y militar de los departamentos del centro. Habiéndose dirigido Piérola a Ayacucho, se dedicó a organizar un nuevo ejército y como el mismo Cáceres escribió en sus memorias: (154).

"emprender con él la resistencia armada contra el invasor, pues la toma y ocupación de Lima por los chilenos no entrañaba, en mi concepto, el completo aniquilamiento del poder militar del Perú, ni mucho menos la decisión de la guerra por la fuerza de las armas, porque aún quedaban recursos, territorios y energías para continuarla".

Había recibido el cargo de jefe político y militar, pero el dictador no le entregó un solo soldado y tampoco recursos. En esas condiciones debió iniciar su tarea. Pensó, justificadamente, en el pronunciamiento de los pueblos peruanos que habrían de mancomunar esfuerzos y levantarse en armas frente al enemigo común. Al carecer de elementos humanos y recursos, decidió que la constitución del ejército debería ser uno pequeño, de gran movilidad, que eluda enfrentarse en grandes batallas con el adversario y actúe como fuerza guerrillera, logrando un desgaste continuo del enemigo. Esa táctica defensiva, debería proporcionar el adecuado adiestramiento y reforzamiento de las fuerzas iniciales hasta contar con un contingente adecuado, que, en ese momento, pasaría de una "defensa móvil y activa" de resistencia al contraataque.

Actuando en su doble responsabilidad: política y militar, el 27 de abril se comunicó con el coronel Máximo Tafur, prefecto de Junín informándole de sus propósitos y solicitando ayuda. Simultáneamente nombró al hijo del prefecto e igualmente coronel, Manuel Tafur, como jefe del Estado Mayor y se encargara de señalar responsabilidades a los jefes y oficiales que encontrara por la región y, como primer contingente de tropa, señaló a dieciséis gendarmes heridos y convalecientes que encontró en Jauja. Dispuso que se instalara una maestranza para la reparación del escaso armamento.

Para lograr recursos, envió a sus jefes y oficiales y él mismo partió en gira por las provincias de Jauja y Huancayo, solicitando ayuda e invocando el patriotismo de los principales lugareños, logrando de todos ellos calurosa acogida, reuniendo rápidamente grupos de hombres aptos para el servicio y, después de un mes, formó el primer contingente con cien soldados que sirvieron para formar el batallón Jauja. Los comerciantes y terratenientes brindaron pleno apoyo para satisfacer las necesidades del naciente ejército así como entregando armas y municiones que tuvieron o hubieron por los alrededores. Al mismo tiempo se levantaron guerrillas en caseríos y aldeas y, las montoneras ya existentes, o fueron disueltas o pasaron a convertirse en guerrilleros. De gran ayuda fue la utilización del quechua por Cáceres, ayudándolo a comunicarse con la gente de las serranías.

En esa forma continuó organizando el ejército y amplió el área de su influencia, llegando a Pasco y Huánuco por el norte y oriente, y La Mejorada, Huancavelica y norte de Ayacucho por el sur. La movilización de hombres y recursos incrementó progresivamente las fuerzas a sus órdenes, especialmente por la llegada de jefes y oficiales del disperso ejército y el vínculo, cada día mayor, que logró con jefes guerrilleros que venían operando en la zona.

El enemigo al enterarse de las actividades de Cáceres, dispuso una primera expedición enviada por el coronel Lagos, formada por una división al mando del teniente coronel Ambrosio Letelier, constituida por las tres armas y un total de 1,392 efectivos. Ocupó Tarma y de ahí destacó a una parte de su ejército a que ocupare Jauja y Huancayo; lograron lo primero, pero Cáceres hizo creer que defendería la segunda ciudad con numerosas fuerzas, motivando que los chilenos se abstuvieran de atacar.

Cáceres, a la espera del movimiento chileno quedó en Quebrada Honda, donde fue informado que en Huancayo, los principales ciudadanos preparaban el pago de un cupo exigido por Letelier, además de caballos. Comisionó al coronel Tafur para que recogiera el dinero colectado que ascendía a 60,000 soles y 30 caballos, todo lo cual fue decomisado, procurándose por ese medio algunos fondos, al mismo tiempo que reprendió severamente al alcalde huancaíno.

Lynch reiteradamente ordenó a Letelier retirarse de la sierra, y éste, dispuso lo conveniente, organizándose los escalones correspondientes. El capitán Areneda se desplazó al caserío de Cuevas y para mejor alojamiento de su tropa, pasó a la hacienda Sangrar con unos 100 a 200 hombres, donde fue atacado por el coronel Vento con 100 efectivos y 40 guerrilleros del subprefecto Fuentes. Después de enconada batalla, los chilenos se retiraron con pérdida de cerca de la mitad de sus efectivos, dejando cincuenta rifles. Acción que precipitó la retirada de Letelíer, quien no logró ni el cupo ni tampoco destruir Huancayo como había prometido, aunque sí asesinó, robó y destruyó con saña muchos pueblos indefensos.

Desde Tarapacá, era la primera victoria, aunque en pequeño, que lograba el ejército peruano. El pasado triunfal de Chile comenzó a tener sus contratiempos ya que los Andes resultaron un teatro de operaciones muy diferente a la costa. Con esa victoria se liberó temporalmente al departamento de Junín.