Luis Rivas
Saltan las alarmas en Francia. El referéndum previsto para el 12 de diciembre en Nueva Caledonia puede llevar a la independencia a su principal territorio en el Pacífico, que quedaría bajo influencia de Pekín, según responsables militares.
Elegir entre Francia y China, es el dilema por el que deberán optar los habitantes de la isla (270.000 personas), según un informe del Instituto de investigación estratégica de la Escuela Militar IRSEM), un organismo parapúblico. "La sombra de China planea sobre EL referéndum en Nueva Caledonia", advierte, por su parte, el diario "Le Monde". Una victoria de los independentistas "sería una catástrofe geopolítica", previene la publicación soberanista de izquierda "Front Populaire".
Es el tercer referéndum que celebra la isla en menos de cuatro años. En los anteriores, el No ganó por un 53.7 por ciento (2018) y un 53.3 por ciento (2020). Si en el tercero los independentistas se impusieran, se celebraría una cuarta consulta para definir definitivamente las relaciones entre París y Numea, capital local. Pero nada ya sería igual entre la metrópoli y su posesión en el Pacífico Sur.
"CHINA Y EE. UU. QUIEREN EXPULSARNOS"
La consulta se celebrará solo cuatro meses antes de unos comicios presidenciales que ya viven una encarnizada campaña. El fiasco de los submarinos en Australia y la pérdida de influencia en Mali han llevado al primer plano el papel de Francia en el exterior y su futuro como potencia global. Pero, hasta el momento, solo un candidato ha hablado claramente del asunto.
El exnegociador de la Unión Europea para el Brexit, Michel Barnier, uno de los aspirantes a la Presidencia francesa dentro del partido conservador "Los Republicanos", ha exhortado a mantener el vínculo con Nueva Caledonia; una manera clara de votar por la permanencia de la isla bajo bandera francesa.
Según Barnier, "tras el desastre diplomático e industrial" que supuso la ruptura del contrato de submarinos con Australia, "Francia debe reflexionar sobre los errores cometidos en una región de la que chinos y norteamericanos nos quieren expulsar".
Las cicatrices de la afrenta de sus "aliados" anglosajones del AUKUS (Australia, Estados Unidos y Reino Unido), que lograron torpedear el acuerdo de venta de submarinos franceses a Canberra, no se han cerrado en absoluto. Ese episodio puso en evidencia la fragilidad de la diplomacia francesa y su pérdida de peso internacional. Los socios del AUKUS aislaban así a Francia de la gran guerra de influencia que se libra en el Indopacífico entre occidentales, sus aliados en la zona y China.
"CHINA BUSCA EL SOMETIMIENTO DE LOS TERRITORIOS"
Si los políticos se mantienen de momento cautos ante "el peligro chino" en Nueva Caledonia, los mandos militares franceses manifiestan sin tapujos su opinión. Así, el jefe del Estado Mayor de la Marina francesa, almirante Pierre Vandier, afirma que "China libra una guerra de asfixia contra sus adversarios en la región". "En el Pacífico", asegura el uniformado, "China practica una guerra híbrida que combina influencia política y presión económica".
"China", subraya Vandier, "busca una forma de sometimiento económico y financiero en esos territorios". Mientras, otro alto mando militar describe la situación gráficamente, según recoge el periódico "Le Figaro": "El meridiano de los problemas ha dado un giro de 180 grados; antes pasaba por Berlín; después se desplazó a Oriente Medio; ahora está sobre Taipei" (Taiwán).
UNA BOFETADA A LA ALIANZA AUKUS
Nueva Caledonia, "colonia francesa" según la ONU, está a "solo" 3.000 kilómetros de Australia. Si China lograra anclar su influencia allí, incluso con una base militar, rompería el círculo que Estados Unidos ha tejido en el área con sus aliados para frenar su expansión, y rompería la estrategia del acuerdo AUKUS.
Hay que recordar que varios microestados de la zona ya participan en la llamada "nueva ruta de la seda", como es el caso de Kiribati, Fidji, Islas Cook, Tonga, Vanuatu, Islas Salomón o Papúa Nueva Guinea. Países diminutos, pero con voto tan válido en la ONU como el de Francia o China. Un millón y medio de kilómetros cuadrados "bajo influjo chino".
La importancia de Nueva Caledonia para China no es una novedad. La isla es el segundo productor de níquel en el mundo y Pekín es el primer importador de ese preciado mineral, indispensable para producir baterías para motores eléctricos y también para drones.
Pekín ha desplegado desde hace años una red de influencia en la isla con líderes independentistas locales, a través de su diáspora y la "Asociación de amistad" chino-neocaledonia. Prueba de la importancia que ese enclave tiene para Pekín es la visita que hizo el propio embajador chino en París, acompañado de su mujer y varios consejeros, en 2017. Para los servicios de inteligencia franceses no hay ninguna duda, China apoya el independentismo de los kanaks (pueblo autóctono de la isla).
Francia, que durante los últimos años ha apostado por mantener una neutralidad de fachada en la cuestión, está obligada ahora a decidir sin disimulo, si puede permitirse renunciar a buena parte del 13 por ciento de la zona económica exclusiva que le convierte en la segunda potencia marítima mundial, después de los Estados Unidos. El gobierno del presidente y candidato a la reelección, Emmanuel Macron, se ve forzado a tomar partido y entrar de lleno en un asunto que podría dejar a su país fuera de la región, donde las principales potencias internacionales pugnan por obtener la primacía militar, política y económica.
Con información de Sputnik