Por Yehya Dbouk (Al-Akhbar)
“Es cierto que odian al [Secretario General de Hezbolláh, su Eminencia Sayyed Hassan Nasrallah], porque representa todo aquello que nos daña [como israelíes], pero esto refleja otro tipo de odio, que no existía hacia ningún otro líder antiisraelí. La población no considera a Sayyed Nasrallah como una persona mala o desagradable, pero sí lo miran con envidia. Los israelíes dicen: ‘Nasrallah supo jugar bien, pero que se vaya al infierno. Ojalá nosotros tuviéramos un líder como él’. Estas palabras son de israelíes, que resumen la visión a la imagen de Sayyed Nasrallah por el enemigo en su inconsciente, y reflejan su influencia en ellos”. Estas palabras han sido mencionadas en un largo estudio elaborado por el Dr. Odi Livel, el especialista prominente de psicología política y relaciones militares con los medios de comunicación en la Facultad de Ben Gurión en Nakab, un año después de finalizar la guerra de 2006, donde concluyó su investigación con que “la honestidad de Nasrallah para el público israelí es mucho más fuerte que la de los líderes israelíes, y
especialmente después del fin de la segunda guerra de Líbano”. Livel continuó diciendo, en una entrevista hecha con él sobre los resultados y las conclusiones de su indagación que fue publicada recientemente en Israel, que “para confrontar a un líder con tanto carisma como lo es Sayyed Nasrallah en las medios de información, el departamento oficial israelí debería haber reclutado una respuesta del mismo nivel como mínimo”.
El diario israelí Haaretz apuntó, durante la guerra, que Nasrallah “forzó a todos aquellos que seguían la batalla, especialmente los que cubren y analizan las noticias, a pegarse a la pantalla, acallar cualquier bullicio a su alrededor, preparar un lápiz, un papel y una grabadora, cortar la línea telefónica y dedicarse de cuerpo y alma a escuchar al Secretario General”. El periódico añade que la apariencia mediática de Nasrallah es “de suma importancia, hasta el punto en que cuando pasan dos días y no aparece, comienzan las especulaciones y los rumores sobre su paradero, y más sobre el destino de la guerra. Y cuando aparezca, analizan incluso cada gota de sudor sobre su frente, su peinado y el color de su pelo, el mueble donde se sienta y la imagen de trasfondo que tiene”.
En un reporte del mismo periódico, escribió el especialista de asuntos árabes en el periódico, Tzví Bereil, un análisis sobre la visión de los israelíes sobre Nasrallah, y el público israelí también, [visto como] tres personalidades distintas: un enemigo amargado, líder del frente del Katyusha*; el analista de las medidas militares; y el analista de la comunidad y el ejército israelíes.
Sin mucha heurística, podemos confirmar que las apariciones del Sayyed Nasrallah, durante y después de la guerra y durante los años recientes, obliga a la inteligencia israelí y a los departamentos de análisis a movilizarse y ponerse en alerta, en especial cuando en estas apariciones hay declaraciones relacionadas con el conflicto con Israel. Pero al mismo tiempo, y por la potencia que tiene Sayyed Nasrallah en este medio y la influencia que tiene en la conciencia israelí, Israel ha planeado un nuevo método de enfoque sobre sus apariciones y declaraciones, específicamente aquellas mediáticas durante la época postguerra. El objetivo final de este cambio es minimizar la influencia negativa [de Nasrallah] en el público israelí, como una lección básica de la guerra de julio [de 2006].
Antes del año 2006, Israel ha sufrido mucho de la credibilidad del secretario general de Hezbolá en la conciencia de los israelíes, hasta que las encuestas confirman que su confianza en Nasrallah es más fuerte que en todos sus políticos, y realmente esto fue demostrado durante la guerra, y fue la razón fundamental de perder la confianza en el departamento político específicamente, algo que ha sido fortalecido en otras fases. La guerra ha demostrado a los israelíes que la peculiar personalidad de Nasrallah representa un elemento de fuerza estratégica para su partido, que ejerce una influencia negativa al público israelí, y positiva al público libanés y árabe, lo que precisó un esfuerzo extraordinario para cambiar la imagen formada en la conciencia israelí sobre este hombre; la censura militar tenía el papel principal y activo para equilibrar el control necesario.
Después de la guerra los medios israelíes comenzaron a tratar el asunto de una forma diferente a la época anterior, controlados completamente por el control militar que no interfiere, como es sabido, si no deduce que haya algún peligro que afecte la seguridad nacional israelí. De aquí ha aparecido la diferencia radical de esta etapa con la de antes de la guerra, a nivel de cubrir las noticias y la selectividad de la misma, incluso a veces no se informaba de las declaraciones hechas por Nasrallah, lo que significa que la cobertura informativa y el hecho de hacer o no comentarios está totalmente controlada según una agenda estudiada y especificada de parte de la censura y el control militar.
“Nasrallah no va a olvidar mi nombre” fue la famosa frase dicha por el ministro de guerra israelí, Amir Beretz, en una clara bravata basada en ilusiones que nunca se lograron realizar. Seis años pasaron, y la pregunta es quién ha olvidado el nombre del otro, y quién no olvidó.
Alintiqad, Beirut 25-08-2012
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* Se refiere a los cohetes Katyusha que utiliza Hezbolláh.