“Huamachuco es el alma nacional”
Dr. Ugarte del Pino. |
Afirma doctor Juan Vicente Ugarte del Pino
Este 12 se realizó la tercera jornada de los Jueves Patrióticos, organizada por el Colegio de Abogados de Lima, con la participación de un destacado panel conformado por el doctor Juan Vicente Ugarte del Pino, profesor emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y miembro de número de la Sociedad Peruana de Historia, el padre Armando Nieto Velez, S.J., profesor principal del Departamento Académico de Humanidades en la especialidad de Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú y el doctor Jesús Valentín Coquis, representante de la Comisión Patriótica.
En la sustanciosa conferencia se recordaron pasajes de la historia de la Guerra del Pacífico. El doctor Ugarte del Pino señaló un hecho que poco se recuerda, es decir, el hecho de que en los años de la ocupación Chile exportaba salitre y guano de territorios bolivianos y peruanos, pero los países que los adquirían retardaban sus pagos aduciendo que no tenía título de propiedad sobre el salitre, y que ello sólo sería posible firmando un tratado de paz, pero el Perú siguió peleando hasta último momento. Entonces el presidente Francisco García Calderón, miembro del Colegio de Abogados, no quería firmar la paz porque decía que la Constitución de 1860 impedía la cesión de territorios, por lo tanto era anticonstitucional el tratado de Ancón. Este presidente había sido elegido en las ruinas de Chorrillos, los chilenos le dan como jurisdicción Magdalena Vieja, que después se llamó por eso Pueblo Libre. Como no firmó el tratado lo llevaron preso a Chile en el Cochrane y querían obligarlo allá a que firme, hasta que se enteran que Miguel Iglesias se avino a firmar la paz con Chile y cortó la resistencia de García Calderón. En una carta García Calderón le dice:
Usted y Piérola, que estaba en París, a donde huyó después de la toma de Lima, venía a tratar desde París la paz y la suscripción para la entrega de la región salitrera. Yo no podría ponerme en el plan de subastador del territorio nacional.
Chile quería negociar con quien le diera más, Piérola por un lado y por el otro Iglesias, que se avenían a firmar el tratado. Entonces los chilenos buscaron aplastar a Cáceres, que era el amparo de García Calderón, a lo cual dirigieron sus campañas.
Añadió que, de fuente chilena se reconoce el colaboracionismo de Iglesias, pues los documentos muestran que le daban toda clase de ayuda: “Damos toda clase de ayuda a Iglesias, le damos armas, le damos dinero y destruimos a sus enemigos”, sostenían los chilenos. Está claro quiénes jugaban en favor del enemigo.
Piérola no designó a Cáceres para que defendiera Lima, ni para que atacase a los chilenos ebrios en Miraflores, lo mandaron fuera de la hacienda Vasquez hacia afuera, y en su lugar colocó a civiles improvisados: miembros del Colegio de Abogados, trabajadores de imprenta, en una línea muy larga, que los chilenos rompieron con facilidad.
Otro acto contra el Perú que Piérola cometió fue no aceptar la recomendación de Francisco Bolognesi, de adquirir armamento, por ejemplo recomendaba los cañones Krupp, lo obliga a regresar de Europa dos veces, lo que denota la mala voluntad contra Bolognesi, el abandono en Arica, y el hecho que Leiva nunca llegó. Cuando el cónsul del Perú recibe la noticia que Chile ha construido blindados. El Congreso aprobó la construcción de dos blindados mejores y mandó un supervisor a los astilleros europeos, pero diez años antes de la guerra, Piérola se opuso al gasto.
También recordó la proclama de Cáceres, yendo hacia el norte recuperado de sus graves heridas: “Soldados, habéis efectuado una retirada que tiene pocos ejemplos en la historia militar, habéis recorrido sin abrigo, sin zapatos, 200 millas en el interior del Perú. El hielo intenso de la cordillera y el ardiente sol de las quebradas no han podido abatir vuestro espíritu, que se ha manifestado superior a todas las contrariedades, pero con esta campaña, que concluyó en las faldas de Acuchimay, no hemos hecho nada todavía, la Patria exige hoy de vosotros nuevos y mayores sacrificios y penalidades, tenemos que volver al punto de donde partimos a fin de dar la batalla suprema al osado invasor y arrojarlo hacia la costa, para eterno escarmiento de Chile y para la gloria imperecedera del Perú, aunque pequeño número está llamado a prestar grandes servicios al Perú, la más difíciles empresas no son siempre acometidas por los más fuertes, sino por los más esforzados”. Para el doctor Del Pino, Huamachuco es el alma nacional y Cáceres y García Calderón son dos grandes figuras de la guerra.
La desatención de los traidores a los combatientes: el batallón Iquique, en Arica, formado por civiles, trabajadores de las salitreras, pedía uniformes que nunca les enviaron, solo fardos de lona para que las costureras los cosiesen. En Tacna y Arica sólo había tres costureras, por lo que todas las amas de casa tuvieron que coser y los soldados marcharon de blanco, con esa lona. Grau granadas Palitzer, que explotaban no se las envió el dictador Piérola, Grau tuvo que combatir con granadas inertes, que sólo perforaban. Todo esto es necesario recordar para no volver a repetir la historia, a las fuerzas armadas y la policía no se le puede abandonar. Añadió el doctor Ugarte del Pino que el hecho de que Lynch efectuara saqueos, exacciones y dinamitazos de todos los medios de producción respondía al plan chileno de quebrar la resistencia peruana, para que durante muchos años no pudiese levantarse a recuperar los territorios robados.
Por último el doctor recuerda un incidente en la Academia Diplomática de Chile, no le dejó entrar a un salón con cuadros, recuerdos y mapas de la época; y, por otro lado, el hecho de que en Ecuador, cuando llega un mandatario, como Allende o Pinochet, lo reciben con la marcha “Adiós al sétimo de línea”, que es la marcha que usaron los chilenos cuando invadieron el Perú y cuando cometieron los genocidios de los indígenas del sur de Chile; el presidente chileno Montt, pagaban 50 pesos de oro por cabeza de indígena, para traer inmigrantes europeos; es una marcha teñida de sangre, con la que Ecuador halaga a los presidentes chilenos sean civiles o militares.