Por Herberth Cuba Garcia
“La trampa de los ingresos medios” es un concepto acuñado por el Banco Mundial(*) en el 2007 para resaltar la imposibilidad de algunos países de mantener tasas de crecimiento estables y sostenibles en el tiempo, y que muestran caídas en su crecimiento que les impiden sobrepasar el umbral de países desarrollados.
Es evidente que con un crecimiento del 2.5% en el 2017 y quizá menor al 5% del PBI en el presente año resulta imposible reducir la pobreza o las desigualdades, así como sostener la consolidación y desarrollo de la institucionalidad democrática. Es necesario revertir con rapidez esa tendencia propia de los países de ingresos medios, y retomar la senda del crecimiento superior al 5% al año, por lo menos durante 10 o más años.
En el 2017 el crecimiento económico del Perú se ha cerrado solo con 2.5% del Producto Bruto Interno. Se han perdido solo en Lima más de 50,000 empleos y la PEA se ha incrementado. La anemia infantil se ha mantenido hasta el año 2017 en 43.5% entre los niños de 6 a 36 meses. Durante el 2017 el presupuesto del Seguro Integral de Salud (SIS) disminuyó frente al 2016 (en S/ 250 millones) y se tuvo que pagar deudas que se arrastraban desde el 2011 (por más de S/ 2,500 millones). Los beneficiarios de pensiones, según la OIT, solo ascendieron al 23.2% de la población. Los gobiernos anteriores han creado una serie de programas e instituciones —como el Programa Juntos, Pensión 65, Ministerio de Inclusión Social, Sistema de Desarrollo e Inclusión Social (Sinadis)—, sin obtener resultados satisfactorios. La consecuencia ha sido el incremento de la pobreza, según el INEI, de 20.7% a 21.7%.
Se han generado, en este aspecto, opiniones diversas para enfrentar las necesidades de salud y seguridad social de la población para evitar caer en la trampa de los países de ingresos medios. Sin embargo, algunos tienen la expectativa de que al resolver la gran desigualdad y la desprotección de los pobres y vulnerables se evita caer en esa trampa. Eso es falso. Si no se combate la “desaceleración económica, no se mejora la competitividad, la educación y la innovación, en el marco de una institucionalidad estable y con gestión transparente y con buenas decisiones políticas”(*) es poco probable que transitemos de país de ingresos medios a uno desarrollado.
Durante los últimos lustros se ha producido una expansión del financiamiento de la salud, que no ha sido correlacionada con el crecimiento de la oferta. Al comienzo existía una relación directa entre más financiamiento y más oferta.
La relación era directa porque el mayor financiamiento puso en funcionamiento la fuerza laboral existente y abundante, sin importar la calidad de la atención médica. Sin embargo, en salud el Perú ya abandonó esa fase de abundante fuerza de trabajo, y ahora se encuentra en el periodo en que es necesario un adecuado uso de los factores de la producción sanitaria y prepararse para emprender el salto hacia la innovación tecnológica. Este es el nudo crítico de cualquier reforma de salud en la presente etapa.
Es ilustrativo el desajuste que presentó el lustro humalista (2011-2016), frente al momento del proceso de desarrollo de nuestro país. Por ejemplo, en salud se más que duplicó el gasto, se crearon nuevas instituciones burocráticas, se fortalecieron las existentes. pero el resultado se expresó en los malos indicadores sanitarios. Esa receta ha sido equivocada porque más dinero no significó más oferta.
Las grandes inversiones en infraestructura hospitalaria y equipamiento no han redituado en mejor oferta de servicios de salud para los ciudadanos debido, entre otros aspectos, a la ausencia del rediseño de la gestión sanitaria y a la falta de recursos humanos calificados y competitivos. La solución equivocada sería pensar en solo fortalecer la intensidad del trabajo de los médicos y otros profesionales de la salud, sin emprender un proceso de educación, especialización profesional y rediseño organizacional. Si no se invierte en la educación de profesionales de la salud, en la especialización de los médicos y de otros profesionales, es probable que el crecimiento del sector sanitario se detenga y hasta decline.
Es necesario ajustar las políticas sanitarias para fortalecer la oferta de los servicios de salud; sobre todo del primer nivel de atención de salud, con especial énfasis en el recurso humano y la innovación tecnológica. El Congreso de la República y el Poder Ejecutivo deben alinear sus esfuerzos con la realidad y con la fase de desarrollo en que se encuentra el país, para afinar las políticas públicas y proponer modelos de salud y protección social sostenibles en el tiempo. No hay otra alternativa, para mejorar la salud, que salir de la trampa de los países de ingresos medios.
*Alejandro Foxley: La trampa de los ingresos medios.
25 de Mayo del 2018