Por Pablo Roitberg (Bs. As.)
En mi habitual lectura del diario Aurora, encuentro una información de que Israel se prepara a conceder aliá (retorno) a “judíos convertidos selváticos peruanos”. Visto así, a simple vista, no hay impedimento alguno porque ¿quién puede oponerse a que a algún judío del mundo se le impida emigrar de donde vive, máxime si el destino es Israel?
En la Declaración de Independencia del Estado, aquella gloriosa tarde del viernes del 14 de mayo de 1948, alrededor de las 16 horas, a punto de finalizar el fatídico Mandato Británico, David Ben Gurión, expresó claramente “¡un Estado judío... para judíos”...! Y así fue.
Recuerdo todos los esfuerzos del Estado para atraer a todos los judíos del mundo, aún de los lugares más desconocidos y distantes del globo. Entre todos hemos, tanto el Estado como los dirigentes institucionales de las comunidades organizadas de “Jutz Laaretz” [‘De fuera del país’], grabado a fuego en los corazones de nuestros congéneres, la palabra “sionismo”, despertando el interés y el entusiasmo de la emigración hacia nuestra nueva ilusión, desde el viejo derrotero.
Más de cuarenta años de mi vida he dedicado mis esfuerzos, mi saber, mi entusiasmo y mi dinero, fomentando la aliá, desde nuestro humilde “bunker” en la Comunidad Israelita de Santa Fe (Argentina) recaudando fondos, aun en épocas prohibidas, por regímenes autoritarios y hasta dictatoriales, que no eran para nada afines a esa idea, con tal que ayudaran en algo a paliar el tremendo esfuerzo que realizaba el Estado de Israel.
Era puro patriotismo de un grupo inquebrantable de askanim (colaboradores) que ad-honorem ejercíamos nuestra silenciosa y hasta a veces oculta labor. En Israel, felizmente viven, “ad meá veesrim, aval kmó esrim” (“hasta los ciento veinte.. . pero como a los veinte”) compañeros de esas incansables luchas, de nuestro modesto e infatigable, pero diligente y ejecutivo sionismo.
Cuando un día pude efectivizar mis anhelos, junto a toda mi familia, malvendiendo mis bienes, abandonando mi próspero negocio, para hacer aliá, me encuentro con que la ubicación asignada por la Sojnut (Agencia Judía) no era la apropiada. Gestioné cuanto pude, para que nos reubicaran un poco más al centro del país, donde al menos había connacionales con quienes integrarnos, pero sin éxito. ¡De las 37 familias que llegamos desde Buenos Aires ya se habían vuelto casi todas, por disconformidad!
Cuando manifesté que debía resolver este tema con urgencia, o que en su defecto, si no me reubicaban, me debía volver, me respondieron “Andá al Banco Idud, devolvé lo invertido y regresá”.
Esa fue la solución que obtuve. No se reconoció mi posición de askán (colaborador) de tantos años, no valieron mis esfuerzos de toda una vida, no se tuvo en cuenta la posibilidad de mis posibles inversiones, ni siquiera la voluntad de una familia judía, a la que una palabra de aliento, de comprensión, nos hubiera disuadido de volver al galut (diáspora). Lo mío no es una queja, es una alerta para una corrección de algunas oficinas que se ocupan de la inmigración y que suelen equivocarse y a veces, “muy en grande”.
Entonces, dónde está la respuesta a la incógnita: ¿Es necesario que el Estado de Israel deba ir a buscar tribus nómades1, en los bosques de cualquier nación del mundo que jamás han tomado contacto con la vida judía? No tienen idea de quién fue Hertzl, no conocen la Torá, ni los 613 principios que derivaron en los Diez Mandamientos, que hacen la vida elemental de un judío. No saben ubicar siquiera en el mapa mundi, ese pequeñito triángulo, regado con mares de llanto judío durante alrededor de 3500 años, con una gran historia que se llama Estado de Israel.
¿Qué pruebas históricas pueden brindar de su vida judía? No hago ninguna discriminación. Todo el que quiera puede ir a vivir a Israel, pero no ampararse en un judaísmo dudoso, porque Israel es un pueblo comprometido, porque créase o no, es El Pueblo Elegido. Y eso no es un invento mío, es la historia de mi pueblo.
Felizmente tengo una nieta que ya retornó y se encuentra muy feliz en Eretz (Israel) pero tengo un nieto, judío con todas las de la ley, aún soltero, proveniente de un hogar judío con cultura judía, en el galut y eso no deja de inquietarme. Asumo la responsabilidad de aquel indeseado retorno pero ¿alguien lo invitó a un nuevo intento, de reveer su posición y formar un hogar en Israel.
Hasta ahora, la única que responde a esa incógnita es “la desidia” ¿No será que falla algún resorte administrativo de las instituciones encargadas de esos menesteres?
En una época, me tocó ser secretario de cultura de Macabi Santa Fe. En ese entonces, enviábamos emisarios a las facultades de la ciudad, para atraer a estudiantes judíos del interior, hacia nuestra institución, para que no se desvíen del judaísmo, concediéndoles algunos privilegios gratuitos. Hemos asistido a bodas, donde se formaron hogares judíos, productos de esas gestiones. La Sojnut, ¿no puede tener una supervisión de ese enlace con el olé2 jadash (nuevo inmigrante), hasta lograr su aclimatación? ¡En nuestro caso eso no ocurrió!
No tengo ningún motivo de oposición de esa aliá, pero hace varios años también nos enteramos de otro vergonzoso error similar. Nunca escuchamos ni leímos alguna solución aclaratoria. ¿Será por “desidia” también?
A pesar de todo, Israel sigue siendo una nación seria, prospera y admirada por muchos, mal que les pese a nuestros enemigos y también a los “falsos amigos” a los que vencimos y a los que curamos, de los que aprendimos y a los enseñamos. A todos por igual los invito a levantar las copas en un “Am Israel Jai” [‘El pueblo de Israel vive’] en el sexagésimo quinto aniversario del Estado de Israel.
Aurora, Tel Aviv, 02-05-2013
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1 La noticia aludida explica que los conversos de la selva peruana son en su mayoría descendientes de judíos marroquíes. No dicen que haya nativos de tribus amazónicas. Leer Van a Israel peruanos del Oriente convertidos al Judaísmo.
2 La palabra olé significa ‘inmigrante de la diáspora a Israel’, y su plural es olim, que aparece en el título de la nota.