Por Xavier Caño Tamayo*
En Atenas, Grecia, Yiannis se manifestaba contra las medidas de austeridad del gobierno, como tantos griegos, tantas veces. Un policía lo golpeó en la cabeza con un extintor de incendios (varios agentes llevaban tal aparato como arma), mientras otros arrojaban granadas paralizantes a los manifestantes pacíficos. Yiannis despertó en cuidados intensivos del hospital donde estuvo diez días en coma y tuvo que ser operado con urgencia.
Andrei y su padre protestaban pacíficamente en la plaza de la Universidad de Bucarest, Rumanía; cuando abandonaban la concentración, unos policías enmascarados los detuvieron y golpearon con sus porras hasta que se desplomaron. Al padre le costaba respirar y Andrei pidió que lo llevaran al hospital, pero se negaron.
En Madrid, España, se concentraron frente al ministerio del Interior centenares de manifestantes para protestar por la brutal actuación policial contra jóvenes indignados en la Puerta del Sol. La policía cargó contra los manifestantes pacíficos. Ángela, de 58 años, sola junto a un banco cercano, vio avanzar hacia ella a una docena de antidisturbios; una agente le dio en la cara con el escudo, la hizo caer y le golpeó con la porra la rodilla izquierda, lesionándola.
Numerosas imágenes en Internet muestran en varios lugares de Europa y en días diferentes en los últimos meses a los antidisturbios golpeando con sus porras a los manifestantes aunque no opongan resistencia ni muestren actuación violenta alguna.
Muchos casos como los expuestos han motivado el reciente informe de Amnistía Internacional, Actuación policial en manifestaciones en la Unión Europea, donde denuncia abusos en la actuación policial contra los manifestantes que protestan contra las medidas de austeridad y los ataques contra los derechos sociales. Miles de personas que se manifestaban pacíficamente en Europa han recibido golpes, porrazos y patadas, han sido atacadas con gas lacrimógeno y heridas con proyectiles de goma.
Amnistía denuncia que los gobiernos europeos no investigan ni castigan el uso excesivo de la fuerza por la policía y, las raras veces que se investigan esos abusos, los casos se archivan. Lo que significa que, de hecho, los gobiernos consienten tales abusos policiales, cuando no los impulsan. Algo muy próximo al autoritarismo. Pero tal irresponsabilidad gubernamental viene de lejos. Varios informes de Amnistía en los últimos tiempos documentan el uso excesivo de fuerza por policías contra manifestantes y contra los periodistas que informan de las protestas. Demasiados gobiernos europeos se empecinan en negar la documentada veracidad de esos informes sobre el uso excesivo y desproporcionado de fuerza, así como la existencia de malos tratos en las dependencias policiales. Pero ocurre.
Que se utiliza fuerza excesiva y desproporcionada por la policía lo reconoce en España la Comisión Ejecutiva Nacional del Sindicato Unificado de Policía (SUP, el de mayor afiliación) que manifestó en su web que “quienes se han extralimitado en sus funciones de policía no pueden apelar al compañerismo porque no han sido compañeros de nadie, han vulnerado los principios de la actuación policial, han desahogado sus bajos instintos o sus complejos y han perjudicado a todos los policías. Esos golpes innecesarios, difundidos profusamente por la Red, son una mancha para la Policía, para todos los policías”.
A medida que se reducen hasta desaparecer los derechos sociales de la ciudadanía por las políticas de austeridad y recortes sociales en Europa, los gobiernos, incapaces de cambiar de rumbo para afrontar la crisis, el paro, la pobreza y la desigualdad, recurren a la violencia. O la permiten, olvidando que la violencia genera violencia y que tanto la manifestación como la reunión públicas son derechos inalienables. Harían bien en recordar esos gobiernos que la Unión Europea aceptó cumplir la normativa de la ONU que regula la actuación policial en Principios Básicos de Naciones Unidas en el Empleo de Fuerza y Armas de Fuego por funcionarios encargados de hacer cumplir la ley. Pero hoy el respeto de los derechos se va al garete.
La democracia no es solo votar cada tantos años para elegir representantes políticos. La democracia ha de ser sobre todo el marco en el que se promueven y respetan los derechos humanos. Todos los derechos, de toda la ciudadanía. Respeto cada vez más alejado en la realidad europea, a menudo solo escenografía de democracia al servicio de minoritarios intereses inconfesables, no democracia de verdad.
*Periodista y escritor, Centro de Colaboraciones Solidarias