Netanyahu y el Estado palestino: sí, pero…

Benjamín Netanyahu


Por Adrián Mac Liman*

El Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tardó una semana en contestar al conciliador mensaje enviado desde El Cairo por el Presidente Barack Obama. Ese mensaje que hacía especial hincapié en la necesidad de contemplar la creación de un Estado palestino, de una entidad nacional dispuesta a convivir con Israel.

Para el estadista norteamericano, consciente de los errores cometidos por sus antecesores en el cargo que llevaron al deterioro de la imagen de Estados Unidos en el mundo árabe-musulmán, la solución del interminable conflicto israelo-palestino constituye una condición sine qua non para el restablecimiento del frágil equilibrio de las relaciones de Washington con los Estados de Oriente Medio: la “irrenunciable” alianza estratégica con el Estado judío y la no menos importante alianza energética con los principales países productores de “oro negro” del Golfo Pérsico.

Netanyahu contestó al llamamiento del Presidente norteamericano con un mensaje ambiguo, que recordaba las negativas disfrazadas de aparente consentimiento del ex general Sharon, quien “aceptó” en 2004 las propuestas formuladas por los emisarios de Washington con una lista de reservas clave: “no” al diálogo con los palestinos antes de que finalice la violencia intercomunitaria, “no” a la división de Jerusalén o cualquier otra opción de soberanía compartida de la Ciudad Santa, “no” al retorno de los refugiados palestinos.

El actual Primer ministro israelí se pronuncia a su vez a favor de un estado palestino totalmente desmilitarizado, de un Gobierno que renuncie al control del espacio aéreo, que se comprometa a no firmar acuerdos con entidades enemigas – los Hezbollah de Líbano y las autoridades de Teherán.

La cuestión de Jerusalén sigue siendo “intocable”, al igual que la política de expansión de los asentamientos judíos de Cisjordania. En cuanto al porvenir de los refugiados, debe contemplarse una solución “fuera del territorio de Israel”.

En resumidas cuentas, los “no” del jefe de Gobierno judío vuelven a colocar la problemática en un viejo y (ay, ¡cuán socorrido!) punto de partida, haciendo caso omiso de los modestos resultados obtenidos durante los últimos meses del mandato presidencial de George W. Bush. Tampoco hay que extrañarse; Netanyahu fue el estadista israelí que logró en 1998, durante las negociaciones de Wye Plantation, modificar el espíritu y la letra de los Acuerdos de Oslo, convirtiendo las cláusulas de la Declaración de Principios rubricada en septiembre de 1993 en la Casa Blanca en mero… papel mojado.

Si a ello se le suman los objetivos del llamado Plan Lieberman, que contempla la neutralización de Hamas y la eliminación del “peligro nuclear” iraní, se llega fácilmente a la conclusión de que las autoridades hebreas harán todo lo que esté en su poder para sabotear las futuras iniciativas de paz de la Casa Blanca.

Sin embargo, los “eurócratas” de Bruselas estiman que la respuesta de Netanyahu al discurso de Barack Obama constituye un… “paso en la buena dirección”. Obviamente, a la Unión Europea le falla la brújula.

* Analista político internacional
www.solidarios.org.es