Benedicto XVI ha efectuado una visita pastoral a Loreto, para encomendar a la Virgen María, venerada en el famoso santuario de esa ciudad, dos acontecimientos inminentes la apertura del Año de la Fe (11 de octubre) y la Asamblea General del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización. Con este viaje, el Papa quiere recordar también a su predecesor el beato Juan XXIII que hace cincuenta años vino a Loreto para confiar a la Virgen el Concilio Vaticano II en vísperas de su inauguración.
El santuario, lugar de peregrinaciones multitudinarias desde el siglo XIV, custodia la casa de ladrillo en que vivió María en Nazaret. La casa, según la tradición popular y piadosa, fue transportada por los ángeles desde Nazaret a Loreto en el año 1294, poco después de que los Cruzados fueran expulsados definitivamente de Palestina. Según recientes estudios documentales, arqueológicos (excavaciones en el subsuelo de la casa), filológicos e iconográficos se confirmaría cada vez más la hipótesis de que las piedras de la Santa Casa habrían sido transportadas a Loreto en una nave por iniciativa de la noble familia Angeli (Ángeles) que dominaba en la región de Epiro. La ayuda divina en este viaje quedó simbolizada en la presencia de los ángeles. Es el lugar donde la Virgen nació, vivió con San José, recibió el anuncio del arcángel Gabriel y concibió al Hijo de Dios. Recuerda, por lo tanto, el misterio de la Encarnación.
En Nazaret la casa de María estaba compuesta por dos partes: una gruta, custodiada en la basílica de la Anunciación de Nazaret, y una casa adosada de tres paredes de piedra. Los análisis comparativos entre la Santa Casa de Loreto y la gruta de Nazaret han revelado la coexistencia y la contigüidad entre ambas. Un reciente estudio sobre la forma en que están trabajadas las piedras, es decir, según el uso de los Nabateos, difundido en Galilea en la época de Jesús, confirmaría la tradición popular. Cuando las tres paredes de la casa llegaron a Loreto, fueron apoyadas en un camino público, sin cimientos propios e, inmediatamente la Casa fue objeto de los extraordinarios cuidados de conservación que se destinan a las reliquias.
Benedicto XVI, que salió del helipuerto vaticano a las 9.00, llegó a Loreto una hora después y fue recibido por las autoridades religiosas y civiles de la región. A continuación se trasladó al santuario lauretano en la Plaza de la Virgen donde saludó a la comunidad de frailes capuchinos y transcurrió unos minutos ante el Santísimo Sacramento y rezando a la Virgen, según indica la Oficina de Información del Vaticano
A las 10,30 en la Plaza de la Virgen el Santo Padre celebró la Santa Misa y pronunció la homilía de la que ofrecemos amplios extractos:
“El cuatro de octubre de 1962, el beato Juan XXIII vino en peregrinación a este Santuario para encomendar a la Virgen María el Concilio Ecuménico Vaticano II, que se inauguró una semana después (...) Hace cincuenta años, después de haber sido llamado por la divina Providencia a suceder en la cátedra de Pedro a ese Papa inolvidable, también yo he venido aquí peregrino para encomendar a la Madre de Dios dos importantes iniciativas eclesiales: El Año de la fe, que comenzará dentro de una semana, el 11 de octubre, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que he convocado para este mes de octubre con el tema 'La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana'”.
“Como recordaba en la Carta apostólica de convocatoria, con el Año de la fe 'deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe' .Y precisamente aquí, en Loreto, tenemos la oportunidad de ponernos a la escuela de María, de aquella que ha sido proclamada 'bienaventurada' porque 'ha creído' (...)María ha ofrecido la propia carne, se ha puesto totalmente a disposición de la voluntad divina, convirtiéndose en 'lugar' de su presencia, 'lugar' en el que habita el Hijo de Dios (...) La voluntad de María coincide con la voluntad del Hijo en el único proyecto de amor del Padre y en ella se unen el cielo y la tierra, Dios creador y su criatura. Dios se hace hombre, María se hace 'casa viviente' del Señor, templo donde habita el Altísimo”.
“Hace cincuenta años, aquí en Loreto, el beato Juan XXIII invitaba a contemplar este misterio (...) y continuaba afirmando que el mismo Concilio tenía como objetivo concreto extender cada vez más el rayo bienhechor de la Encarnación y Redención de Cristo en todas las formas de la vida social. Ésta es una invitación que resuena hoy con particular fuerza. En la crisis actual, que afecta no sólo a la economía sino a varios sectores de la sociedad, la Encarnación del Hijo de Dios nos dice lo importante que es el hombre para Dios y Dios para el hombre. Sin Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su propio egoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales sobre los valores, el tener sobre el ser. Es necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre. Con Dios no desaparece el horizonte de la esperanza incluso en los momentos difíciles, de crisis: la Encarnación nos dice que nunca estamos solos, Dios ha entrado en nuestra humanidad y nos acompaña”.
“Pero que el Hijo de Dios habite en la 'casa viviente', en el templo, que es María, nos lleva a otro pensamiento: donde Dios habita, reconocemos que todos estamos 'en casa'; donde Cristo habita, sus hermanos y sus hermanas jamás son extraños. (...) Así pues, es la fe la que nos proporciona una casa en este mundo, la que nos reúne en una única familia y nos hace a todos hermanos y hermanas. Contemplando a María debemos preguntarnos si también nosotros queremos estar abiertos al Señor (...) o si, por el contrario, tenemos miedo de que la presencia del Señor sea un límite para nuestra libertad, si queremos reservarnos una parte de nuestra vida, para que nos pertenezca sólo a nosotros. Pero es Dios precisamente quien libera nuestra libertad, la libera de su cerrarse en sí misma, de la sed de poder (...) y la hace capaz de abrirse a la dimensión que la realiza en sentido pleno: la del don de sí, del amor, que se hace servicio y colaboración”.
“La fe nos hace habitar, vivir, pero también nos hace caminar por la senda de la vida. En este sentido, la Santa Casa de Loreto conserva también una enseñanza importante. Como sabemos, fue colocada en un camino (...) No es una casa privada (...) sino que es una morada abierta a todos, que está, por decirlo así, en el camino de todos nosotros. Así encontramos aquí en Loreto una casa en la que podemos quedarnos, habitar y que, al mismo tiempo, nos hace caminar, nos recuerda que todos somos peregrinos, que debemos estar siempre en camino hacia otra morada, la casa definitiva, la Ciudad eterna, la morada de Dios con la humanidad redimida”.
“Todavía hay otro punto importante en la narración evangélica de la Anunciación que quisiera subrayar, un aspecto que no deja nunca de asombrarme: Dios solicita el 'sí' del hombre, ha creado un interlocutor libre, pide que su criatura le responda con plena libertad (...)Dios pide la libre adhesión de María para hacerse hombre. Cierto, el 'sí' de la Virgen es fruto de la gracia divina. Pero la gracia no elimina la libertad, al contrario, la crea y la sostiene. La fe no quita nada a la criatura humana, sino que permite su plena y definitiva realización”.
“En este peregrinaje, que vuelve a recorrer el que realizó el beato Juan XXIII – y que tiene lugar providencialmente el día en que se recuerda a san Francisco de Asís, verdadero 'Evangelio viviente' - quisiera encomendar a la Santísima Madre de Dios todas las dificultades que vive nuestro mundo en búsqueda de serenidad y de paz “ y “también (...)este tiempo especial de gracia para la Iglesia, que se abre ante nosotros. Tú, Madre del «sí», que has escuchado a Jesús, háblanos de él, nárranos tu camino para seguirlo por la vía de la fe, ayúdanos a anunciarlo para que cada hombre pueda acogerlo y llegar a ser morada de Dios”.
Terminada la celebración eucarística el Papa almorzó en el Centro Juan Pablo II. El Santo Padre se despedirá de Loreto a las 17.00 y su regreso al Vaticano está previsto a las 18.00.