Luis Rivas
La crisis diplomática provocada por Arabia Saudí en su relación con el Líbano es una apuesta arriesgada de Mohamed Ben Salman para recuperar su influencia en ese país, y en Oriente Medio, frente a su enemigo iraní.
Utilizar unas declaraciones del ministro libanés de Información, Georges Kurdahi, antes de su nominación en el gabinete de Najib Mikati, parece una justificación rebuscada para retirar a su embajador en Beirut, pedir la salida del representante diplomático libanés en su país, suspender las importaciones del "país de los cedros" y provocar las mismas medidas de presión diplomática contra el Líbano de sus aliados en el Golfo: Bahrein, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos.
Georges Kurdahi, antes conocido "showman" en programas de televisión alejados de la política, declaró en el programa "Balamant Shaab" (Parlamento del pueblo), de la cadena catarí de televisión Al Jazeera, que la guerra de Yemen era "absurda", y afirmó que los rebeldes hutíes (chiíes respaldados por Irán), que luchan contra el gobierno de Abdo Rabu Mansur Hadi desde 2014, "se defienden contra potencias extranjeras que bombardean sus pueblos, sus hogares, sus bodas o sus entierros".
Arabia Saudí, que encabeza la coalición militar que apoya, sin gran éxito, al gobierno legitimo de Mansur Hadi, encontró en esas declaraciones la justificación para demostrar una vez más su descontento por la pérdida de influencia en Líbano, un país que durante años vivió bajo la tutela de Riad.
RIAD ACENTÚA EL SUFRIMIENTO DE LOS LIBANESES
Las medidas de presión financiera sobre un país exangüe, con un 78 por ciento de la población en situación de pobreza, con una pérdida del 40 por ciento del Producto Nacional Bruto en dos años y sin fondos para mantener la electricidad en hospitales y otros centros públicos es un rudo golpe para el Líbano, que tiene en Arabia Saudí el destino del grueso de sus exportaciones.
Mohamed Ben Salman (MBS) pretende hacer caer al nuevo gobierno libanés conducido por Najib Mikati desde hace poco más de un mes, después de 13 meses sin dirección política en el país. El apoyo del partido chií Hizbulá al nuevo gabinete es una razón más para despertar en MBS una indignación que se une a otra serie de hechos que para el príncipe saudí muestra que sus antiguos aliados suníes en el país no merecen su apoyo si se muestran tan complacientes con el partido apadrinado por su rival en la zona, Irán.
Para nadie es una novedad que el Líbano es el protagonista y la victima de la guerra de procuración que enfrenta en la región a Teherán y Riad, a quienes se suman otras potencias con intereses políticos, estratégicos o de seguridad, como Turquía o Israel. En Yemen es donde, precisamente, la rivalidad irano-saudí se dirime de forma más sangrienta, en un conflicto que desde 2014 ha llevado a ese país a la destrucción y al sufrimiento extremo de la población.
MBS, CONTRA HISBULÁ Y ALIADO CON MILICIAS CRISTIANAS
Arabia Saudí quiere recuperar sobre el Líbano la tutela que ejerció país hasta hace poco apoyando a la mayoría suní entre los musulmanes locales. Los suníes libaneses, en crisis de liderazgo desde el asesinato de su histórico dirigente, Rafic Hariri en 2005, han acabado por aceptar el creciente protagonismo de los chiíes de Hizbulá en el país, lo que MBS interpreta como concesiones (el actual presidente, el cristiano Michel Aoun, también fue elegido en 2016 con el apoyo de Hizbulá).
Por ello, el ministro saudí de relaciones Exteriores, Faysal Ben Farhan, enfatiza: "hemos llegado a la conclusión de que tratar con Líbano y su actual gobierno no es productivo ni útil, en razón de la dominación continua de Hizbulá en la escena política".
No es la primera vez que MBS toma decisiones radicales con respecto a la antigua "Suiza de Oriente medio". En 2017 llegó a retener en Riad al entonces primer ministro, el suní Saad Hariri, para obligarle a dimitir y poner fin a su colaboración con Hizbulá. El presidente francés, Emmanuel Macron, tuvo que intervenir para poner fin al secuestro. A su regreso, Hariri no solo no dimitió, sino que fue reconfortado en el cargo por Hizbulá.
En el complicado panorama político interno, dominado por comunidades confesionales que han dado lugar al negativo concepto de "libanización", en la actualidad la formación más cercana a Riad es la representada por los cristianos del partido "Fuerzas Libanesas", de Samir Geagea. Militantes de esta organización fueron los que se enfrentaron por las armas el pasado 14 de octubre, en las calles del barrio beirutí de Tayuneh, a los militantes de Hizbulá y sus aliados chiíes del partido Amal. Un episodio que todos los libaneses pudieron interpretar como un recuerdo de la pasada guerra civil (1970-85) y el presagio de un nuevo conflicto intercomunitario.
LÍBANO Y EL "DESHIELO" ENTRE IRÁN Y ARABIA SAUDÍ
El hecho de que MBS no haya tomado medidas contra los más de 350.000 libaneses que trabajan en su país y que soportan la débil economía libanesa con el envío de sus ahorros, es interpretado por los analistas libaneses como el deseo del príncipe heredero saudí de dejar una puerta abierta a la negociación para restablecer los lazos con el Líbano, eso sí, bajo sus condiciones.
Pero esas negociaciones no parece que se lleven a cabo -solo- con la dirigencia libanesa, sino que forman parte de los encuentros que desde hace meses mantienen altos cargos saudíes e iraníes para intentar restablecer relaciones. La ruptura se produjo en 2016 cuando sedes diplomáticas saudíes fueron atacadas en Irán, tras la ejecución de un importante líder religioso chií en Ryad.
Ya son cuatro las reuniones celebradas en Bagdad entre las dos potencias enfrentadas, en las que se han abordado asuntos como la reapertura de embajadas o la reintegración de Teherán en la Organización Islámica Internacional, sin olvidar el compromiso de propiciar un mejor clima en los respectivos órganos de prensa.
El deshielo Riad-Teherán es también para MBS una manera de recuperar protagonismo tras la "salida "de Estados Unidos de la región, su principal aliado. El Líbano es, por tanto, un rehén en su estrategia, una variable de ajuste de su política global, aunque le cueste admitir que Hizbulá, el aliado libanés de Irán, es indispensable para la existencia de un gobierno en Beirut.
Con información de Sputnik