Por Vicky Peláez
Con el valor se consiguen las coronas y con la prudencia se establecen.
(Joseph Joubert, 1754-1824)
No cabe duda de que en los últimos cinco años, el destino de América Latina ha sido influido fuertemente por tres de sus más visionarios y decididos líderes: Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales.
Ellos se han atrevido a enfrentarse al poder mundial neoliberal promoviendo un proyecto político legitimado en las urnas y en la confianza popular, en abierto desafío a toda la presión económica, política y mediática orquestada por los ricos y poderosos del planeta.
Su mensaje de la necesidad de producir cambios en cada uno de sus países y en toda América Latina, para, como dijo Rafael Correa, “tener Patria para siempre” fue entendido por la mayoría de su población y en especial por los desposeídos y marginados. Las recientes elecciones en Venezuela, en las cuales la mayoría de la población dio su visto bueno para seguir implementando el programa del Socialismo del Siglo XXI y posteriormente el apoyo incondicional que otorgó a su convaleciente líder, Hugo Chávez, demuestran una convincente voluntad popular de apoyar el proyecto del gobierno para terminar con la desigualdad social e injusticia y construir un país nuevo, justo, solidario y soberano.
Ahora le toca el turno al Ecuador para decidir en las próximas elecciones presidenciales, que tendrán lugar el 17 de febrero de este año, si da su voto de aprobación al actual presidente Rafael Correa, también partidario del Socialismo del Siglo XXI que ha estado implementando cautelosamente en su país durante los seis años de su mandato que comenzó en 2006, o si preferiría retornar a la política neoliberal de sus predecesores.
No han sido fáciles estos seis años para el presidente Correa. Ha tenido que enfrentarse diariamente a la oposición interna de los oligarcas nacionales para los cuales el estado había sido tradicionalmente la fuente de enriquecimiento y de protección de su elite, que identificó sus intereses con los de sus amos norteamericanos. Para muestra un botón: Bajo la presión de los banqueros nacionales, que formaron sus “bandas bancarias”, el expresidente Jamil Mahuad decretó la muerte de la moneda nacional, el sucre, en 2002 y dolarizó la economía, siguiendo las pautas del Consenso de Washington.
De acuerdo al economista ecuatoriano Pedro Páez Pérez, Ecuador viene de una matriz dependiente, de una inserción internacional que parte del hecho colonial. Esa matriz rompió la coherencia entre producción y consumo y estableció una dependencia comercial que se reprodujo en plano tecnológico y cognitivo.
La dolarización se convirtió en realidad en una trampa contra el objetivo de tratar de cambiar el país estructuralmente y de elaborar una política monetaria nacional. Sin embargo, el gobierno de Rafael Correa optó por la no desdolarización, que hubiera sido penosa y dificultosa, inventando una política de liquidez y de cambio real, produciendo un enfado de los sectores izquierdistas radicales. Pero estas medidas han recibido un alto nivel de consenso de la población y han permitido un crecimiento económico de un 6.5 por ciento en 2011 y de un cuatro por ciento en 2012.
También ha tenido que poner fin a la intromisión de la embajada norteamericana en los asuntos internos y externos del país, especialmente el nombramiento de ministros y la elaboración de su política exterior. Su primer gobierno recibió a unas fuerzas armadas nacionales estrechamente ligadas con sus colegas norteamericanos debido a la existencia de la base militar norteamericana de Manta, pero en 2009 fue desmantela, proclamándose Ecuador en 2010 “territorio libre de bases militares extranjeras”.
Correa descubrió entonces que los servicios de inteligencia estaban primero, proporcionando información a la embajada norteamericana y posteriormente, algo a su gobierno nacional o simplemente escondiendo la información; esto quedó demostrado en marzo de 2008 cuando las Fuerzas Armadas colombianas bombardearon un campo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Los militares colombianos informaron en aquella ocasión a sus homólogos ecuatorianos sobre el bombardeo y la actuación de un destacamento de sus fuerzas especiales en el territorio ecuatoriano.
Según el general colombiano Padilla, la reacción de su contraparte era solidaria y lo paradójico de todo esto fue que el presidente Correa se enteró de la incursión de los militares colombianos en el territorio nacional por los periódicos, mientras que su fuerza militar ocultó este hecho a su propio comandante en jefe.
Promover una variante latinoamericana del socialismo en estas condiciones ha tenido que ser una tarea harto difícil, teniendo en cuenta una descarada y cínica guerra mediática nacional e internacional. En setiembre de 2010 Correa tuvo que enfrentar un intento de golpe de Estado que causó 8 muertos y 275 heridos.
Sin embargo, debido a su persistencia, el apoyo popular, su pragmatismo y prudencia, supo acabar con “la noche neoliberal” en su país, que duró 30 años, y enrumbarlo hacia su nuevo destino para sus 14 millones de habitantes y así tratar de imponer la supremacía del ser humano sobre el capital. Rafael Correa ha enfocado sobre todo los esfuerzos de su gobierno en favor de los sectores más vulnerables de la sociedad ecuatoriana canalizando los recursos para mejorar la educación y el sistema de la salud pública.
El índice de la pobreza bajó en los seis años del 56 por ciento al 28.6 por ciento y el desempleo es alrededor del 5 por ciento, pero el subempleo es todavía de 44.2 por ciento y su reducción constituye una de las metas del gobierno.
El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) anunció recientemente que en 2012 se crearon 130,000 empleos más que en 2011. El sueldo mínimo se incrementó y actualmente es de 350 dólares al mes, también fueron creados varios bonos para ayudar a los más necesitados. Según Rafael Correa, “se han eliminado muchas formas de explotación, como la tercerización, los contratos por horas y ha crecido la afiliación a la seguridad social”.
El servicio de la deuda externa bajó del 24 por ciento del presupuesto del Estado en 2006 al 4 por ciento en 2012 anunciando el fin del entreguismo. El escritor y filósofo brasileño Emir Sader considera en su libro El Nuevo Topo que “Ecuador y Bolivia tienen procesos más orgánicos, más equilibrados entre la transformación social y la del Estado”.
La clase media y popular están en mejores condiciones pero los ricos también están mucho mejor. Dice Rafael Correa que uno de los defectos de su gobierno ha sido que “el modelo de la acumulación no lo hemos podido cambiar drásticamente. Básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo, porque no es nuestro deseo perjudicar a los ricos, pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa”.
Precisamente este intento de mejorar y democratizar la sociedad produce rechazo de la oligarquía nacional que tiene a su disposición un 90 por ciento de los medios de comunicación con los que han desatado una abierta guerra mediática contra Rafael Correa, acusándolo de ser comunista, chavista, dictador, antinorteamericano etc.
Sus detractores no toman en cuenta la aceptación de su gestión por el pueblo ecuatoriano y el respeto internacional que ganó Rafael Correa a nivel internacional, especialmente después de conceder el asilo diplomático al fundador de WikiLeaks, Julián Assange, en la embajada ecuatoriana en Londres. Fue el único líder latinoamericano que desde la preparación de la última Cumbre de las Américas tuvo el valor de declarar que no asistirá el evento si Cuba no era invitada y cumplir su palabra, mientras sus compañeros del ALBA pasaron por momentos de indecisión.
Es conciso y drástico en sus conclusiones y planteamientos sin ser ofensivo, y el pueblo aprecia estas cualidades. Según las últimas encuestas, Rafael Correa tiene el 60 por ciento del apoyo de su pueblo y podría ganar las elecciones presidenciales el 17 de febrero próximo en la primera vuelta frente a un homogenizado grupo de adversarios. Rafael Correa es realista y asegura que “yo estoy de paso, el poder es de ustedes, pueblo digno que se ha hecho merecedor de días mejores”.
También es consciente de que su vida corre el peligro al admitir el pasado 6 de enero, según la agencia francesa AFP, que la CIA podría estar tramando un atentado contra él, señalando que “son cosas creíbles, porque han sucedido en América Latina”. Sin embargo piensa que tanto Hugo Chávez, como Evo Morales y él mismo son necesarios para América Latina pero “no somos imprescindibles y el proceso revolucionario en nuestra América Latina debe seguir”. Ahora le toca al pueblo ecuatoriano dar su veredicto el próximo 17 de febrero.
RIA Novosti en Español, 18-01-2013
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