pozos petroleo

Escribe: Milcíades Ruiz

En el conflicto internacional que se desarrolla en la región árabe, solo tenemos la versión de una de las partes. La más poderosa que tiene alcance mundial y copa todos los medios informativos. No tenemos la versión de los luchadores sociales y lo que se muestra de ellos es lo peor y lo más repugnante: las atrocidades terroristas. No tenemos acceso a los objetivos de los rebeldes ni a su doctrina política pero el hecho de que jóvenes de ancestro árabe de todo el mundo incluyendo compatriotas vayan a incorporarse a esa lucha nos dice mucho de la fuerza ideológica que los atrae.

Nuestros conceptos se nutren de la versión unilateral que recibimos y en estas condiciones, somos manipulados para lograr en nosotros reacciones contra los rebeldes. Estamos indignados por todo lo mal que vienen haciendo los luchadores sociales sin importar su causa. Esta indignación inyectada por el poder mediático nos induce sin proponernos a parcializarnos con los intereses del capitalismo opresor que busca destruir a los subversivos. Esta ha sido siempre la modalidad del poder dominante a través de la historia.

Pero la lucha de los árabes rebeldes es antimperialista como es la nuestra y no es de ahora sino desde antes de Hussein y Gadafi. La lucha es contra las monstruosidades del sistema de opresión y no solamente contra la cultura occidental o contra nuestra religión como se nos hace ver. Los rebeldes están contra el sistema de domino mundial que destruye su cultura ancestral y se amparan en la religión como mecanismo de defensa como lo harían muchos latinoamericanos queriendo revivir su pasado.

Si nos sacudimos de la alienante versión mediática podríamos ver que toda lucha contra el imperialismo en cualquier parte del mundo es parte de la lucha común de los dominados contra nuestro enemigo común. Lo que hagan otros pueblos del mundo contra el mismo sistema que nos oprime es una lucha que nos favorece, aunque no estemos de acuerdo con los métodos. El terrorismo es nocivo y peligroso pero es el sistema el que lo genera. No es la causa sino la consecuencia.

La codicia por los recursos naturales- oro y plata- es lo que trajo a los conquistadores europeos que se apoderaron del Tahuantinsuyo y nos impusieron su cultura a la mala. Como consecuencia de este proceso la población andina se encuentra dividida en varios países vecinos pero dentro de ellos hay muchísima añoranza por los valores de la cultura nativa andina. Todos nos sentimos orgullosos de nuestro pasado ancestral prehispánico, lo que no sucede con la cultura impuesta por el sistema capitalista vigente.

El rescate de esos valores avasallados por la dominación está en el corazón de los países desmembrados a tal punto que muchos quisieran reconstruir el Tahuantinsuyo como los árabes que quieren reconstruir su pasado ante el desengaño del presente. Pero al igual que nosotros, ellos llevan la “maldición” de sus riquezas naturales que son codiciadas por las grandes potencias. Si no fuese por su petróleo no tendrían tantos problemas. Su riqueza natural es una maldición. Es imposible que los países dominantes puedan mantener su hegemonía sin llevarse los recursos naturales ajenos.

Sin petróleo, sin minerales, no hay la gran industria de los países desarrollados y sin gran industria se acaban las hegemonías y el poder de dominación. Asegurar el abastecimiento de estos insumos estratégicos es vital para los países dominantes y posesionarse de la región estratégica es lo que está en juego en la región árabe, más allá de las justificaciones interesadas. El terrorismo de Estado está en el conflicto pero de eso no se informa.

Muchos se alegran de la intervención de Rusia en defensa del gobierno de Siria hasta terminar aplaudiendo el aplastamiento de los rebeldes por la coalición de los países dominantes que aplican el terrorismo de Estado. ¿Es correcta esta posición? Los países occidentales más poderosos actuando de un mismo lado conjuntamente con Rusia y China contra los insurgentes. ¿Está nuestra simpatía del lado de los poderosos?

No estamos de acuerdo con que tropas extranjeras tengan injerencia en el Perú ni aceptamos bases militares extranjeras. ¿Pero sí estamos de acuerdo que Rusia, China, EE UU, Francia, y otros tengan injerencia armada, tropas y demás dentro de los países árabes? ¿Es que tenemos principios ambivalentes? ¿O, Es que no tenemos principios? La verdad es que nos hace falta mayor información para tener un juicio más certero.

Muchos estamos contra todo tipo de terrorismo, venga de donde venga y hemos sufrido la barbarie tanto del terrorismo de Estado que asesinaba inocentes en nombre del “Estado de Derecho”, como del fanatismo político que en nombre del comunismo también asesinaba inocentes confundiendo la lucha contra el sistema. No cuestionábamos los ideales de los rebeldes pero si condenábamos sus métodos absurdos productos del fanatismo. Pero no por ello íbamos a parcializarnos con el aparato represivo del terrorismo de Estado ni con sus bombardeos.
Hemos visto asombrados y conmovidos la desesperante migración masiva de ciudadanos huyendo a Europa de ambos terrorismos en territorio árabe. Vemos la paja en ojo ajeno pero no la viga en nuestros ojos. Los campesinos peruanos indefensos estaban entre dos fuegos, eran sospechosos de ambos bandos en guerra y de los mismos recibían los más crueles castigos incluyendo la muerte. La única salvación era huir y familias enteras emigraron hacia las ciudades masivamente, abandonando el campo.

A pesar de que este episodio ya pasó, las consecuencias de esta migración las estamos viviendo ahora. Pero hago esta comparación porque encuentro similitudes en ambos procesos de fanatismo extremo. Lo hago bajo el riesgo de ser mal interpretado para advertir que el fanatismo no nos permite reflexionar y puede convertir una lucha justa en indeseable. La lucha contra la contaminación minera nos puede conducir a oponernos a toda minería porque perdemos el sentido de la lucha.

El fanatismo lo llevamos todos en diferente grado y en diferentes campos: religioso, político, futbolero, cultural, etc. Pero cuando el fanatismo se apodera de nuestro razonamiento perdemos el equilibrio y caemos en lo irracional. Si no podemos controlar nuestro fanatismo corremos el riesgo de caer en la barbarie. La lucha generada por la extracción de nuestros recursos naturales sigue latente en nuestro país y lo que es una bendición no debería convertirse en una maldición por intereses extranjeros coludidos con los vende patria.

Aun cuando vemos el enfrentamiento de los rebeldes islámicos contra la abrumadora coalición de las potencias bélicas extranjeras como algo lejano que no nos incumbe y nos importa poco o nada su desenlace sin embargo, en la geopolítica mundial sus consecuencias nos afectarán de todos modos. Es que la lucha social también se ha globalizado y la soberanía árabe está pisoteada, como también la democracia. Lo que sucede en territorio árabe podría pasar entre los indoamericanos que quieran recuperar su autonomía.

El triunfo de la coalición de los poderosos sobre los rebeldes islámicos quizá no será motivo de alegría para los pueblos oprimidos como no lo fue el triunfo del imperio español sobre los rebeldes nativos que querían recuperar la independencia perdida. Las rebeldías nativas eran consideradas una insolencia inaceptable y salvaje. Hasta el Papa León XII, en su Breve “Etsi iam diu”, del 24 de Septiembre de 1824, calificaba a las huestes de la independencia como “fruto maldito de la cizaña de la rebelión que ha sembrado en estas regiones el hombre enemigo”, convocando a la lealtad hacia “su muy amado hijo” Fernando VII, Rey de España.

Sea como fuere el caso será motivo para reflexionar sobre nuestra lucha en defensa de nuestros recursos naturales. La codicia extranjera sigue presente y pondrá el dinero en la campaña electoral de sus favoritos. Si estoy errado, me retractaré.


Noviembre, 2015