Para responsabilizarse por la marcha de un caso tan importante y complicado no sólo es necesario que los miembros de la comisión sean abogados, sino abogados especializados en Derecho Internacional Público, y con amplia experiencia en la compleja materia, pero teniendo el Perú esos expertos, escogen a Wagner solamente en razón de su militancia aprista.
Allan Wagner se graduó en la Universidad de Trujillo, cuna aprista (conocida es la historia académica de las universidades donde mandó el Apra, es decir, apegadas al favoritismo y no al mérito académico). Al parecer, sus estudios de química no fueron lo suficientemente buenos como para que se desempeñe en esa profesión, por lo que decidió incursionar en la política y la diplomacia, buscando cargos al amparo de la sombra aprista.
Una fórmula química de más de 22 años de traición
Para lo que es bueno Wagner es para crear toda clase de pócimas químicas que producen los más letales venenos de traición que el Perú ha conocido. Uno de sus primeros productos químicos, destinados a corroer el alma nacional, data de 1985, cuando, a pedido de Chile, firmó en secreto, a espaldas del Perú, el acta de la infame falsificación de la Historia de la Guerra del Pacífico en los textos escolares, para producir libros con ideología prochilena y antiperuana, lo cual el actual gobierno está poniendo en práctica para beneplácito de su patrón chileno.1
Su otro veneno químico fue, tras ser nombrado ministro de Defensa, designar viceministro al traidor prochileno Fabián Novak y minar así la autoestima militar.
En el plano político, dentro del quehacer que corresponde a cualquier ministro integrante de un gabinete, pone Wagner al descubierto su falta de visión de estadista, al proponer, para el personal militar, una escala de sueldos que no toma en cuenta el requisito previo de todo reajuste salarial, que es la reforma del estado con la consecuente homologación de sueldos entre civiles y militares, que permitirá borrar las odiosas diferencias de ingresos entre servidores civiles y militares.
Además, tiene en su haber una de las fórmulas químicas más destructivas que ha existido para minar las fuerzas armadas: la empleó cuando instaló, para que le rindan homenaje, una basura en la Escuela Naval, es decir, el busto al hampón chileno Arturo Prat, que murió intentando asesinar a Grau.
También debemos señalar que en su condición de diplomático y de ministro de Defensa, hace la vista gorda ante la usurpación chilena del triángulo de casi 37 mil metros cuadrados de suelo tacneño, inacción que nos dice a las claras que Allan Wagner está de acuerdo con que nuestros enemigos chilenos nos roben ese territorio.
Otra traición es que haya guardado silencio cómplice ante las intenciones del gobierno de vender nuestro gas a Chile, hecho que comprometería nuestra seguridad nacional, pues en su calidad de diplomático y ministro de Defensa no es ignorante del peligro que eso significa.
Podemos citar otras fórmulas químicas, como las estrafalarias leyes: la disciplinaria y la de uso de armas por parte de militares, que han contado con su aprobación.
Sin duda, la cultura y legislación peruanas están muy mal orientadas o diseñadas, pues esta clase de traidores pueden reptar impunemente a través del tiempo dañando y envenenando a las instituciones más importantes sin que se los juzgue por su gigantesca traición.
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1 Leer:
“Wagner capituló ante Chile y no puede representarnos ante La Haya”
Chile pidió cambiar textos de la Guerra del Pacífico
¡Infamia contra escolares al descubierto!
¡Lavado cerebral a escolares promovido por Ministerio de Educación!