Tomás Lobo
"Aquí hay kaibiles", afirma un vocero de los veteranos que reclaman en Guatemala la indemnización que les prometió el presidente Alejandro Giammattei por sus servicios durante la guerra civil (1960-1996), y la frase suena más amenazante que informativa.
La sola mención de las tropas de elite del Ejército guatemalteco estremece y hace pensar que los manifestantes están dispuestos a lo que sea, literalmente, para lograr que el Gobierno le pague a cada uno los 120.000 quetzales (unos 15.550 dólares) prometidos en campaña.
Los recientes disturbios en el Congreso de la República y sus alrededores, que dejaron al menos cuatro arrestos con cargos de terrorismo, confirman que los exmilitares ya dejaron de "negociar" por las buenas, y que podrían ponerse más violentos aún.
"Aquí hay kaibiles, hombres completamente entrenados, soldados de montaña completamente entrenados para sobrepasar a los antimotines y entrenados para morir", avisó Francisco González, representante de la Asociación Nacional de Soldados en Reserva.
En declaraciones a medios locales, González afirmó que la irrupción en el Legislativo fue apenas un inicio, y alertó que el país se volvería "un caos al presidente", pues la paciencia se les agotó.
Unas 15 asociaciones de militares retirados reclaman desde hace meses, mediante protestas y bloqueos de carretera, que el Congreso de mayoría oficialista avale la indemnización prometida o al menos informe sobre los avances del proyecto de ley para efectuar el pago.
Pero el presidente del Parlamento, Allan Rodríguez, alega que el Ministerio de la Defensa no ha remitido ningún listado de posibles beneficiarios, lo cual irritó a los manifestantes, que advirtieron de nuevas acciones y medidas de presión.
A todas estas… ¿quiénes son los kaibiles y por qué preocupa que sean invocados?
MÁQUINAS DE MATAR
Creados en 1975, los kaibiles son militares entrenados en operaciones especiales y de inteligencia, que se volvieron célebres por masacres como la perpetrada en 1982 en la aldea Dos Erres, donde violaron y asesinaron a 200 personas, sin distinción de edad o sexo.
La Comisión para el Esclarecimiento Histórico, enviada por Naciones Unidas tras los Acuerdos de Paz firmados el 29 de diciembre de 1996, documentó unas 625 masacres realizadas por el Ejército durante el conflicto armado, que dejó 250.000 muertos y desaparecidos, mayas en su mayoría.
Varios kaibiles y paramilitares han sido deportados desde EE. UU. para responder por sus crímenes de guerra, y sentenciados a penas astronómicas, como Pedro Pimentel Ríos, condenado en 2011 a 6.060 años de cárcel.
Esta tropa toma su nombre del príncipe Kaibil Balam, quien superó duras pruebas para merecer el trono de la etnia maya Mam, asentada en el noreste de Guatemala, y que hostigó a las fuerzas colonialistas de Pedro de Alvarado desde la sierra de los Cuchumatanes.
Aquel espíritu inspiró al entonces mayor de Infantería Pablo Nuila Hub para fundar el Centro de Adiestramiento y Operaciones Especiales de Guatemala, la famosa Escuela Kaibil que forma en el caserío El Infierno a auténticas "máquinas de matar", como los llaman sus colegas de otros países.
Pese a su labor en misiones humanitarias de la ONU, los kaibiles cargan con el lastre sangriento de su pasado, una fama que empeoró cuando se supo que varios exintegrantes trabajaron para los carteles mexicanos de la droga, proveyendo armas o entrenando sicarios.
EJÉRCITO TOMA DISTANCIA
Por lo pronto, la Fuerza Armada de Guatemala tomó distancia de los recientes disturbios. El coronel Rubén Téllez, vocero del Ejército, lamentó los hechos, afirmó que nada justifica el uso de la violencia, y que los responsables deberán responder por sus actos.
Téllez hizo hincapié en que estos manifestantes no son elementos activos, sino civiles que tras cumplir con su servicio militar fueron dadas de baja y pasaron a ser reservas disponibles (personas de 18 a 35 años) y movilizables (de 35 a 50 años).
El portavoz castrense reconoció que, a fines de septiembre pasado, las asociaciones de veteranos entregaron listas con más de 95.000 personas, las cuales son cotejadas con los datos del Ejército, para verificar si cumplen con los requisitos para optar por la indemnización.
Tales listados serán eventualmente enviados al Congreso, donde aguarda la iniciativa de Ley 5664, para la creación del denominado "bono de guerra por servicios" en cuatro pagos anuales de 30.000 quetzales (unos 3.900 dólares) a cada veterano o sus familias.
Dicho monto representa casi 10 veces el salario mínimo en Guatemala, una suma tentadora a la que los veteranos no renunciarán tan fácilmente. Después de todo, se la prometió el presidente a cambio de votos, y ellos cumplieron. Llegó la hora de cobrar…
Con información de Sputnik